Vistas de página en total

lunes, 22 de abril de 2024

MFyC en la elección MIR – Una aproximación narrativa de un R1 de MFyC anónimo

He seguido con tristeza la adjudicación de plazas MIR que terminó el pasado viernes 19 de abril. Con respecto al año pasado, y con 962 aprobados adicionales, se han elegido 220 plazas menos de MFyC, por lo que quedan sin adjudicar 459. Hace casi un año comencé mi andadura como residente de Medicina Familiar y Comunitaria, mi primera opción. No pretendo hacer un análisis objetivo de la situación; tampoco presentar propuestas políticas o técnicas para paliarla. Sin embargo, espero que estas pinceladas subjetivas aporten algo de color al retrato del problema. Todos y cada uno de los ejemplos y anécdotas presentados son verídicos. No obstante, como en cualquier aproximación narrativa escrita desde la experiencia individual, cometeré inevitablemente generalizaciones injustas; las excepciones a lo expresado no deberían darse por aludidas.

Cuando comencé mi residencia en el Centro de Salud, éste afrontaba las vacaciones de verano con un déficit de dos médicos. Mi tutora entraba antes de las 8:00 y nos íbamos siempre más tarde de las 15:00, muchos días sin parar ni 10 minutos. Doblábamos consulta varias veces por semana. Celebrábamos como un milagro cada minuto que conseguíamos dedicar a la docencia o actividades más allá de lo asistencial. No era para menos con una media de 40 pacientes al día.

Aun así, no perdí ni un ápice de mi ilusión por la especialidad. Tampoco aminoró mi convicción sobre su importante contribución a la sociedad. Intuyendo que no era del todo cierto, me intentaba convencer (o autoengañar) de que los problemas de la Atención Primaria se debían a un sistema sanitario público deteriorado en su conjunto, que descuidaba por igual todas sus parcelas.

Casi desde el primer día, reparé en ciertas dinámicas cuyas implicaciones me disgustaron. Estas sensaciones dieron pie a interrogantes que han ido creciendo con el transcurrir del tiempo. Por un lado, la restricción para solicitar determinadas pruebas diagnósticas solamente para los Médicos de Familia me resultó incomprensible. En el mismo sentido, las interconsultas y derivaciones, siempre unidireccionales, ocasionalmente con respuestas desafortunadas, parecían subrayar la existencia de dos castas médicas en la sanidad pública; parecía que mi tutora y yo formábamos parte de la clase jerárquicamente inferior. ¿Será que no somos iguales a los especialistas hospitalarios?

Por último, me dolía cuando algún paciente nos trataba como si fuéramos un mero obstáculo para acceder al médico de verdad: «El Especialista». Afortunadamente, el aprecio y cariño de la mayoría compensaban estos desagradables encuentros, lo que no impedía preguntarme: ¿Será que no saben lo que hacemos?

Semanas después de comenzar la residencia, las guardias en Urgencias hospitalarias fueron mi primer contacto con el Hospital. Mi autoengaño sobre el similar descuido en todas las parcelas del sistema comenzó pronto a tambalearse. Si en mi Centro de Salud faltaban dos de los ocho médicos desde hacía tiempo y, además, debían suplirse entre ellos las bajas, permisos y vacaciones, la dotación de adjuntos en el servicio de Urgencias resultó ser más que suficiente. Era comprensible, pues las condiciones laborales (carga de trabajo, apoyo, recursos) y las retribuciones también mejoraban con creces las de Atención Primaria. ¿Será que no somos iguales? 

Conocí entonces eso que llaman «guardias» pero que en determinados servicios consiste precisamente en lo contrario a estar “en expectativa de trabajo”. Pronto entendí por qué resultan el principal determinante de malestar entre los residentes, a pesar de que tengo el raro privilegio de poder dormir en torno a 3 horas en cada guardia. «Malestar» no transmite bien lo que supone dedicar varios días al mes a trabajar 14 o 17h casi ininterrumpidamente con la angustia que produce la falta de experiencia y, por supuesto con excepciones, la más escasa supervisión.

