André Islabao es médico internista brasileño. André Islabao practica “Slow Medicine” y por ello promueve el uso apropiado del tiempo y de las intervenciones médicas. Ha escrito dos libros ("Entre a estatística e a medicina da alma" y "O risco de cair é voar") y publica con frecuencia comentarios sobre la práctica clínica. Por ejemplo, “El arte de espantar dinosauros” en que a partir de un relato popular ironiza sobre que no hay dinosaurios por los rituales que hacemos para espantarlos, algo en que refleja la Medicina actual desde el "descubrimiento" de los factores de riesgo, que no siendo ni necesarios ni suficientes para enfermar logran que su “tratamiento” espante a los dinosaurios de las enfermedades (aquí).
En la actualidad, enero de 2024, André
Islabao ha preparado un libro cuyos capítulos se nutren de una idea artística
(un cuadro, una canción, un poema, una obra de teatro, etc.) que sirve para un
comentario que destaque la necesidad de una medicina Con Límites, al tiempo
científica y “humana”. Es decir, para fomentar el criterio clínico sensato.
Para dicho libro nos ha pedido un prólogo, el texto que sigue.
PRÓLOGO
El médico es más “sanador” que científico. Conviene que el médico sea primero artista y luego científico
Si le ha interesado entender la forma de pensar y de trabajar de
los médicos, siga adelante con la lectura de este libro.
Si es crítico en general con la ciencia y con la sociedad en que
vivimos, siga adelante con la lectura de este libro.
Si cree que otro mundo es posible, que todavía nos queda mucho
para lograr unos cuidados y una atención médica “humana”, siga adelante con la
lectura de este libro.
La medicina es básicamente una forma de arte aplicada; es decir,
es un tipo de artesanía en el sentido de arte de uso práctico. El médico no es
un científico sino que utiliza la ciencia para dar respuesta al sufrimiento de
los pacientes, las familias y las comunidades. Se trata, pues, de “ajustar” el
conocimiento científico a las necesidades concretas de quien sufre.
La medicina tiene dos fines: 1/ evitar algunas enfermedades y
causas de muerte, prolongar vidas y dar calidad a las mismas, y 2/ ayudar a
bien morir. El objetivo médico es lograr que sus pacientes convivan “sanamente”
con el sufrimiento y las enfermedades inevitables y disfruten de la vida
ofreciendo apoyo para una muerte digna. No se trata de evitar radicalmente ni
el dolor, ni el sufrimiento, ni la enfermedad, ni la muerte, pues todo ello es
parte de la vida. El médico es más “sanador” que científico.
Con la visión científica de la medicina no es raro el predominio
de la prevención y del control de los factores de riesgo, la vivencia como
fracaso del dolor, del sufrimiento, de la enfermedad y de la muerte.
Con la visión biológica científica de la medicina se pasa de un
trabajo centrado en la enfermedad y la «sanación» a un trabajo centrado en la
prevención y la «evitación». Se espera todo de una prevención imposible, que se
ve con un futuro genético omnipotente que conlleve la evitación de todo
sufrimiento y enfermedad. Naturalmente, el médico que cambia su papel de
sanador a científico deviene finalmente mago, prometedor de milagros, y termina
siendo negociante pues en la “venta” de esa visión de la vida sin sufrimiento
hay mucho dinero en juego.
En la práctica clínica, el profesional cuenta con conocimientos,
experiencia y materiales que podemos considerar “el mapa”, con lo que
interpreta “el terreno” (la forma peculiar y única de cada persona, familia y
comunidad de vivir y expresar el sufrimiento que conllevan
enfermedades-accidentes y muertes) y, siendo una especie de traductor e
interprete, logra construir “paisajes”, interpretación común entre pacientes,
familias y comunidades y profesionales para comprenderse mutuamente y generar
una imagen que ayude a hacer “vivibles” las adversidades, las
enfermedades-accidentes y el enfrentarse a la muerte. Estos “paisajes” son
imaginarios y compartidos, en la mente de profesionales y pacientes, familiares
y comunidades En su construcción es clave el conocer a fondo la comunidad, como
bien comprenden, por ejemplo, muchos agentes comunitarios.
Para este “traducir e interpretar” se precisa ciencia pero sobre
todo gran humanidad, mucha ética y conocimientos generales de antropología,
arte, economía, filosofía y sociología.
Sobre el cúmulo cultural que se precisa para traducir e
interpretar el sufrimiento, es buen ejemplo que para traducir poesía lo clave
sea ser poeta; es más importante incluso que dominar la lengua pues sin ser
poeta será una pena la traducción que se haga de cualquier poesía, sea el
idioma que sea, ruso, árabe, quechua, etc. Por ello conviene que los médicos
sean primero artistas (“poetas”) y luego científicos.
En este libro el arte se emplea como comparación y metáfora de
la actividad clínica. Cada capítulo es, en verdad, una obra de arte donde a
partir de una propuesta concreta se hace una reflexión que generaliza algún
aspecto específico del trabajo médico.
