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martes, 27 de octubre de 2020

¿Protegemos la vida actuando contra la vida misma?

Con permiso del autor reproduzco a continuación el artículo de Juan Diego Areta, recientemente publicado en La Voz del Sur (aquí). 

 

¿Son la ciencia y la razón víctimas de la covid-19?

Eduardo Galeano nos habló de los nadie. Siendo honesto, no puedo decir que yo sea un nadie, aunque sı́ soy un don nadie. Esto es, alguien que se gana bien la vida (en mi caso, como médico de prisiones), que no tiene grandes problemas, pero cuya voz no es relevante en su sociedad.


Aun ası́, he decidido escribir estas letras y enviarlas a distintos medios de comunicación de gran alcance. No soy un iluso, sé que este texto tiene muy pocas probabilidades de ser mencionado o publicado y ningún interés me mueve a ello. Pero también sé que existen periodistas que estudian y profundizan en el conocimiento de aquello de lo que informan. A ellas y ellos me dirijo, porque lo que más me ha asombrado en estos meses es la ausencia de transparencia y de un debate abierto y sereno.

Hace unas cuantas semanas escuché en varias emisoras de radio a distintos periodistas preguntar algo similar a diversos expertos. A saber: “¿Por qué a pesar de lo extremo de las medidas en España estamos tan mal?”. Los expertos respondieron, todos ellos, sin atisbo de dudas, con seguridad y certezas, y dieron varias razones, la mayorı́a enfocadas en la culpabilización de los adversarios polı́ticos y/o de la ciudadanı́a, especialmente jóvenes e incluso niños.

Ni ellos ni los periodistas osaron plantear una posibilidad que es casi anatema: que nuestras medidas (confinamientos duros, mascarillas en todo momento y lugar, pésima respuesta sanitaria hospitalocéntrica...) no sean eficaces o adecuadas. O incluso, y esto ya es escandaloso, que las medidas tomadas puedan llegar a causar más daño que el beneficio que pretenden conseguir.

Leer el párrafo anterior puede desencadenar la respuesta habitual ante cualquiera que plantee dudas a este respecto: acusarme de ser un negacionista (etiqueta en la que ya cabe casi todo, por cierto), de priorizar la economı́a a la vida, de querer dejar que muera gente, de tener un discurso de ultraderecha, de ser un facha o de ser como Trump o Bolsonaro.

He leı́do con vergüenza ajena cómo se acusaba de todo ello a cientı́ficos y profesionales de altı́simo nivel. Y esa actitud me preocupa más que la pandemia, porque implica convertir la ciencia —o lo que deberı́a ser la ciencia— en un campo de batalla en el que luchan dos certezas pero en el que no hay espacio para la duda y la reflexión. Unamuno nos decía que la ciencia nos enseña a dudar y a ser ignorantes, y de ahí la pregunta que titula estas palabras.

No soy un negacionista; no niego que haya que tomar medidas para paliar el daño que puede causar la pandemia (creo que hay que hacerlo, de hecho); no quiero que se muera nadie (aunque asumo que la muerte es inevitable y no siempre un fracaso); no creo que todo sea un plan oscuro de nuestros gobiernos; y no soy ultraderechista, sino más bien al contrario.

Pero, ¡oh sorpresa, oh dolor!, lo anterior no quiere decir que esté de acuerdo con cómo, como sociedad, estamos afrontando la pandemia. Eso me sitúa en una posición en la que, parafraseando al periodista Chaves Nogales, soy perfectamente desechable por ambos “bandos”.

Y, más allá de mi persona, esta polarización en la que o estás con unos o estás con otros, en la que se ridiculiza a los “oponentes”, en la que a los “tibios” se les encasilla como “rivales”, no ayuda ni a la contención de la pandemia, ni al avance científico, ni a la estabilidad social.

Hemos sufrido y sufriremos epidemias (mucho) más graves y letales que la actual. Por eso no acierto a explicarme el porqué de este pánico que nos nubla la razón y, peor aún, nos roba la humanidad. No sé si podré entender cómo hemos llegado a justificar, por ejemplo, el encarcelamiento inmisericorde de ancianos en residencias, el encierro de los niños durante casi dos meses o las muertes y entierros en absoluta soledad y desatención.