Unas pocas horas en Urgencias me bastaron para inundarme de rabia e impotencia: la deplorable situación de los residentes podría evitarse fácilmente, y ni siquiera haría falta aumentar el personal del servicio. Muchos adjuntos, de nuevo con honrosas excepciones, no veían casi ningún paciente en todo el día, desaparecían durante horas, dormían mucho más que nosotros y, lo más grave, dejaban la Urgencia a nuestro cargo gran parte de la noche. Si mi tutora en el Centro de Salud nunca me dejaba solo cuando yo llevaba la consulta, si pese a la saturación conseguía encontrar minutos para la docencia, ¿cómo se puede tolerar la escasa supervisión y la ausencia de docencia en condiciones mucho más favorables?

Este malestar, una mezcla de agotamiento, angustia y rabia, empeora con la expectativa de continuar con este tipo de jornadas hasta que termine la residencia. A diferencia de los MIR de otras especialidades, que reducen sus guardias en Urgencias conforme pasan los años, los MIR de MFyC seguimos haciendo guardias todo el tiempo, incluido el último año cuando estamos en el centro de salud. ¿Será este uno de los determinantes de la escasa elección de mi especialidad? Desde luego, este año los R0 han preguntado mucho más por la supervisión en Urgencias, quizá debido a la publicación de cierto mapa... En cualquier caso, la formación en MFyC es mucho más que las guardias en el hospital, y a mí me apasiona. Y aunque a veces cueste, intento recordarlo para no desmotivarme y no perder la ilusión.

En Urgencias, asistí por primera vez a la sesión clínica más repetida en el hospital. Se imparte a diario, en casi todos los servicios. No trata sobre enfermedades, técnicas diagnósticas, nuevos tratamientos o proyectos de calidad. No. Consiste en ridiculizar la derivación o el manejo de un paciente por parte de un Médico de Familia. Aunque la crítica constante entre compañeros de distintas especialidades es frecuente y multidireccional, las palabras hacia la MFyC contienen siempre un toque adicional de condescendencia. ¿Será que no somos iguales?

Pese a la ubicuidad de esta crítica, me dolió especialmente escucharla de los médicos de Urgencias. De quienes, por su formación mayoritaria como MFyC y por la cercanía de trabajo entre AP y Urgencias, esperaba compresión y apoyo encontré todo lo contrario. ¿Será que se les ha olvidado cómo se trabaja en AP? En cualquier caso, me sigue costando contener la rabia cuando las críticas se producen desde ámbitos con condiciones, apoyo y recursos mucho más favorables que en nuestros Centros de Salud. ¿Será que no saben lo que hacemos, ni en qué condiciones trabajamos?

Poco después de comenzar con las guardias emprendí mi largo peregrinaje formativo por las distintas especialidades hospitalarias. En el hospital y en sus consultas externas, por supuesto con alguna excepción, encontré un ritmo de trabajo mucho más razonable que en el  centro de salud. Por ello, rápidamente descarté del todo la hipótesis del similar descuido de todo el sistema sanitario. ¿Será que no somos iguales?

En ocasiones, observé un desempeño escandalosamente laxo que, aún así, se premiaba con el perverso incentivo de las peonadas y otros complementos equivalentes. En definitiva, un plus por aquí, otro complemento por allá, conseguían que, a igualdad de trabajo efectivo entre AP y el hospital, la retribución del segundo siempre parecía superar la del primero. En el mismo sentido, observé también que los jefes de servicio del hospital gozaban de unas condiciones y una retribución mucho más favorables que las de los coordinadores de Centros de AP. ¿Será que no somos iguales?

Siguiendo con el hospital, me sorprendió, por el brutal contraste con lo que conocía de AP, la flexibilidad para dedicar parte de la jornada laboral a la docencia o a la investigación. También fue una novedad conocer el apoyo de las direcciones para la modificación de las condiciones de trabajo o para la creación de comisiones con diversos objetivos. ¿Será que no somos iguales?

