Vivimos en una sociedad enferma
A veces nos invade el desánimo que agudiza la impotencia frente a un mundo cuyo devenir nos parece amenazador e increíble. No importa desfallecer ocasionalmente, pero sí importa perder la esperanza pues sabemos que la desesperanza en una forma de deslealtad con la sociedad, especialmente con la población marginada y oprimida. “Vivimos en una sociedad enferma”, y es verdad. La respuesta no es adaptarse a tal sociedad, ni medicarse con psicofármacos.
Lo personal es político
La mejor respuesta es el clásico “lo personal es político” de forma que nuestra propia vida sea una opción política, una vivencia “anti-sistema”, un convertirnos en “asociales”, en el buen sentido de la palabras.
Es aquello de la heroicidad en la cotidianidad, del hacer lo que hay que hacer a sabiendas de que mil veces nos tocará perder.
Perder mil veces, sí, pero ¿ser domados? ¡nunca!
Lo que hacemos trasciende, por más que parezca que estamos en soledad, inermes en nuestra pequeñez.
El caos de nuestra rebelión ante la sociedad enferma crea estrellas que lucen y ayudan a mantener a otras vidas. Lo individual crea colectividad, sin duda.
“En la calle, codo a codo, somos más que dos”[i]
Y es cierto, una a una somos personas sin importancia, simples mortales de quienes no se acordará nadie tras su muerte.
Cumplimos nuestro ciclo (nacer y morir) y procuramos encontrar algo que nos ayude a superar aquello del existencialismo del “ser para la muerte”.
Pero lo pequeño nos engrandece, nos multiplica.
Nuestra pequeña vida “anti-sistema” y “asocial” es importante para un colectivo que incluso podemos no conocer.
Lo escribió bien el poeta, “en la calle, codo a codo, somos más que dos”.
¿Qué es ser “anti-sistema” y “asocial”?
Ser “anti-sistema” y “asocial” es practicar que lo pequeño es hermoso, que lo pequeño nos multiplica, que “en la calle codo a codo tú y yo somos más que dos”.
En lo concreto, ser “anti-sistema” y “asocial” es:
- mantener siempre viva la esperanza en un mundo mejor, y trabajar a diario para lograrlo
- crear un ambiente sano a nuestro alrededor; por ejemplo, un ambiente en que sea posible reír y ser “como somos”, sin tener que pedir perdón por serlo
- emplear con frecuencia los pegamentos de la solidaridad y la ternura, que nada nos sea ajeno, y menos que nada lo injusto
- disfrutar del oficio a diario, sea oficio manual o intelectual, sea reconocido o ignorado como tal
- creer que no estamos solos en este mundo, que somos parte de un inmenso colectivo social del que sólo conocemos una pequeñísima parte y que somos herederos de miles de personas que a lo largo de la Historia han rechazado la “obediencia debida” a las estructuras políticas, económicas y sociales dominantes y excluyentes.
- no aceptar como normal algo que sólo es frecuente (o impuesto); por ejemplo:
- no es normal vivir temiendo la vejez y la muerte;
- no es normal “calmar” a la población atiborrándola de psicofármacos;
- no es normal el capitalismo (y no es normal que se le deje sin control);
- no es normal vivir esperando primero el viernes-noche, luego la jubilación, y luego nada;
- no es normal la desigualdad;
- no es normal tener una anestesia social que evita la conmoción ante el sufrimiento ajeno, ante los abusos de los poderosos;
- no es normal que la democracia sea votar y ya;
- no es normal la concentración de riqueza, ni los privilegios anexos;
- no es normal la precariedad laboral (y menos el esclavismo que vemos en tantos escenarios laborales);
- no es normal carecer de vivienda, ni pagar alquileres abusivos;
- no es normal la pobreza, ni vivir sin techo en la calle;
- no es normal que los políticos estén al servicio de los ricos;
- no es normal que impere la “ley de la selva” en las relaciones nacionales e internacionales, ni que los derechos humanos sean un espejismo;
- no es normal la corrupción (y menos la impune);
- no es normal la vigilancia que nos pretende callar y controlar, ni la policía que no sirve al pueblo;
- no es normal estar encarcelado por “cantar las cuarenta” a los sinvergüenzas (aunque sean reyes), ni es normal el sistema carcelario;
- no es normal el cachondeo de la Justicia;
- no es normal que la cultura se niegue a quienes tienen su propia cultura;
- no es normal que habiendo sido todos emigrantes los veamos como un problema;
- no es normal el deterioro programado de los servicios públicos (dependencia, educación y sanidad, especialmente);
- no es normal ver a quienes sufren lo indecible mentalmente como “peligrosos”, y medicarlos hasta atontarlos e incluso atarlos;
- no es normal que se calme el dolor social de las ancianas pobres a base de parches de fentanilo (opiáceo peor que la heroína);
- no es normal el gasto militar, ni la OTAN, ni las bases (Gibraltar, Morón, Rota, Torrejón de Ardoz y Zaragoza)
- no es normal apoyar el genocidio y el apartheid del pueblo palestino (ni de ningún otro pueblo), ni el seguir siendo colonialistas después de lo que hemos hecho como tales;
- no es normal criminalizar las protestas y declarar “terroristas” a personas y organizaciones disidentes que promueven democracia y libertad;
- no es normal que nuestro “Estado de Bienestar” se funde en el “Estado de Malestar” de otros pueblos; etc.
- aprovechar el día a día para encontrar motivos de alegría, con la familia, los amigos, en el trabajo, en la calle...¡vivir es un milagro y hay que disfrutarlo!
- saber decir sí con simpatía (y frecuentemente)
- saber ir a contracorriente y decir no sin arrogancia, aunque la negativa conlleve “pérdidas sociales”, desde el prestigio hasta el puesto de trabajo, e incluso la vida
- pensar, idear y vivir alternativas a esta sociedad enferma, por muy imposibles y utópicas que parezcan
- no difundir el pensamiento “simple” del estilo de “habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades” (crisis del 2008), “toca seguir las normas y creer en la ciencia” (pandemia de 2020), “los inmigrantes viene a hacer turismo sanitario (siempre); etc.
- emplear sin miedo, con inteligencia, la desobediencia civil y la “acción directa”
- participar en protestas, con nuestros cuerpos como banderas, y también en las Redes
- difundir los movimientos alternativos y apoyarlos en lo que se pueda
- pasar la antorcha a quienes nos seguirán
Corolario
Ser conscientes de que nuestra pequeñez no nos anula, al contrario, nos lleva a la acción constante, a ser activamente “anti-sistema” y “asociales”.
Seguir sin desánimo ni desesperanza, constantemente, discrepando de las estructuras políticas, económicas y sociales dominantes y excluyentes.
Vale la pena estar en este camino de personas pequeñas que hacemos cosas pequeñas y logramos, a largo plazo, que otro mundo sea posible.
No somos Buda, ni somos Juana de Arco pero tenemos, respectivamente, su paciencia y su arrojo.
[i] Mario Benedetti. Te quiero. https://poemario.com/quiero/
Autores:
Juan Gérvas, Doctor en Medicina, médico general rural jubilado, Equipo CESCA, Madrid, España, exprofesor de salud pública, Universidad Johns Hopkins, Baltimore, Estados Unidos.
Mercedes Pérez-Fernández, especialista en Medicina Interna y médica rural jubilada, Equipo CESCA, Madrid, España.

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