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miércoles, 2 de marzo de 2022

“Máscaras de emociones”. Las de un paciente con grave neumonía covid19 , por Juan Gérvas

 

Este texto es el tercero y último sobre el episodio de grave neumonía por covid19 del firmante. Animo a leer los dos primeros para tener una imagen cabal del proceso. Están publicados en esta misma bitácora: Superación mental del aislamiento en UCI en paciente grave por covid19 (aquí) y “Chupito de oxígeno”. Hospitalización por neumonía covid19 grave (aquí).

 

La persona y sus personajes, con sus máscaras
Según la metáfora teatral se considera a las personas como actores, y sus  interacciones crean una dinámica obra de teatro (“El gran teatro del mundo”, según Calderón).

Se produce una distinción básica de la interacción entre los individuos según se desarrolle en el escenario (lo público y “externo”) y entre bambalinas (lo privado y “emocional”). En ambos casos llevamos en el rostro un lenguaje no verbal que nos cambia el gesto según las circunstancias, unas máscaras apropiadas ya que las máscaras transforman a quien las porta, y a quienes participan en su simbología. Las máscaras facilitan expresar de un sólo golpe visual múltiples mitos, ritos, signos y símbolos.

La metáfora teatral permite definir persona como el conjunto de personajes que interpreta un individuo, bien en lo público (escenario, lo formal) bien en lo privado (bambalinas, lo sentimental). A cada personaje le corresponde una máscara apropiada a la situación y lugar, con la que se logra cumplir los distintos papeles atribuidos a la persona.

Veamos cuáles han sido algunas de las máscaras “de emociones” que he llevado entre bambalinas a lo largo de este episodio de grave neumonía covid19.

 

Atrezzo
Para encuadrar la situación teatral:

Cuatro clínico que se inicia el 24 de diciembre de 2021, con un catarro, y cuyo relato finaliza el 2 de marzo de 2022, cuando escribo este texto [mejoro progresivamente, pero si aparecieran complicaciones y llegara la muerte pido a Juan Simó que lo actualice, por favor].

Varón sano sin enfermedad ni tratamiento crónico alguno, hábitos saludables, 73 años, médico rural jubilado, ex-profesor de salud pública, dos ingresos hospitalarios casi consecutivos por grave neumonía covid19, primero en Murcia (hospital Morales Meseguer, del 2 al 21 de enero de 2022,  incluyendo dos semanas en la Unidad de Cuidados Intensivos, UCI) y luego en Madrid (hospital de La Princesa, del 28 de enero al 11 de febrero de 2022, una semana inmovilizado en cama de habitación compartida). Médica de cabecera en el centro de salud de Buitrago de Lozoya (Madrid).


 

“Máscaras de emociones”
Se listan a continuación algunas de las máscaras de emociones, del mundo sentimental privado del paciente, esas máscaras que nos ponemos entre bambalinas cuando no hay nada que disimular.

Van por orden alfabético, y espero que usted, amable lector/a, sea capaz de ordenarlas en el tiempo.

