Las consecuencias sobre la salud de las crisis económicas deben ser motivo de preocupación para sanitarios y políticos. La población sufre esas consecuencias. Especialmente preocupantes son las repercusiones en las desigualdades sociales y sanitarias, así como las respuestas que se dan desde los servicios asistenciales, en especial desde la atención primaria (AP), que es la puerta de entrada en el sistema de salud para la mayoría de la gente y para la gran mayoría de la gente de niveles socioeconómicos más bajos.
Disponer de indicadores válidos para medir la repercusión sobre la salud de las crisis y de las desigualdades es necesario para proponer medidas correctoras, sin embargo esos indicadores no son tan sensibles como para detectar los cambios con la rapidez que desearían los científicos sociales y los salubristas concienciados. Por su parte, aquellos políticos a los que les incomoda el discurso de las desigualdades puede que no estén muy interesados en que esos indicadores sean más fiables y se disponga de ellos con más rapidez.