Más allá de lo estructural, la existencia de dos castas se hacía muy explícita en los escasos pero intolerables comentarios de algunos médicos hospitalarios. Hace pocos meses, me presenté en el servicio de la especialidad hospitalaria focal en la que me tocaba rotar. Uno de los médicos, mientras me explicaba los objetivos de la rotación, me aclaraba: «es que en Primaria vais flojos en todo, consultáis demasiado. Veis un asterisco y, sin más, lo deriváis, y así os desentendéis del problema. Así cualquiera trabaja». Esto lo dijo delante de un estudiante de medicina que, dentro de un año, se enfrentará a la elección MIR. El currículum oculto se enseña a viva voz y ya no parece tan oculto.

Procedió a continuación a pasar una consulta cuya carga de trabajo, pese a programarse para toda la mañana y pese a contar con apoyo administrativo y de enfermería, requirió el desempeño equivalente a dos horas de la consulta de mi tutora en el Centro de Salud. Por supuesto, comenzó mucho después de las 8:00 y se fue mucho antes de las 15:00. «Así cualquiera trabaja». Desde luego que no somos iguales.

Afortunadamente, son pocas las personas que expresan semejantes comentarios en voz alta, al menos delante de nosotros los MIR de MFyC. No obstante, esta concepción de la AP es la que parece predominar en el hospital. Como he explicado antes, mucho más habitual y aparentemente aceptada es la rutina diaria de ridiculizar interconsultas.

También, como ahora está de moda apoyar (de palabra) la AP, se escuchan frecuentemente comentarios tan bienintencionados como vacíos y condescendientes. «Qué importante lo que hacéis en AP», que suena, más bien, a «lo que sea que hagáis en AP». Aunque duele más cuando parece que la única función válida de la AP es la supeditada al hospital: el dichoso «filtro» o «la entrada» del sistema. ¿Será que no saben lo que hacemos?

Efectivamente, no saben lo que hacemos, y por supuesto que no somos iguales. No lo digo en referencia a esa fantasía en la que un especialista hospitalario consulta a un médico de familia acerca del paciente que tienen en común. Tampoco pensando en la utopía en la que el hospital solicita que un profesional de la AP imparta una formación.

No saben lo que hacemos y, por eso, muchos especialistas hospitalarios asumen que tienen competencias para sustituir al Médico de Familia. Parece que, una vez el paciente ha pasado «el filtro» y ya se encuentra en el territorio de los verdaderos médicos, puede librarse de enfrentarse de nuevo al obstáculo de la AP. Un ámbito en el que no se aporta valor, en el que no se resuelven problemas; solamente se redirigen mediante interconsultas y derivaciones.

Ocurre, por ejemplo, cuando en consulta de Digestivo el paciente comenta un pequeño temblor y la respuesta inmediata del especialista de digestivo es derivar a Neurología. O, aún peor, cuando en consulta de Endocrino el paciente indica que sufre dolor lumbar y se le encomienda acudir a su «MAP», no para que le valore y actúe en función de lo que considere («qué importante lo que hacéis en AP»), sino con instrucciones específicas: «que su médico le solicite una resonancia y le envíe al traumatólogo». ¿Será que no somos iguales? ¿Será que no saben lo que hacemos?

Lo gracioso, si es que se le puede encontrar algo positivo a la situación, es que de esta forma ni siquiera parecen darse cuenta de que están obviando incluso la función de filtro que dicen encontrar tan importante. «Consultáis demasiado…», pero cuando el paciente indica una molestia de otro aparato, se le deriva directamente o se le instruye para que lo haga el secretario técnico de la atención especializada, «su MAP». ¿Será que no saben lo que hacemos?

Los especialistas «de verdad», los que no saben lo que hacemos, y a quienes, desde luego, no somos iguales, son quienes frecuentemente ocupan cargos en colegios médicos, sindicatos, jefaturas de servicio, direcciones, gerencias, consejerías. Su visión de la AP condiciona el trabajo en este ámbito, las condiciones laborales, nuestra relación con el hospital. Si somos la versión demo de los médicos de verdad, de los médicos premium; si no aportamos saber propio ni valor adicional… apenas podremos aspirar al puesto de secretaría técnica al que parece que se nos quiere relegar.