Quizá detrás de ello esté simplemente el hecho de que en nuestra época la muerte y el sufrimiento son vistos siempre como un fracaso de la medicina y de la ciencia, triste y paradójicamente convertidas en objetos de fe bajo el amparo de nuestra nueva deidad: la Salud. Esto debemos sumarlo al discurso vertido constantemente desde los medios de comunicación, que ha terminado por construir una visión irrealmente apocalı́ptica de los tiempos que vivimos, y a una ausencia importante de transparencia y debate en nuestro paı́s.

Sin ese debate, sin informar a la población adecuadamente, sin reconocer los errores cometidos, las incertidumbres en el conocimiento existente sobre covid-19 ni las limitaciones que tiene nuestro Estado, no podemos responsabilizar a la población, pues sólo le estamos dejando dos alternativas probablemente erróneas: o someterse ciegamente a medidas tomadas por razones no explicadas o rebelarse contra ellas.

Aún me pregunto por qué no están a disposición pública las actas de las reuniones llevadas por los comités de expertos (centrales y autonómicos), ası́ como la bibliografı́a en base a la cual se toman decisiones. Tampoco entiendo el porqué de las reticencias de todos los partidos polı́ticos a una auditorı́a verdaderamente independiente. Hay que gritarlo: reconocer errores y aprender de ellos es lo que nos hará avanzar juntos. No pretendo humillar a quienes han tomado las decisiones hasta ahora, sólo que aprendamos a hacerlo mejor.

Deberíamos estar aplicando eficazmente medidas que sabemos que han funcionado: rastreo desde Salud pública, refuerzo de Atención Primaria (que incluye la domiciliaria) y del sistema educativo, fomento de actividades al aire libre... Si eso no puede hacerse porque nuestro Estado no tiene capacidad para hacerlo, tal vez serı́a mejor hacerlo público y se hará lo que se pueda. Si no se hace por otro motivo, no alcanzo a imaginar cuál es. Lo que no es admisible es sustituir esas medidas efectivas por otras cuya eficacia es en el mejor de los casos dudosa (en el peor son dañinas) ni llevar el debate a la confrontación política o a la culpabilización de la ciudadanía.

Estoy dejando de lado una cuestión de vital importancia: hemos fiado la solución definitiva, en un nuevo alarde de fe en la ciencia, a una futurible vacuna. Pero existe la posibilidad de que no se desarrolle una vacuna efectiva, o de que esta vacuna tenga problemas de seguridad. La pregunta entonces es: ¿Cómo vamos a vivir si esa vacuna no existe o no funciona?, ¿cuánto tiempo vamos a mantener paralizadas nuestras vidas? Porque, al fin y al cabo, esta paralización está generando unos daños que en algún momento serán, si no lo son ya, peores que el daño de la covid-19.

Me estoy refiriendo a daños en salud, educativos, emocionales, psicológicos... y por supuesto también económicos. Porque la economı́a, otra deidad contemporánea, no es un ente ajeno a las vidas humanas. Esos daños que he citado afectarán a la economı́a, pero el daño económico generará a su vez peor salud e incluso muertes. Por eso, la contraposición salud-economı́a es falaz e interesada, porque nuestras vidas no son sólo biológicas, porque mantener actividad celular en nuestros cuerpos no es sinónimo de vivir.

Y es en este punto en el que quizá deberı́amos ampliar nuestro espectro de reflexión y acción. Si nuestra vida humana no es sólo el mantenimiento de ciertos mecanismos biológicos, si nuestra vida incluye lo relacional, lo comunitario, lo artı́stico, lo educativo, lo afectivo, lo espiritual... ¿cómo es posible que sólo sean expertos en lo biológico quienes están convirtiéndose en directores de la vida cotidiana de las personas? A la hora de intentar abordar un problema como el que vivimos es un gravı́simo error fiarlo todo a quienes dominan un campo de conocimiento pero tienden a minusvalorar u obviar el resto. ¿Dónde están, por tanto, los comités que incluyan no sólo a cientı́ficos y a médicos (que, aunque lo repitamos, no son lo mismo), sino también a sociólogos, representantes de la sociedad civil, historiadores o educadores?