La muerte ocupa varios capítulos, en formas diversas pero
siempre claves, desde el suicidio al encarnizamiento terapéutico. También se
trata en extenso la entrevista clínica, desde las consultas “sagradas” del
paciente que llora, por ejemplo, a la escucha terapéutica, la construcción de
una narrativa que cure y el respeto a los silencios. Siendo el autor promotor
de la “Slow Medicine” no es extraño que trate en extenso de la misma y de los
beneficios del “no hacer nada” (la inercia clínica intencional, el saber no
hacer nada cuando no hacer nada es la mejor opción). En todo el libro se
promueve una rebeldía activa que ayude a dar sentido a la existencia de
profesionales y pacientes, que va contra una sociedad enferma en que lo absurdo
y dañino se convierte en norma (“normalizar lo anormal”). Hay más, mucho más:
el tedio, el dolor, el tiempo, la hiperstición, el azar, la biometría, el
exceso que ciega, el médico-máquina, la fragmentación de la atención, el estilo
de vida (“condiciones de vida”, más bien), el absurdo de considerar
inteligente y “humana” a la inteligencia
artificial, etc.
En suma, cada pieza de arte analizada da pie a considerar el
problema de fondo de una medicina centrada en la cantidad, no en la calidad. Es
hora de que los médicos retomemos nuestra sagrada labor de sanadores y tratemos
siempre y especialmente de la calidad de la vida, incluso en los últimos
momentos antes de la muerte.
Juan Gérvas, Doctor en Medicina, médico rural jubilado, ex-profesor de salud pública, Equipo CESCA, Madrid, España jjgervas@gmail.com @JuanGrvas
Mercedes Pérez-Fernández, especialista en Medicina Interna y médica rural jubilada, Equipo CESCA, España mpf1945@gmail.com
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Libro:
A arte de espantar dinossauros
Como a arte pode inspirar a medicina
Autor: André Islabão[1]
Libro en fase editorial, a publicar en 2024
[1] Médico
internista formado pela Faculdade de Medicina da Universidade Federal de
Pelotas (UFPEL), Brasil, com três anos de residência em Clínica Médica pela
Universidade Federal de Ciências da Saúde de Porto Alegre (UFCSPA) na Santa
Casa de Misericórdia de Porto Alegre. Depois de vários anos dedicado ao
atendimento de pacientes hospitalizados, decidi reduzir o ritmo e me concentrar
no atendimento ambulatorial, domiciliar e em consultório próprio. O tempo disponibilizado possibilitou que me
dedicasse a outras atividades igualmente importantes, como a vida em família, a
música, a tradução de livros médicos, o estudo de saberes diversos e o
acompanhamento de pessoas em clínicas geriátricas, onde realizo um trabalho
informal de musicoterapia tocando piano regularmente e levando um pouco de
alegria aos moradores idosos. Para mim,
a medicina é tanto arte quanto ciência. A fim de humanizá-la e de reduzir
alguns excessos, acredito na filosofia slow, em uma relação médico-paciente
longeva, na transdisciplinaridade do conhecimento e na análise crítica da
ciência. Meu novo ritmo ainda me possibilita compartilhar ideias próprias em
meu blog (www.andreislabao.com.br) e em dois livros publicados: Entre a
estatística e a medicina da alma – ensaios não controlados do Dr. Pirro e O
risco de cair é voar – mors certa hora incerta.
mors certa hora incerta: "EL CURA Y EL QUE CURA NO TIENE HORA SEGURA"
ResponderEliminarBonito prólogo, ya dan ganas de comerse ese libro. Recordarás seguro el imprescindible artículo de IR McWhinney "El médico de familia: clínico y sanador". Dimensión HUMANA. 2002;6:67-71.
ResponderEliminarUn abrazo. JR Vázquez.
Es bueno, muy bueno sentir que no estamos solos en nuestro intento de arrancar la Medicina de las garras de una “ciencia” excluyente diseñada e impuesta por el Negocio. Que va tomando cuerpo la necesidad de algo innegociable en la profesión: la independencia de todo interés ajeno al bien del paciente. Por tanto, ciencia imprescindible al servicio de la Medicina, y no ésta arrojada a los caballos de cualquier invento comercial autoproclamado “evidencia científica”.
ResponderEliminarEsa es la actitud, ese el escenario.
A menudo, ¡ay! , teniendo que resistir, tales fatigosos intentos, la embestida de colegas y corporaciones profesionales contrarios a libertades de facultativos y derechos de pacientes.*
Todos a una, pues.
*
https://www.medicosnaturistas.es/codigo-de-deontologia-medica-alegaciones-al-articulo-26/
https://www.medicosnaturistas.es/pagar-para-que-te-eliminen/
Estoy totalmente de acuerdo con el prólogo del libro, atenta a cuando se publique el libro que intuyo me va a encantar. Dice Pellegrino que " La Medicina es la más humana de las artes, la más artística de las ciencias y la más científica de las humanidades". Añadiría que para poder ejercer ese arte de acompañar al que sufre es muy conveniente, diría imprescindible, "trabajarse" uno mismo, y en este sentido os recomiendo el libro "Empatía terapéutica. La compasión del sanador herido", de José Carlos Bermejo. Un abrazo, E. Miquel
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