Desconocer lo que hacemos tiene otras consecuencias adversas. Me acabo de enterar de que ha aumentado la contratación de médicos sin especialidad en Centros de Salud de mi provincia. Quizá el párrafo anterior ayuda a comprender el porqué. Será que no saben lo que hacemos. Será que no somos iguales. Aunque tampoco parece haberse producido una contestación contundente desde la MFyC. Soy casi R2 y me da miedo pensar en lo que ocurrirá cuando termine. ¿Servirá de algo mi especialidad? ¿Será como no tener nada?

Por todo lo anterior, no he terminado de comprender algunos mensajes que desde la Medicina de Familia se han dirigido a los MIR para fomentar la elección de nuestra especialidad. Yo mismo la he recomendado a varios compañeros y compañeras, porque estoy convencido de su enorme valor y atractivo. Pero lo he hecho siempre señalando la cara oscura de la MFyC. No comparto algunas descripciones idealizadas del trabajo en AP que he leído estas últimas semanas. Mensajes que no mencionaban sus problemas más acuciantes, sus complicaciones diferenciales. Con estas comunicaciones corremos el riesgo de autoengañarnos, de terminar creyendo que los problemas de la AP no son para tanto o que se consiguen compensar con «lo maravillosa que es la especialidad». Nos arriesgamos a perder la chispa de rabia que fundamenta la lucha y la reivindicación.

Es verdad, la MFyC no es tan poco atractiva como señalan los medios año tras año. Dan cuenta de ello distintos estudios publicados últimamente. No obstante, desde la perspectiva de las necesidades del sistema y de la sociedad, no cabe duda de que su atractivo es muy insuficiente y no se fundamenta, precisamente, en el ejercicio profesional en el  centro de salud. Además, en los últimos puestos de la adjudicación MIR, cuando se opta entre la MFyC y la nada, quizá no sea correcto hablar de que «se elige» MFyC.

En cualquier caso, aunque las cifras de elección MIR aportan información valiosa, mucho más útil sería fijarnos en cuántos residentes terminarán la residencia. Aún más, cuantificar cuántos de ellos terminarán trabajando en AP. Tengo muchos compañeros que tienen claro que cuando terminen no trabajarán en un centro de salud. Otros tantos aseguran que repetirán el MIR para hacer otra especialidad. No me extraña. Desde nuestra perspectiva, parece que la única salida como MFyC con buenos contratos está en Urgencias, y parece que, con escasas excepciones, cualquier otro especialista ejerce su profesión en la sanidad pública en condiciones mucho más favorables que las que se dan en los Centros de Salud.

Casi un año después de empezar mi residencia en MFyC, y pese a los desencantos, sigo convencido de que elegí bien. Sigo creyendo firmemente en el atractivo de la MFyC, sigo defendiendo su valiosa aportación a la sociedad. Sin embargo, si para quienes entramos convencidos resulta difícil mantener el orgullo y la seguridad con lo que hacemos, no quiero imaginar por lo que pasan aquellos para los que la MFyC era segunda, tercera, cuarta o única opción.

Como decía al principio, no pretendo desarrollar propuestas políticas o técnicas para mejorar la situación. Este texto, más que con análisis, está hilado con pálpitos. Ahí van las últimas corazonadas.

Creo firmemente que la solución no pasa por convencer a la casta superior de nuestra valía, mediante campañas, discursos, comunicados y discusiones. Ya es lugar común hablar de «lo importante que es la AP», pero la situación no solo no ha cambiado un ápice sino que ha seguido empeorando.

Si hemos llegado hasta aquí es porque en ningún momento nos hemos plantado de forma contundente ante los progresivos abusos de gestores, direcciones y consejerías. Quizá por el propio espíritu de la MFyC, por nuestra cercanía al paciente o por nuestra orientación comunitaria, hemos seguido realizando nuestro trabajo como hemos podido. Este espíritu quizá sea también nuestra condena. En primer lugar, refuerza a quien aprieta la soga, puesto que observa con satisfacción cómo el trabajo sigue saliendo pese a la reducción de recursos. Y la consecuencia del reforzamiento es el aumento de la probabilidad futura de la conducta reforzada: volverán a apretar, volveremos a sacar el trabajo, volverán a apretar...

