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jueves, 17 de enero de 2019

La Sanidad Eludida o el Síndrome de Dorian Gray


TEXTO DE LA CONTRAPORTADA:

"La sanidad española es una de las mejores del mundo", afirmamos. ¿Realidad o mantra anestésico? ¿Por qué, entonces, arrastra un insostenible, creciente e inflacionario 30% de gasto superfluo en todas sus dimensiones: antes, durante y tras la crisis, razón también de una preocupante iatrogenia? ¿Por qué, si es tan excelente, esa profunda desafección y desencanto profesional y esa fuga de más de 15.000 médicos en pocos años? ¿La solución de la gestión de lo público puede reducirse al recorte de la derecha o al incremento de impuestos de la izquierda? Si toda crisis es una oportunidad para la mejora, ¿por qué los diez años de la gran crisis mundial del 2008 no han provocado cambio alguno? ¿Es una cuestión de tecnología o es un problema de modelo de relación? Es momento de tomar decisiones, devolviendo el protagonismo a profesionales y pacientes. Sólo 7 acciones clave, con la Atención Primaria como eje, provocarán la eliminación de más de 200 efectos negativos del actual modelo. El análisis que encontrarás en estas páginas tiene un doble objetivo: por un lado, alcanzar la máxima resolución de las necesidades sanitarias existentes de la forma más efectiva, eficiente, equitativa y accesible y, por otro, procurar la sostenibilidad del sistema para poderlo legar a nuestros descendientes. El tiempo apremia. Aún podemos tomar las riendas y evitar la aparentemente imparable tendencia hacia un, cada vez más próximo, modelo mutualizado "a la americana", en el que la sanidad, que no la salud, será un servicio que sólo algunos se podrán comprar.




Presentación
Tras cinco años de trabajo, Ángel Ruiz Téllez publica La Sanidad Eludida o el Síndrome de Dorian Gray. El libro es un análisis crítico del sistema sanitario español dirigido a periodistas y políticos especializados en Sanidad, así como a gestores sanitarios y a profesionales del sector.

¿Qué has pretendido mostrar?
El trabajo es un análisis de lo intangible, del éter que mueve, realmente, las decisiones políticas, gestoras, profesionales y ciudadanas en relación con el sistema sanitario. No es una cuestión de recursos, como se viene repitiendo sin descanso. Es una cuestión de estilo, de modelo de relación-incentivo. La razón del porqué no funciona o de cómo podría funcionar, ser sostenible y efectivo, no está en los recursos, sino en los modelos de relación que nos hemos impuesto.

¿Qué te lanzó a escribirlo?
La deriva que sufrió el Sistema Sanitario español a partir de la crisis financiera y económica iniciada en 2008 y el análisis y desarrollo de propuestas que deben ser aplicadas de manera imperativa si no queremos que la sanidad derive hacia una mutualización a la “americana”.

¿Qué es lo que va a encontrar el lector?
El lector encontrará en el libro conocimiento sobre el alma de la organización sanitaria, entendida como el ente vivo que es y cómo hay que trabajar con ella. También encontrará acciones clave para reorientar el modelo actual, tan basado en la irresponsabilidad, hacia un nuevo modelo de relación-incentivo más acorde con la realidad epidemiológica, la sostenibilidad del sistema, el profesionalismo y, sobre todo, con la salvación de la Atención Primaria, lo más democrático del estado de bienestar y tan intensamente amenazada.


