Las representaciones de la realidad en el sistema sanitario y el proceso que lleva a identificar o ignorar el sufrimiento humano. De cómo se crea un grupo de pacientes cuyo sufrimiento se niega, o no se entiende
La representación de la
realidad
Los seres vivos
interaccionamos con el entorno mediante los sentidos, que nos permiten generar
una necesaria representación de la realidad. En el caso de la especie humana
podemos ir más allá gracias a la ciencia y la tecnología; por ejemplo, nuestros
sentidos no nos permiten percibir las radiaciones ionizantes pero hemos sido
capaces de construir instrumentos que nos ayudan a representar esa realidad
negada a los sentidos.
Además, la especie
humana genera y transmite conocimientos de forma que el conjunto de
representaciones no es sólo individual sino social. Es decir, la forma en que
entendemos el mundo forma parte de la cultura de un lugar y de un momento
determinado. De hecho, se forman redes sociales en que se expresan formas de
comprender el mundo y hay una correlación de fuerzas que presiona para su
aceptación, con jerarquías reconocidas y un sistema de poder que define lo que
sea real o no. Por ejemplo, la “escucha de voces” que se suele aceptar sólo
como alucinación por la psiquiatría biológica.
“No sabe que no sabe”
Por ello, el personal
sanitario tiene una imagen del sufrimiento humano limitada a su representación
de la realidad, que interpreta como la realidad misma.
En otras palabras, “no
sabe que no sabe” y en muchos casos el sesgo implícito se acompaña de
arrogancia (hubris) y falta de sensibilidad hasta llegar a calificar
situaciones de gran sufrimiento que no se expresan según “lo esperado”, tipo
dolor, vértigo y prurito persistente, como “medically unexplained symptoms”
(MUS), síntomas médicamente inexplicables.
Se pretende ignorar que
las palabras están cargadas de ideología, como bien demuestra el llamar a los
países “empobrecidos” y no “pobres” (y “enriquecidos” y no “ricos”). En todo
caso, según el mito de la caverna de Platón, vemos sombras y creemos que las
sombras son la realidad (y llegaríamos a matar a quien quisiera sacarnos del
error).
Pacientes cuyo
sufrimiento se niega o ignora
Hay un grupo de
pacientes cuyo sufrimiento se niega, o no se entiende, que no son vistos, ni
oídos, ni tocados, ni reconocidos, ni pensados y ni siquiera imaginados; son
pacientes ignorados y rechazados, cuya dignidad y valía se desprecia y a los
que se dificulta el acceso efectivo a la necesaria atención sanitaria, como es
el caso de personas sin hogar, usuarios de drogas por vía parenteral,
prostitutas, analfabetos, encarcelados, recluidos en domicilio con enfermedades
crónicas, migrantes, gitanos, personas en situación de pobreza, mujeres
maltratadas, “escuchadores de voces”, discapacitados y otras personas
marginadas.
Son múltiples las
barreras que dificultan su acceso (lingüísticas, legales, administrativas, geográficas, horarias y otras) y algunas son crecientes como el foso digital que se está
creando con normas burocráticas que invalidan el posible efecto solidario de
una mejor comunicación electrónica.
Lo más duro es la
propia negación del sufrimiento pues es función básica profesional el escuchar
y dar fe del mismo, para poder poner el sufrimiento en el contexto personal y
social y para ofrecer procesos de atención que respondan a las creencias,
preferencias y valores de los pacientes.
“Enfermedades
importantes”
Por el contrario, hay
formas de sufrimiento, enfermedades y pacientes que se adaptan a “lo esperado”,
a la norma social y a la Clasificación Internacional de Enfermedades, y que
generalmente cumplen con criterios para tratamientos estandarizados, sean
farmacológicos, quirúrgicos, psicoterapéuticos o de otro estilo, que conforman
un grupo de pacientes con “enfermedades importantes” que “okupan” el espacio
sanitario, literal y metafóricamente.
Así, en atención
primaria, pacientes con diabetes, hipertensión, depresión, enfisema, asma,
reflujo gastroesofágico, disfución erectil, “niño sano”, hiperlipemia, obesidad, osteoporosis, “ojo
seco”, gripe, insomnio, fibrilación auricular, apnea del sueño, etc.
Son pacientes cuya
dignidad importa y que se “ajustan” a las guías de práctica clínica y a los
protocolos, para los que hay acceso efectivo,
medicamentos, terapias y pruebas y por ello consumen recursos inmensos,
en tiempo profesional, material y dinero. De hecho, se suele incentivar la
calidad de la atención a dichos pacientes con indicadores que incrementan su
importancia, en un círculo vicioso que contribuye a la exclusión de quienes no
se encuentran en el grupo de “enfermedades importantes”.