A largo plazo, sufrirán nuestros pacientes, sufrirá la sociedad y sufriremos nosotros. No solo se deteriora la función de la AP, y por tanto la de todo el sistema; empeoran también nuestras vidas profesionales y personales, empeora el atractivo de nuestra especialidad tal y como hemos vuelto a comprobar este año.
 
La Atención Primaria no es la única parcela descuidada del sistema sanitario, pero su descuido es extraordinario. No hay más que ver la incapacidad del sistema para atraer a los MIRes a la MFyC y a los MFyC a la AP. Una situación extraordinaria requiere medidas extraordinarias para hacer de los Centros de Salud una opción laboral atractiva. Pero dichas medidas difícilmente llegarán por decisiones de aquellos que no saben lo que hacemos, de quienes no nos ven como iguales, de quienes nos quieren relegar a la función de secretaría técnica.

Y sobre todo, difícilmente llegarán si continuamos respaldando a quien aprieta. Si no somos secretarios técnicos, quizá deberíamos dejar de comportarnos como tales. Si las agendas de los Centros de Salud son inasumibles, quizá deberíamos dejar de asumirlas. Si no se puede trabajar bajo determinadas condiciones, quizá deberíamos dejar de trabajar mientras persistan.

La Medicina Familiar y Comunitaria es una especialidad maravillosa capaz de aportar mucho valor a la sociedad. Yo estoy convencido, al igual que los compañeros y representantes de la especialidad que han intentado fomentar la elección de MFyC en la adjudicación de plazas MIR.

Por desgracia, ha quedado de manifiesto que los nuevos MIR no olvidan con palabras bonitas el curriculum oculto que han aprendido durante la carrera, lo que conocen de la residencia de MFyC y lo que escuchan acerca de sus salidas laborales. Las palabras bonitas no compensan la tragedia de nuestra Atención Primaria: no somos iguales, no saben lo que hacemos. Quizá tengamos que cambiar de estrategia.


28 comentarios:

  1. Bastante de acuerdo con el análisis. Quizá también incluiría una parte de autocrítica dentro de la especialidad. No todo esto se debe al maligno Hospital y al ignorante gestor. Tampoco al médico de familia buen samaritano que hace su trabajo como puede y no dice ni una sola palabra a pesar de estar carcomido por dentro. Dentro de la Medicina Familiar y Comunitaria hay mucho compañero acomodado en la gestión de la burocracia que quiere tener la clínica y todo mínimo acercamiento a la complejidad lo más lejos posible. De hecho, es probable que haya una "mayoría silenciosa" en la que eso ocurre. Que hacen lo justo y exigible y que tienen cierta correspondencia con aquello que piensan de nosotros desde fuera. Porque no nos engañemos. Si todos fuéramos tan reivindicativos y estuviéramos todos del mismo bando ya nos habríamos puesto de acuerdo para tomar medidas un poco más serias, aun con las diferencias de visión que podamos tener. El cambio en la Atención Primaria será desde dentro hacia fuera, pero las resistencias desde dentro no se pueden obviar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Totalmente de acuerdo!!!

      Eliminar
    2. Tienes gran parte de razón, yo mismo me he visto en varias ocasiones replanteándome si merecía la pena toda la formación extra que he estado haciendo pues, a la hora de la verdad, en consulta difícilmente podía llevarla a cabo, en infinidad de ocasiones, haber tenido pacientes que por haber estado con ellos 15, 20, 25 min en consulta, con cuidadosa exploración, revisión de analíticas, incluso estos últimos meses poder hacer uso del nuevo ecógrafo.. ya vas toda la mañana con un retraso difícilmente salvable.. al final la presión a la que te ves sometido, entiendo que puede hacerte caer en ejercer de secretario técnico y salir cortando a las 15 para casa..
      Lo único que envidio de los compañeros del hospital es su gestión de agendas con 20 min por paciente y sin apariciones marianas diariamente