Si la vida no es sólo lo biológico (algo evidenciable en el hecho de que la covid-19 no afecta por igual en distintos estratos sociales o estados vitales) las respuestas a la pandemia no deberían centrarse sólo en lo biológico-médico. En definitiva, sólo deseo que seamos capaces de volver a dar cabida a la ciencia y a la razón, que dejen de espolearse la confrontación y el terror y que, juntos como sociedad, aprendamos a vivir con la consciencia de aquello que nos recordaba Orwell: que lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano.

No he olvidado que el propósito de este texto no es dar a conocer mi opinión ni catequizar a nadie, sino facilitar que, si hay alguien en los medios de comunicación interesados en profundizar en el conocimiento sobre la pandemia y sus consecuencias, pueda hacerlo y ası́ ayudar a generar un discurso más sereno y racional que pueda ir sustituyendo al pánico y la irascibilidad en que vivimos.

Por ello, con intención de ayudar, he seleccionado una bibliografı́a que considero relevante y que adjunto al final. Asumo que no es la verdad lo que envı́o (ni yo mismo lo comparto todo), pero sı́ considero que son algunos textos muy bien fundamentados que, desde distintos ámbitos (no sólo el sanitario), plantean dudas que pueden ayudar al debate. Curiosamente, y para derribar el mito, muchos de los documentos están escritos desde una perspectiva polı́tica de izquierdas.

Juan Diego Areta Higuera es médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria.

Bibliografía

- EuroMoMo

- Epidemiologı́a básica de COVID19 (Francisco Hernansanz)

- The COVID conundrum. How strong was the scientific advice behind the locdown (John Lee)

- ¿Polı́ticas gubernamentales más peligrosas que la COVID19? (José R. Loayssa)

- La histeria interminable (Javier Aymat) 

- La profecía autocumplida (Javier Aymat)

- Preguntas sobre la pandemia actual desde el punto de vista de Ivan Illich (David Cayley) 

- Mortalidade, confinamento e síndrome de Estocolmo (Paulo Costa)

- La encerrona (Andrea Barriga y Ariel Petruccelli)

- Shock pandémico y posverdad (Ariel Petruccelli)

- Contra la arrogancia y la omnipotencia sanitaria (entrevista a Juan Gérvas)

- Contra la simpleza pandémica (Javier Segura del Pozo)

- El espacio público como compensador de las desigualdades en el espacio privado (Javier Segura del Pozo)

- Entre la verdad y el relato: COVID19, terror y epistemologı́a neoliberal (Juan Domingo Sánchez Estop)

- We need better evidence on non-drugs interventions for COVID 19 (Margaret McCartney). Traducido por Rafa Bravo (Necesitamos pruebas)

- COVID19. Why terminology really, really matters (Malcom Kendrick)

- Global perspective of COVID19 epidemiology for a full-cycle pandemic (John Ioannidis)

- COVID19’s known unknowns (George Davey Smith, Michael Blastland, Marcus Munafo)

- COVID19: Do many people have pre-existing immunity? (Peter Doshi)

- These coronavirus trials don't answer the one question we need to know (Peter Doshi y Eric Topol)

- Blog de Sergio Minué 

- Blog de Carl Heneghan y Tom Jefferson

- Blog de Juan Irigoyen




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4 comentarios:

  1. Qué texto tan estimulante, tan tranquilizante, tan bien escrito, tan interesante, tan útil... Muchas gracias.

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  2. Me alegra saber que se ha ido difundiendo más de lo esperado. Porque es de agradecer y de tener en cuenta a la vez. Gracias!

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  3. Gracias por animarte a plasmar esas sabías reflexiones.

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  4. me ha encantado y lo resumo con sus propias palabras
    "la vida no es sólo lo biológico"
    muchas gracias por tanta coherencia y valentía.

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