Dedicatoria (para ser leída)
Dedico este libro a mis colegas asistenciales de la Atención Primaria y a mis colegas directivos sanitarios.
¡Vietato lamentarsi![1] “Prohibido lamentarse y actúa para mejorar tu vida”, es el cartel que el Papa Francisco colgó en su habitación, tras regalárselo un psicólogo, en una audiencia papal.
Todo presidente autonómico, primero de todo, es Consejero de Sanidad, por ser esta cartera el 40% de su presupuesto. Sin embargo, es de la que menos se sabe y la que más se teme. Pese a que sea la partida más inflacionaria, suele encargarse a personas, rara vez conocedoras del medio y poco capaces de gestionar la mayor empresa pública del gobierno y de la CCAA, con miles de trabajadores y miles de millones de presupuesto o facturación. Comprobamos, gobierno tras gobierno, que es considerada, en el reparto de carteras, como una “maría”. Cualquiera vale.
Así nos va.
Tan incómoda es la cartera, pues no deja de crecer en gastos y en quejas ciudadanas, que, hasta el presidente Valcarcel de Murcia[2], pidió públicamente, que se recentralizara la sanidad, y ¿por qué no la educación?, y se la quitaran para “aliviarle” la tarea gubernativa, olvidando que la moneda que se entrega, en la delegación autonómica, no puede separar el poder, la cara, de la gestión de recursos, la cruz. 
Pero ¿cómo gestionar lo que es “inmejorable”?
La sanidad española es la mejor o una de las mejores del mundo y sus profesionales, excelentes”, mantra reiteradamente repetido por políticos temerosos de contar, públicamente, otra cosa que el éxito de lo que no se atreven a gestionar.
El silogismo prosigue su lógica: si es la mejor sanidad y tenemos estos problemas y nada de ello es cosa nuestra, es porque faltan recursos. Chan chán. Como el final del tango. Pues todos a pedir, desde el paciente, que lo quiere “todo por nada”, al profesional que quiere “más ($$) por menos (complicaciones o pacientes)”, o al político, que quiere “más (servicios) por menos (inversión $$)”.
Ante tal falta de autocrítica, sin salida nos vemos.
Es sorprendente que, en estos años en los que tanto se debate en relación con la independencia de las regiones, o de alguna de ella, se olvida que, en Sanidad, se es y se ha sido prácticamente independiente del todo, desde las transferencias de poder a las CCAA, hace décadas.
Sin esa independencia, no sería posible encontrar acciones tan monopolísticas como las de la informática sanitaria, tan perversas como la Ley de financiación sanitaria de Cataluña de 2014, de “pago por acto y alta hospitalaria”, tan amenazadoras como la venta de parte de la sanidad pública madrileña a multinacionales como Unilab o Centene, o tan excelentes como el PADI vasco, la política de trasplantes, la vacunación o la creación de Centros de Salud.
Pero por esa independencia, también mantenemos el modelo hospitalocéntrico, o el tremendo margen de beneficio en el PVP, por venta de fármaco, de las oficinas de farmacia, o el modelo funcionario en base a la irresponsabilidad financiera profesional, o el modelo de presupuesto hospitalario al déficit, en vez de establecerlo en base a una cápita, o el servilismo ante la BigPharma, etc. También, gracias a esa independencia.
Sin embargo, el uso de esa independencia, rara vez se emplea para la gestión, para la reorganización de esos modelos de responsabilidad y de Entorno Relación – Incentivo, que nos conducen a esta deriva inflacionaria. Como el adolescente acomodado espera que su padre le cubra los números rojos de la Visa, así esperamos que un FLA, el Cupo, o un crédito extraordinario nos rescate de nuestros particulares abismos.
Estos 10 años de crisis, por desgracia, no han servido para nada. No se ha cambiado ni un ápice el modelo inercial inflacionario por el que opera el SNS. Seguimos comportándonos y haciendo lo mismo que antes de ella. Como en la peor reacción personal ante una mala noticia, un cáncer, nos resistimos a aceptar la realidad. Esa realidad de que no es una crisis de “c minúscula”, de esas que sirven para mejorar, sino que se trata de una Crisis de “C” mayúscula, de esas que suenan a difunto, a cambio de paradigma, que precisan de toda nuestra atención y esfuerzo, para adaptarnos a ella.