      Eliminar
  2. La aportación del residente puede parecer exagerada pero aunque lo fuera tiene profundas raíces en la realidad cotidiana. Asumiendo que soy un pesado irredento no me queda otra que seguir pidiendo a los que tienen hoy capacidad para abordar los problemas que la ejerzan. Otros no pudimos o supimos hacerlo en su momento y no dejaremos nunca de lamentarlo. Combinar autocrítica, orgullo y esperanza puede parecer una trilogía imposible, utópica, pero hay que mantenerla si queremos evitar que los problemas lleguen a carecer de solución

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DESDE HACE AÑOS TRAGAMOS CON TODO Y ASI NOS HA IDO. NO HAY VUELTA ATRAS

      Eliminar
  3. Está todo ya perdido y todo por nuestra culpa. Condenados a la extinción. Ya no hay remedio en AP

    ResponderEliminar
  4. Estoy totalmente de acuerdo, una reflexión muy acertada de la situación actual de la atención primaria, y da mucha pena porque si el primer nivel falla , caerá toda la asistencia sanitaria , no hay q ser un genio para verlo. Espero q no esté herida de muerte, por lo q nos toca en mi caso dentro de un año q pasaré de formar parte de la atención primaria durante más de 38 años a una usuaria del sistema.

    ResponderEliminar
  5. Ojalá alguien de esos que no saben lo que hacemos ni nos consideran iguales, y no hablo de los compañeros hospitalarios, sino de los gerentes, leyera tu escrito y tomara cartas en el asunto... Pero tras veinte años trabajando para distintas administraciones, mi esperanza va siendo cada vez más escasa... Suerte y ánimo... Y si te sirve de algo mi experiencia, vente a la medicina rural!!

    ResponderEliminar
  6. Me siento muy identificada con tu narrativa. Muy de acuerdo con lo que expones, una situación difícil pero a la vez siento que desprendes esperanza. Yo fui una de esas residentes que al acabar se ha dedicado a otra cosa, forense en mi caso (aprovechando que no piden especialidad). He querido volver a la AP, lo hice, aguanté algo menos de 1 año, fracasé y de momento aún no he vuelto a intentarlo. lo que escribes me recuerda mucho a mis memorias anuales de residencia, donde ponía a caldo a unos cuantos, pero tambien hacía mucha autocrítica, que creo es lo que te ha faltado, un pelín, como explica Rubén más arriba. Tenemos un grave problema con los infiltrados, el caballo de troya de la AP, como yo llamo a tantos compañeros que le hacen el juego sucio a gerentes y demás, obteniendo sus prebendas. Luchar por una AP con un enemigo así dentro es muy difícil y desgasta mucho más que la sobrecarga asistencial. De todas formas, pienso que hay esperanza, gente como tu, tantas y tantas residentes y adjuntas que cada día en sus consultas hacen lo que pueden con lo que tienen, sin desfallecer. Para vosotras, mi más sincero agradecimiento

    ResponderEliminar
  7. Triste, pero verdades como puños

    ResponderEliminar
  8. Es cierto que falta autocritica. Hace lustros que, al margen de la presión asistencial, los médicos de familia han colaborado a ir reduciendo la especialidad. Lo de "comunitaria" quedo en la prehistoria. Huyendo de las guardias, visitas domiciliarias o relacion con entidades del barrio. Pero por encima de esa parte de culpa propia, lo fundamental está en lo que denuncia el relato. Pese a sueldos y horarios parecidos, algo tremendo debe hacer la administración y la sociedad con los y las médicos de familia para que los nuevos médicos no la quieran como opción. La sobra de plazos debiera llevar a la administración a reflexionar y actuar. ? Que le estamos haciendo a los médicos de familia?

    ResponderEliminar
  9. Gracias por escribir esto. Muy necesario

    ResponderEliminar
  10. Me ha encantado. Yo llevo años trabajando en la urgencia prehospitalaria como técnico y actualmente me encuentro en 6 de Medicina, cuando me preguntan que elegiré les digo que me gustan tanto las urgencias como la primaria, porque hice Medicina para ser médico y no especialista de una subespecialidad de la especialidad. Muchos se podrán quejar, pero la realidad es que no existen médicos más completos que esas dos especialidades donde se ven todas las patologías de todas las especialidades, donde se debe conocer el cuerpo en su conjunto y no cada parte por separado, donde se debe hacer psicología, y conocer al paciente y entender el sistema .
    Me ha gustado mucho tu escrito

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me ha encantado el escrito y me ha encantado tu respuesta. Enhorabuena a los dos y mucho ánimo. Los usuarios de la sanidad necesitamos gente así.