Detrás de una
“enfermedad importante” suele haber un medicamento, o tecnología
Las enfermedades “importantes”
introducen sesgos con grandes daños. Por ejemplo, la infección por
citomegalovirus durante el embarazo es la causa infecciosa más frecuente de
defectos al nacimiento, y en muchos casos provoca sordera. Su mejor prevención
es evitar la infección en la embarazada con el meticuloso lavado de manos
cuando cambian pañales, de bebés o de otras personas, pero raramente se enseña
tal pauta. Quizá haya que esperar al desarrollo de una vacuna contra el
citomegalovirus para que tal infección se convierta en “enfermedad importante”
y profesionales y pacientes compartan preocupación sobre la prevención de la
sordera consecuente a la infección por citomegalovirus.
Detrás de una
“enfermedad importante” suele haber un medicamento y/o una tecnología, a veces
una sociedad científica, y con frecuencia narrativas simples y falsas como
“niveles bajos de serotonina”, “obstrucción por el colesterol de las tuberías”,
“protector del estómago” etc.
¿Qué hacer?
Hay muchas respuestas
posibles, aquí señalamos algunas:
1)
Ser
conscientes de que nuestra cosmovisión es sólo una de las posibles, que hay
otras muchas tan válidas como la propia. Admitir con frónesis (prudencia) que
ignoramos tanto que hay que aprender cada día y siempre. Se trata de compartir
la ignorancia sin arrogancia (hubris) y aceptar que los pacientes son los
verdaderos expertos en su sufrimiento pues los profesionales solemos centrarnos
en sus enfermedades y no en sus vidas. Por ello, conviene “creer” en la
autonomía y las capacidades de pacientes, familias y comunidades, promover el
trabajo por pares y evitar el capacitismo en general.
2)
Poner
la dignidad del paciente por encima de la comodidad del profesional y romper
con flexibilidad las barreras para el acceso efectivo de los pacientes que más
lo necesitan. Así, horarios ajustados a necesidades, agendas no bloqueadas,
atención diaria a domicilio, trabajo en equipo, contención y minimización de
daños y riesgos, etc. En lo posible, no marginar más con servicios
especializados (cada profesional de atención primaria debería ser un
“todólogo”, “especialista en (casi) todo”). Además, acompañar aceptando las
ambivalencias y contradicciones de los pacientes y de los propios
profesionales.
3) Mantener
una adecuada formación continuada, que incluya también el cultivo de las artes
y el disfrute de la vida. Tan importante es leer revistas científicas como a
los clásicos griegos, por ejemplo. Tan importante es disfrutar del oficio y de
la profesionalidad en la consulta como “cuidarse” con el baile y la práctica
deportiva fuera de ella, en otro ejemplo.
4) Dominar
los idiomas de la población atendida y ser competentes culturalmente para poder
incardinarnos en las comunidades a las que servimos, e incentivar
apropiadamente dicha incardinación y conocimiento (incluye longitudinalidad,
polivalencia con equipos coordinados y el compromiso de permanencia en el mismo
puesto de trabajo).
5) Practicar
al tiempo una “Medicina Basada en la Cortesía” (MBC) y una “Medicina Basada en
lo que Hay” (MBH) de forma que no esperemos a trabajar bien cuando todo esté
bien. Ello en todo ambiente y lugar, desde la consulta en el centro de salud a
la enfermería en la prisión, pasando por el domicilio del paciente.
6) Sentir
que la responsabilidad clínica va más allá de la consulta y abarca
especialmente a los pacientes que no suelen consultar. El trabajo con la
comunidad es clave para dar respuestas apropiadas a los problemas locales.
7) Reconocer
la diversidad humana sin medicalizarla, ni etiquetar, ni estigmatizar. Nadie
pierde su dignidad por ser “raro”, ni por estar enfermo, ni por escuchar voces,
ni por vivir en pobreza, ni por sufrir un MUS, etc. Las enfermedades no son
castigos, ni crímenes, ni delitos, ni pecados, ni vergüenzas.
8) No
temer mostrar nuestra propia vulnerabilidad y poner las emociones en el centro
para romper las barreras intelectuales y las violencias estructurales en un
proceso de “escucha vulnerable” que disminuya la discriminación y la
marginación. Se trata de cambiar la correlación de fuerzas que daña
especialmente al grupo de pacientes sin “enfermedades importantes”.
Muchas gracias Juan por el excelente resumen, Cuanta gente guapa para abrazar y compartir!
ResponderEliminarCuestion crucial tratada excelentemente. Como parte del colectivo invisible me empodera y conmueve este texto, muchas gracias. Una extension al Estado del Bienestar son los articulos sobre colectivos percibidos por la poblacion como deserving y non-deserving, lo que lleva a que sistematicamente se apoyen las pensiones de jubilacion pero no asi la renta basica o la pension de incapacidad... Felicidades!
ResponderEliminarCuanta humanidad hay en este texto! Fantástica reflexión. Gracias por compartirla.
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