Mi presentación dentro de la Jornada Comencemos a mejorar la atención primaria de salud, organizada y celebrada en el Colegio de Médicos de Zaragoza el pasado 20 de junio.
A modo de resumen
Es
evidente que la reforma ligada a la creación de los centros de salud y la
especialidad de medicina de familia supuso una mejora importantísima respecto
de la situación previa. Pero decir esto, treinta años después, es decir ya
poco. Probablemente, la principal aportación de la atención primaria durante
estas tres décadas ha sido en términos de equidad. La atención primaria es el
principal dispositivo contra la inequidad que tenemos en la sanidad pública.
Pero afirmar esto no implica dejar de reconocer como el estancamiento y la
parálisis dominan nuestra atención primaria en un modelo casi agotado.
Como
en el cuento, la atención primaria está desnuda (poca financiación, poco poder
dentro del sistema, etc.) y descalza (nula autonomía micro-organizativa). Por eso nuestra atención primaria
necesita cambios. Es posible mejorar. Pese a todo, es posible evitar la
descomposición. Es posible llegar a tener una atención primaria mejor para
todos, una atención primaria querida por todos y de la que nos sintamos todos orgullosos.
Nuestra atención primaria necesita más recursos económicos. Pero eso no es
todo, ni tan siquiera lo más importante. Debe evolucionar. Necesitamos una
atención primaria adulta, en donde los mejores puedan desarrollar todo su
potencial profesional y se les reconozca por ello, en donde la capacidad de
auto-organización y auto-dirección de profesionales responsables pueda
desarrollarse y en la que ni profesionales ni pacientes sean su combustible.
La atención
primaria siempre ha estado muy tutelada por la Administración. En la mayoría de
los países desarrollados es impensable que a los médicos de familia se les diga
cómo tienen que organizarse hasta el mínimo detalle en sus consultas y centros
de trabajo. Pero esta tutela, que al principio de la reforma pudo tener cierto
sentido y percibirse como apoyo, ha devenido en rigidez, ha reprimido el gen
profesional del médico de familia y ha anulado la posibilidad de que desde
abajo surja la diversidad micro-organizativa.
No podemos
seguir siendo una organización de “funcionarios”, en el sentido del término que
más desentendimiento conlleva, cuyo fin es realizar sin más unas tareas
asignadas dentro de un horario establecido y bajo una normativa que regula
hasta el más mínimo detalle: lo más alejado del deseable profesionalismo. Un
profesionalismo que sólo puede ser asumido por una atención primaria fuerte,
bien dotada de recursos, con capacidad de decisión clínica y organizativa, liderada
por unos profesionales que asuman riesgos, rindan cuentas y no se resignen a una
tutela paternalista de la administración que se ha revelado incapaz de hacerla
evolucionar.
Nuestra
sanidad pública actual poco tiene que ver con la de hace tres décadas. De las
insuficiencias de entonces hemos pasado a una sanidad en la que se producen más
actuaciones inadecuadas por exceso que por defecto. Esta medicina de excesos ocurre
cuando se confunden hiperactividad y proactividad. La fragmentación de la
atención cada vez más prevalente en el mundo hospitalario contribuye a ello.
Hay pacientes sobre los que se actúa en exceso al tiempo que se actúa de menos,
o sencillamente no se actúa, en otros en los que sí se debería y no se hace
porque no demandan o porque tienen mayores dificultades de acceso. La
ineficiencia, la inequidad, la irracionalidad y el daño por hiperactividad son
las consecuencias inmediatas, a menudo silenciosas e invisibles. Necesitamos
una atención primaria y un médico de familia con mucha mayor capacidad para
actuar de forma proactiva en la reducción de las desigualdades de acceso y como
antídotos de la hiperactividad y la medicina de excesos.
Los
pacientes saben muy bien que cuando encuentran un buen médico o enfermera de
familia, encuentran un tesoro. Pero no se puede estimar lo que no se conoce. En España tenemos una dualización sanitaria que atenta contra la equidad
y la eficiencia. Determinados grupos socioeconómicos poderosos e influyentes no
cuentan dentro de su esquema de atención sanitaria financiada públicamente con
un médico y enfermera de familia con cupo identificable, agente del paciente y
su familia, que atiendan de inicio todo tipo de problema de salud de forma
longitudinal. Se trata del “descremado sociológico” de la atención primaria. Se
priva así a ésta de la mayor capacidad de influencia que tienen para hacer que
mejoren las cosas los grupos sociales más formados, informados e influyentes. La
atención primaria debe ser para todos o nunca será.
La atención primaria es, probablemente, el ámbito de
nuestra sanidad donde más convenga mantener o incrementar los recursos,
especialmente si se introducen en ella los cambios estructurales que anulen la
dualización del sistema, reduzcan el “gradiente social en salud”, promuevan la
proactividad necesaria y reduzcan la hiperactividad inadecuada. Sin la atención
primaria, y especialmente sin los médicos de familia, es sencillamente
imposible una regeneración de nuestra sanidad que reduzca sus bolsas de
ineficiencia e irracionalidad y amplíe su deseabilidad social.
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Repercusiones de la Jornada:
Acta Sanitaria:
Médicos de Zaragoza piden reducir gasto hospitalario y aumentar el de Primaria
El Médico Interactivo:
“Tenemos una Sanidad pública universal de facto, no de iure”, dice Juan Simó en el CM de Zaragoza
Médicos y Pacientes:
El Colegio de Médicos de Zaragoza reitera
su compromiso con la mejora de la Atención PrimariaActa Sanitaria:
Médicos de Zaragoza piden reducir gasto hospitalario y aumentar el de Primaria
El Médico Interactivo:
“Tenemos una Sanidad pública universal de facto, no de iure”, dice Juan Simó en el CM de Zaragoza
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