  1. Aceptación. Renuncia a la desesperación que conlleva comprobar los cambios introducidos por el enfermar y su tratamiento. Aceptación, por ejemplo, de la pérdida de fortaleza física y puesta en marcha de ejercicios de rehabilitación para recuperarla. No más desesperación sino superación.
  2. Alegría. En los dos reencuentros con mi esposa, Mercedes. Primero en Murcia, al pasar a la planta de Medicina Interna donde permitían acompañantes, tras el shock de la brusca separación por el ingreso en la UCI. Luego en Madrid, en casa, a donde llegué tras el alta, en ambulancia con oxígeno.
  3. Armonía. La médica de cabecera logró que aceptara el tratamiento a seguir, pese a sus efectos adversos, al decirme, en la consulta de revisión: “Juan, ¿has visto tus radiografías?” “No, no las había visto”. Giró la pantalla del ordenador y me las mostró. Había leído los informes de radiología, pero verlas en directo fue impactante, me recolocó en mi lugar de paciente con covid19 grave, y me devolvió la armonía, la paz y el equilibrio, pues todo lo que se había hecho y lo que habría que hacer en el futuro, era proporcionado, justo y necesario.
  4. Asombro. Me contemplo a mí mismo con inmenso asombro por mi deterioro global al darme el alta. Tengo mucha imaginación, y en mi imaginación he pasado de ser un joven masai en diciembre de 2021 a ser un viejo bosquimano en febrero de 2022. Quiero decir en el sentido euro-céntrico, he pasado de vivir sin medicación alguna a dependiente de medicamentos (oxígeno, prednisona, amlodipino, metformina, omeprazol, trimetropin-sulfametoxazol, suplemento proteico) por insuficiencia respiratoria, diabetes, hipertensión, inmunodepresión y desnutrición (había perdido diez kilos de masa muscular) como consecuencia de la covid19 y de su tratamiento.
  5. Bochorno. Al valorar la atención a los compañeros de habitación. A uno por el desbarajuste del proceso global en una pareja de ancianos que no acababa de entender cómo se desarrollaba todo, y al otro por las informaciones y propuestas discrepantes de tres equipos distintos que confluían en el tratamiento de su complejísimo problema.
  6. Compasión. De mi propia familia, especialmente esposa, hijos, nueras y nietos pendientes de mí mientras y después de los ingresos, pero también de pacientes y familiares, y profesionales, con los que conviví. Tener compasión es entender su sufrimiento y desear ayudar a resolverlo. La compasión va más allá de la empatía, pues ésta es una forma de inteligencia, de capacidad cognitiva, de “entender inteligentemente”, mientras la compasión se refiere a un nivel más básico, de emoción solidaria ante el sufrimiento. La compasión es un sentimiento, no un conocimiento.
  7. Confianza. En la calidad de la atención recibida y por recibir de todo el personal, desde limpieza a médicos de urgencia. Por supuesto, tengo ojo crítico para identificar los fallos a la primera pues me he dedicado mucho tiempo a la evaluación de la organización de servicios, pero en mi propia práctica clínica hasta el 20% carecía de soporte científico y no llegaron a tanto en el proceso de mi atención.
  8. Confusión. A veces estando sedado en la UCI y también tras el despertar brusco en casa por una pesadilla, que solía coincidir con algún problema con el suministro de oxígeno. ¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí?
  9. Cortesía. Es cortesía esa alegría de, por ejemplo, dar los buenos días incluso cuando la enfermera aparece a las seis y media de la mañana para tomar una muestra de sangre y apenas si acertaba a saber qué pasaba. Un plus era ser capaz de decir con buen ánimo: “Buenos días, Laura”, dar nombre a la persona. Cortesía es respetar las buenas costumbres, según la cultura y situación del paciente. En mi caso, es el uso del “usted”, como fórmula verdaderamente democrática de respeto.
  10. Fortaleza. La anímica del héroe de Camus en tiempos heroicos, ese simple intento de mantener la dignidad, nuestra y de los demás. En tiempos históricos se requieren comportamientos heroicos, que son los más simples y difíciles, los cívicos de mantener la calma y el sentido común.
  11. Hostilidad. Contra las normas rígidas de los “protoculos”, y contra quienes los imponen y los aceptan y cumplen. A veces hostilidad menor, a veces mayor, según la irracionalidad de las guías de práctica clínica. Por ejemplo, al aceptar el suplemento del “protector del estómago” (omeprazol y similares) sabiendo que se asocian a mayor mortalidad en pacientes covid19.
  12. Ira. La prohibición de acompañantes con los pacientes hospitalizados fue parte de la “nueva normalidad” que pretendía evitar contagios covid19. Por consecuencia, en el hospital madrileño existía un servicio de mensajería que recogía las cosas que traían los familiares para sus pacientes y se las hacía llegar posteriormente. Mi mujer, Mercedes, venía casi a diario para traerme prensa, libros y otros suministros. Aquel día era tal la desorganización que no querían cogerle el paquete, estaban desbordados. Me llamó por teléfono desde la calle y al saberlo, con ira y rabia, salté de la cama al pasillo dejando el oxígeno, contra la prohibición de reposo, y llegué al control de enfermería, donde todo el mundo quedó espantado al ver mi disnea de agonía. Piadosamente me acompañaron a la cama, me pusieron “chupitos de oxígeno” a mansalva, y entre una enfermera y una auxiliar se las apañaron para salir a la calle y recoger de manos de Mercedes el paquete. Por casualidad, Mercedes tenía un espejito de bolsillo precioso, comprado en el Museo Botero, de Bogotá (Colombia), que regaló en el momento a la auxiliar que le auxilió en la acera.
  13. Miedo. Desperté bruscamente en la UCI, con intensísimo dolor de cabeza, coronal, de oreja a oreja. Tuve miedo, pensé que era síntoma de un ictus como complicación de la covid19. En realidad era una herida  en la cabeza y la presión brutal de la mascarilla oronasal (tipo las nuevas de buceo). Me curaron la herida y aflojaron la mascarilla. La llaga no dejó huella, curó sin problemas.
  14. Orgullo. Sano orgullo de superar los inconvenientes de la vida y de no perder la oportunidad de disfrutar de la salud en lo que puedo. Así, ahora, de la familia, de las comidas caseras, de la actividad intelectual-científica, pero también de pequeñas cosas, como la nueva capacidad de tragar hasta cinco píldoras al tiempo, en un gesto “de película”: todas en la palma de la mano, a sopetón en la boca, y un trago de agua que la lengua ha aprendido a llevar a la faringe y al esófago de un solo chasquido, que no sé cómo lo podría hacer conscientemente, y por ello me siento orgulloso de esta lengua que habita mi boca. Una tontería, ¿verdad?
  15. Piedad. Conmigo mismo, con mis familiares y amigos, y también con los de otros pacientes y otros profesionales. Piedad es reconocer el impacto del sufrimiento en el paciente y sus familiares y tener conmiseración. La enfermedad cambia el curso de la vida de los pacientes. Ser enfermo es volverse frágil, es perder la integridad física y/o mental que caracteriza al ser humano. La piedad permite tener clemencia, entender lo que significa la enfermedad en el devenir personal, familiar, laboral y social del paciente.
  16. Placer. Uno cree haber perdido todo-todo, pero no, hay cosas que resurgen casi sin percibirlas, que se ponen en pie solas. El primer coito y orgasmo, un maravilloso placer. Tengo dos neuronas, una arriba (en el cerebro) y otra abajo (ya se sabe dónde)...¡y ambas han resistido al coronavirus!
  17. Ternura.  Ternura es tener una actitud de reconocimiento del “otro”, del prójimo (propios familiares, otros pacientes y sus familiares y profesionales de todo tipo) como humano doliente, que precisa de un afecto y delicadeza especiales. Es, en un ejemplo, dar la mano (por cortesía), pero dar un apretón cálido, que diga “aquí estoy, para ayudar con cercanía, sencillez y sinceridad, con el calor de un humano que identifica a otro humano que sufre”. Equivocadamente, la ternura sólo suele esperarse y/o exigirse en las relaciones amorosas, pero justo pacientes y familiares necesitamos ternura a chorro.