      Eliminar
    2. IENES TODA LA RAZON, ESTUDIAR MEDICINA PARA DEDICARTE A UNA RAMA ES UN POCO DECEPCIONANTE. HAZTE MF Y SI TE FORMAS DESDE PV PSICOLOGICO (UNED...) MIEL SOBRE OJUELAS, LUEGO HABRA QUE BUSCAR LA MANERA DE QUE PUEDAS DESARROLLAR TODO TU INGENIO, QUIZAS LA MEDICINA RURAL PUEDA SER UNA VIA COMO REFIRE ALGUNO DE LOS COMPAÑEROS...SALUD

      Eliminar
  11. Impresionante entrada, desde todos los puntos de vista. Se trata de un R2!! Es sorprendente la capacidad para describir y analizar lo que compruebo que reinterpreta con la misma música y con la misma letra, lo que ya resonaba de igual modo hace 40 años y que no ha hecho sino empeorar. Es un R2 anónimo, por motivos obvios. Dice muchas cosas, da (recuerda) muchas claves para ayudar a entender qué pasa en el hospital y qué pasa en atención primaria. Habría muchas cosas que comentar con este texto, desde luego.
    Gracias al R2 anónimo.

    ResponderEliminar
  12. Cuando la AP haya desaparecido, escucharemos los lamentos.

    ResponderEliminar
  13. Totalmente de acuerdo con el análisis. Respecto a las medidas por las que pasa esto, hay dos que me faltan, y las dos relacionadas. Una, las unidades docentes, al menos en mi Comunidad (Galicia), están dirigidas por compañeros afines al partido gobernante, al igual que los gerentes de Area (¿necesitan ser de un partido determinado y cambiar cada 4 años?). Por otro lado, la Atención Primaria no está orientada como conductor del autobús del sistema sanitario (más bien un pasajero mal llevado) y no existen gerencias de Atención Primaria propias, y los supuestos "representantes" de AP en las gerencias vuelven a estar nombrados por el mismo "partido" cada 4 años nuevamente. Así, no es posible solución alguna.

    ResponderEliminar
  14. ¿Impresionante entrada?; a mi me resulta absolutamente lógico y real lo que cuenta. La clave es el porqué esta valoración resulta impactante, el porqué tan poca gente lo denuncia a lo largo de tantos años, porqué los gestores desconocen, o peor aún, ignoran estos hechos.
    Yo llegué a la conclusión, hace tiempo, de que esta situación no es casual, no es consecuencia de errores o ignorancia; es algo que viene desde la reforma sanitaria que ha ido quitando progresivamente relevancia, responsabilidades, recursos... a la AP, cuando debería ser el eje de la atención sanitaria en pura lógica profesional y humana, con especialidades y hospitales "a su servicio". Este era un lúcido análisis de Ángel Ruiz Téllez en su libro "La sanidad eludida" de hace 6 años. Hay alternativas desde hace mucho. Esta situación no es casual, es planificada, intencionada.
    Lo que es cierto es que eso rompería un volumen de negocio enorme a muchos sectores. "Es el mercado, amigos", las personas y la salud no son la prioridad; son sólo el medio, la excusa.
    Con todo esto, me enorgullezco de compañeros como este R2 y te digo, compañero, que mirando atrás estás en el camino correcto; lo otro no merece la pena.
    Roberto Colino, médico rural jubilado

    ResponderEliminar
  15. La medicina de familia tal y como la conocimos ha muerto…la Atención Primaria está ya en manos de enfermería. Cada vez disfrutan de más competencias y los médicos de menos…los que estamos, estamos ya a extinguir. La administración así lo ha diseñado y así lo están llevando a cabo.

