La declaración de emergencia de salud pública de importancia internacional por parte de la OMS como reacción frente a la epidemia de un cuadro clínico respiratorio atribuidas a una, hasta ahora, desconocida variante del virus que se ha identificado como coronavirus 2019-nCoV, aparentemente justifica las espectaculares medidas preventivas que se han tomado en muchos países y el intenso despliegue informativo teñido de abigarrados tintes catastrofistas.
Aunque tal declaración -- según palabras del director general de la OMS-- no justifica "la adopción de medidas que interfieran innecesariamente en los viajes y el comercio internacionales, ni tampoco limitar el movimiento de personas". Asimismo, ha insistido en que todos los países deben tomar decisiones respecto a la enfermedad que "se basen en evidencias y sean coherentes".
La verdad es que los servicios de salud pública y particularmente de vigilancia epidemiológica de la China han actuado rápidamente registrando diligentemente bastantes casos de personas afectadas y las fechas de inicio de síntomas atribuibles a la infección, lo que sugiere que se ha difundido velozmente entre la población. Se ha registrado también información sobre la gravedad del cuadro clínico y las defunciones que se le atribuyen, pero faltan muchos datos para hacerse una idea suficientemente cabal del peligro que supone, más allá de especulaciones. Se trata además de una infección que provoca una gran variedad de manifestaciones clínicas, desde aquellas personas que permanecen totalmente asintomáticas -- aunque puedan ser fuente de infección-- hasta las que mueren a causa de ella, unas 260 sobre unos 12.000 casos a uno de febrero, es decir con una letalidad del orden del 2%.
Que se sepa, nadie ha descartado que el coronavirus 2019-nCoV fuera endémico en otros territorios distintos de la ciudad de Wuhan en la República Popular China. El aislamiento del virus en algunas personas, sobre todo si son asintomáticas y no han tenido contacto con ningún vector de transmisión infectado en Wuhan, podría deberse también a la presencia antigua del virus. Lo que, desde luego, es una especulación pero que si se confirmara pondría en cuestión la interpretación que hacemos de la situación.
Pero, incluso suponiendo que verdaderamente se trate de un nuevo virus con una extraordinaria capacidad de difusión, como son en general los coronavirus, las medidas preventivas que se establecieran deberían ser proporcionadas, y claro está, potencialmente eficaces o por lo menos razonablemente útiles. Sin olvidar que cualquier medida preventiva puede provocar también, además de los costes directos, consecuencias indeseables que en ocasiones son más lesivas que el problema que se pretende prevenir.
Los coronavirus son una familia numerosa. Fueron descritos por primera vez en la década de 1960 al aislarlos de las cavidades nasales de pacientes con un resfriado común. Se llaman así por sus puntas en forma de corona en la superficie. Hasta la fecha se han registrado treinta y nueve especies. Algunas afectan animales, pero otras -- siete hasta el momento -- pueden afectar a los humanos. La mayoría de las personas se infectan con estos virus en algún momento de su vida. En la mayoría de los casos levemente como en el caso de los resfriados comunes, pero el coronavirus (SRAS-CoV), identificado por primer vez en Asia en febrero de 2003 se considera responsable de 8.098 casos y 774 muertes. Todavía parece más patogénico el causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) atribuible a una cepa de coronavirus identificada por primera vez en Arabia Saudita en 2012.
En cuanto al coronavirus (2019-nCoV), también denominado coronavirus del mercado de mariscos de Wuhan, se detectó por primera vez en diciembre de 2019 y su secuencia genética se aisló mediante PCR (reacción en cadena de la polimerasa) a partir de una muestra obtenida de un paciente afectado por neumonía en la ciudad de Wuhan .
Con la información disponible, establecer cuarentenas a poblaciones de varios millones de personas es difícilmente justificable en base a la potencial eficacia de tal medida que más parece una demostración de poder policial. Tampoco han demostrado nunca utilidad las medidas de control de temperaturas en fronteras y aeropuertos. Actuaciones, eso sí, muy espectaculares y que por si mismas generan miedo y desconfianza, lo que fomenta además reacciones irracionales que pueden ser incluso contraproducentes.
Las consecuencias negativas de tales procederes no se limitan a las derivadas de las injerencias e interferencias en el trabajo, la economía y la vida cotidiana de las personas, sino que distraen el funcionamiento habitual de los servicios públicos, incluidos los sanitarios, que se someten a un estrés innecesario, como ocurrió durante la pasada pandemia gripal. Y desde luego, no fomentan la confianza en las autoridades sanitarias. Lo que puede conducir, esperemos que no ocurra, a desacreditar de tal forma las alarmas que cuando estén realmente justificadas no sean adecuadamente respetadas como en la fábula de Pedro y el lobo.
Andreu Segura Benedicto
Asi es hermano Lobo en esta crisis global hay gato escondido...
ResponderEliminarI despres de tots aquests mesos de gestio erratica per part de l'administració i de desorientació de la ciutadania en general, Dr. Segura, com descriuria la situació? . Rosa Eritja
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