 

Síntesis
No es fácil enfermar y reflexionar sobre lo sucedido. Son tantas las fibras que toca la enfermedad que uno acaba estando en carne viva, poco dado a intentar emplear la lógica, sólo preocupado por el simple vivir.

He intentado dar unas pinceladas con brocha gorda de mi propia experiencia. Estoy seguro de que habrá quien sepa expresar más y mejor lo que he reflejado en estas líneas.

En cualquier caso estamos hermanados y compartimos gran parte de lo que nos sucede; por ello será fácil aprender de la experiencia colectiva de una pandemia covid19 que ha puesto de rodillas a una Humanidad mal preparada por insolidaria, y a unos políticos y científicos que han actuado como pollos sin cabeza incrementando el número de muertos y el sufrimiento con sus medidas sin fundamento, ni equidad, ni ética.

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Juan Gérvas, Doctor en Medicina, médico general jubilado, Equipo CESCA, Madrid, España. jjgervas@gmail.com @JuanGrvas https://t.me/gervassalud



 

8 comentarios:

  1. Gracias...el estilo y la belleza no se pierden...

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  2. Que chulo Juan G. Y Juan S. Que alegría da ver personas que quieren aprender y seguir. Y compartir. Conocerse es una verdadera revolución

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  3. Cada nueva lectura nos aproxima más a tí como ser humano, Juan, y es una generosidad que agradezco infinito!! Gracias por dejarnos ver a la persona detrás de la máscara!! Un abrazote!!

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  4. He leído sus tres crónicas, que me han acercado, a través del testimonio, a una experiencia tristemente compartida por tantos. Interesante y cercano poder asomarse a todos los recursos empleados, también a la vulnerabilidad extrema y la posibilidad de la muerte. Eso potencia la vida, ¡sea esta lo que sea! ¡Feliz recuperación y nos seguiremos encontrando en sus reflexiones, críticas, anhelos y proyectos para un mundo mejor!

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  5. Adelante!. Pero ojo que el maligno acecha.

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  6. Te agradezco mucho, Juan, tus textos compartiendo tu experiencia de enfermedad. Son escuela de humanidad.Un fuerte abrazo para Mercedes también

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  7. Juan, gracias. Simple y maravillosamente humano......

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  8. Gracias,por seguir.Un abrazo a yoda la familia

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