    ResponderEliminar
  16. Médico de Familia Galicia23 de abril de 2024, 18:17

    Estando de acuerdo en mayor medida con lo que dice el compañero (me parece que hace un buen análisis de la situación, y más siendo R2), también estoy de acuerdo con aquellos que opinan que nosotros mismos somos muy responsables de estar en la situación en la que estamos, principalmente por no ser un colectivo unido, a la hora de la verdad casi todo el mundo entra al trapo de las exigencias de la gerencia de turno, que en mi opinión se resumen en una: sacar adelante el trabajo con el menor número de personal posible. Así que mientras no nos plantemos realmente ante esta situación creo que va a ser imposible cambiar/mejorar nada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. SE TENDRIAN QUE UNIR LAS TRES SOCIEDADES DE AP PARA EMPEZAR HA HACER ALGO UTIL. DE O CONTRARIO NOS E STAMOS DEVORANDO MUTUAMENTE

      Eliminar
  17. Parece evidente por la foto que Juan Simo es una persona con más años que un R1. Como instrumento narrativo me parece útil, pero sería un R1 con más tiros dados que una barraca de feria. Nunca he conocido a un medico tan bien preparado para diseccionar esta realidad sobre nuestra profesión. Efectivamente el futuro que viene será el pasado. Miles de médicos. Cualquier médico, Que tapen boquetes a destajo por poco dinero, y otros a la especialidad hospitalaria. Pero ni unos ni otros son tan diferentes.
    Lo que pasa, lo que está pasando, es que la pública forma al especialista y la privada lo captará para su negocio. También los hospitalarios se verán en aprietos.
    Huelga salvaje ya.
    Como los maquinistas. Los controladores. Los profesores.
    Nadie va a librar al currante de la opresión si no es el propio currante.

    ResponderEliminar
  18. Tu sabes más de esto pues estás en ello ,pero creo que no se podrá hacer nada ante un gobierno que lo hace mal. Besos a todos estoy en BBBarcelonaBarcelona Barcelona no me encontraba bie

    ResponderEliminar
  19. Bona anàlisi. A Gran Bretanya, d'on hem copiat el model de Metges Especialistes en Medicina Famíliar i Comunitària ( els General Practitioners -GP-britànics) la consideració social i professional és molt distinta, allà els GP són molt valorats. Valga l'anècdota d'una amiga anglesa, reumatòloga a Newcastle que em va visitar fa poc i que , tot i reconeixent que els seus coneixements eren molt més reduïts que els de la nostra especialitat , em deia que una frase que sovint utilitzava a la seua consulta quan li preguntaven per temes que sobrepassaven la seua especialitat era: " Ask your GP" .
    Malauradament em costa imaginar esta frase en boca de molts companys especialistes hospitalaris de l'Estat Español.

    ResponderEliminar
  20. Pablo Asturies o trabayes26 de abril de 2024, 17:25

    Gracias al compañero residente por su análisis y compartir su experiencia, que seguro nos resuena mucho a quien ya hace años que dejamos el calorín del centro de salud docente. De fondo yo entiendo que está la crisis del pacto de la socialdemocracia en los estados europeos y el parto complicado de un modelo de relaciones sociales-laborales en el que cada cual se paga lo suyo, en el que el propio concepto de Atención Primaria no tiene mucha cabida. En ese interín andamos, a veces como los mohicanos, hablando de promoción de la salud, alfabetización, determinantes sociales... en un contexto-discurso que va por otros derroteros. Lo que no quiere decir que sea inevitable. Y eso no depende de quién gobierne, o de las crisis coyunturales (que las seguirá habiendo), sino, creo, de nuestra capacidad de contrapeso y de hacer concretos y reales otras maneras de hacer. A pesar de lo que cuenta, sí creo que hay gente "al otro lado", en la hospitalaria, con quien hablar y con quien trabajar en condiciones de respeto mutuo. Y creo que tampoco podemos dejar tirada a mucha gente para las que somos, probablemente, el último recurso cuando están en la mierda. Toda esta discusión recurrente, ahora recalentada por el proceso de elección de plazas, tiene un poco de aquello de Italo Calvino al final de las Ciudades invisibles... hay mucho infierno por ahí, pero no todo lo es, y hay que darle espacio... Gracias a todas por vuestros comentarios

    ResponderEliminar