Negación, ira, negociación, depresión y aceptación, las fases del duelo, y de la mala noticia.
Cuatro años de parálisis y desconcierto llenaron las direcciones sanitarias, tras el inicio de la Crisis. Independientemente del color político, todas las consejerías de sanidad estaban bloqueadas.
La Negación.
Por tanto, solo crecía el déficit.
Como en la ruta de la seda, los mercaderes, los comerciantes, las empresas tecnógicas, como yo, los nómadas, ante la oscuridad y opacidad “naturalmente” estructurada de las CCAA, nos convertíamos en los portadores de las nuevas e impresiones del mundo exterior.
Diez servicios de salud visité a finales del 2011. La pregunta era unánime: “¿Qué hacen los demás?”  Nada, pero tú puedes ser el primero. “No, no. Riesgo de poltrona cero”.
2012. Nuevo mantra: “Hemos gastado por encima de nuestras posibilidades y, por tanto, hay que recortar”.
La Ira.
La culpa es del otro, no de la gestión de los Gobiernos. También, la culpa es del diferente. El RD 16/2012 echó a un millón de españoles débiles sociales e inmigrantes, en su mayoría jóvenes y sanos. Por lo visto, eran culpables, también, de ese despilfarro. Nació el “recorte” como la verdadera herramienta de gestión. ¡Qué fácil! Tampoco hacía falta gestionar, ni “estar estudiao” para aplicarlo. De nuevo cualquiera, a ser posible sin escrúpulos, valía para directivo.
El recorte, culpabilizaba al otro y permitía desviar la atención sobre la irresponsabilidad gestora, permitiendo, al político populista, envuelto en la bandera de la patria, convencernos de su sacrificio por afrontar el patriótico deber de tener que tomar esa -tan simple y cómoda- tan dolorosa medida.
Los políticos de izquierdas, emergentes o no, se estancaban en la negación. ¡Más financiación, como sea! Los políticos de la derecha, emergentes o no se concentraban en la ira, la culpabilización externa y el recorte, como herramienta de gestión.
No falta mucho, dada la imparable tendencia inercial inflacionaria de nuestro sistema sanitario, para alcanzar el siguiente estadio, la negociación.
¿Cuánto falta para comenzar a oír que ciertos tipos de servicios o prestaciones han de ser sufragados por seguros privados, como si se tratase de un fondo de pensiones ante el menoscabo de la caja de pensiones?
¿A dónde vamos?
¿A dónde vamos si seguimos haciendo lo mismo, si seguimos sin aceptar (Aceptación) que estamos en una Crisis de “C” mayúscula, de esas de cambio de paradigma?
No parece muy aventurado decir que nos dirigimos hacia una americanización del modelo. A una descomposición de la sanidad pública, por su “natural” colapso inflacionario, y posterior Mutualización a la americana, en la que los ricos podrán comprarse unos servicios sanitarios, que, equivocadamente, creerán que son mejores que los que hoy recibieran en la sanidad pública, y en la que los pobres, con su Medicare de beneficencia, tendrán que asumir grandes crisis sociales, personales y laborales, ante cualquier cáncer o intervención grave que no podrán sufragarse.
Este libro, trata de por qué no aceptamos la realidad, para, llamando a las cosas por su nombre, mostrarla, y así tener el diagnóstico preciso para el tratamiento adecuado.
¡Vietato lamentarsi! Actúa.




[2] Valcárcel abre la puerta a devolver al Estado las competencias en Sanidad y Educación. El presidente murciano amenaza con solicitarlo si no recibe más fondos”. Accesible en: http://cadenaser.com/ser/2011/07/27/economia/1311723556_850215.html


Ángel Ruiz Téllez
Médico por la Universidad de Navarra y especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, con larga trayectoria asistencial y de gestión. Inquieto analista del comportamiento profesional, organizacional y de los sistemas de información expresado en múltiples publicaciones. Actualmente dirige CYMAP SL (Concepto y Metodología en Atención Primaria), empresa informática de creación de software sanitario de modelos de organización y gestión del conocimiento. 






"VIETATO LAMENTARSI"












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