En tiempos históricos, excepcionales, se
pretenden comportamientos heroicos. Pero lo que se precisa son simples
comportamientos cívicos ya que, ante hechos extraordinarios, es fundamental el
sencillo heroísmo de la vida diaria que se expresa como sentido común y
tranquilidad (en estas situaciones es clave hacer lo que se debe, lo que la sociedad
espera de cada cual).
Lamentablemente, frente a la situación
extraordinaria que ha generado la pandemia covid19, provocada por el
SARS-CoV-2, ha habido mucho de desmesura y no siempre ha prevalecido el sentido
común y la tranquilidad y por ello, ante el consiguiente desasosiego
profesional y social, ha habido respuestas “de base” varias. Entre ellas, las
asociaciones vecinales de apoyo ante la soledad y la pobreza, el Parto es
Nuestro ante el incremento de la violencia obstétrica asociada a protocolos sin
fundamento científico (que llevaron a, por ejemplo, cesáreas innecesarias),
etc.
También, el Seminario de Innovación en
Atención Primaria “Covid19: del estado de alarma al de solidaridad”, organizado
por el Equipo CESCA, en el que 326 profesionales, estudiantes y legos de varios
países han participado virtualmente desde marzo de 2020 hasta la actualidad.
Este Seminario ha tenido una fase presencial
en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza los días 19 y 20 de
noviembre de 2021, con apoyo de la Delegación de Estudiantes y de la Red
Española de Atención Primaria y participación presencial de 88 profesionales,
estudiantes y legos.
En síntesis, podemos destacar las siguientes cuestiones del debate presencial (fuertemente influido por el debate virtual previo):
- Es imprescindible el cumplimiento del básico primum non nocere, el “primero no hacer daño”. Es clave tener en cuenta que toda intervención sanitaria puede dañar por más que sea bien intencionada.
- Pueden dañar los medicamentos (vacunas incluidas), los consejos sobre comportamientos, las medidas no farmacológicas como las mascarillas y confinamientos, los cierre escolares, las intervenciones diagnósticas, los “pasaportes/certificados covid19”, etc, y, sobre todo, puede causarse mayor daño a grupos vulnerables (de dinámicas cambiantes).
- Todas las propuestas de intervención y de no intervención deberían llevar un plan de evaluación que considere tanto posibles beneficios como posibles daños. Por ejemplo, sobre los comentados “pasaportes/certificados covid19”, para viajes y usos diario, es imprescindible un plan que incluya el debate para evitar la razón instrumental (el contestar sólo a dos preguntas, “¿Se puede hacer técnicamente?” y “¿Cumple sus propósitos?” olvidando la reflexión ética acerca de “¿Cuáles son sus consecuencias?”) pues tales pasaportes/certificados, entre otros efectos adversos, legitiman la respuesta tecnológica y el control social digital.
- En la pandemia es fundamental una epidemiología básica capaz de responder a preguntas esenciales tipo: 1/ ¿qué?, 2/ ¿quién?, 3/ ¿cuándo? y 4/ ¿dónde? Hemos vivido y seguimos viviendo en un mar de datos que, irónicamente, no permiten conocer cuestiones básicas, como la mortalidad covid por ocupaciones (tipos de trabajo).
- En noviembre de 2021 seguimos en la niebla epidemiológica ya que carecemos de información suficiente, por ejemplo, para determinar en la infancia-adolescencia la razón de letalidad de la infección (la proporción de muertes entre todas las personas infectadas) y la razón de letalidad de los casos (la proporción de muertes entre los casos confirmados).
- Conocer la letalidad real de la infección en los niños es fundamental para sopesar las ventajas e inconvenientes de su vacunación. En España, si consideramos la presumible gran infradetección de casos en los niños (mucho mayor que en adultos), la letalidad real podría ser de 1 por 100.000 o inferior. Precisamos estudios de seroprevalencia y de inmunidad celular.
- En otros ejemplos, la falta de estudios de “casos” en lo que respecta a la mortalidad en centros socio-sanitarios, las carencias de estudios en poblaciones invisibles entre invisibles como prostitutas, etc.
- Como problema general, la incapacidad para transformar en conocimiento el sufrimiento de los “casos personales” (que llaman anécdotas) por la preponderancia de la visión cuantitativa sobre la cualitativa. Bien se demuestra en la covid19 persistente, donde la narrativa de los pacientes se ha estrellado contra la soberbia de una medicina que desprecia los “síntomas médicamente inexplicables”.
- La necesaria visión global general al considerar beneficios y daños. Son beneficios y daños los cambios a corto y largo plazo del estado de salud de personas, comunidades y poblaciones, en un amplio sentido.
- Por ejemplo, es beneficio el soporte con los ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) al consecuente desempleo generado por las normas de confinamiento, “pasaporte/certificado covid19”, toque de queda y otras, y es dañino el incremento de la inflación como consecuencia de los gastos y el derroche por la pandemia, pues tal incremento repercute en la capacidad de compra, especialmente de personas y familias de menor nivel económico.
- Es beneficio la demostración de la potencia de los lazos comunitarios en situaciones extremas, y es daño el incremento con la pandemia de la violencia machista y contra infancia y ancianidad.
- En otro ejemplo, es beneficio la probable disminución a corto plazo de los contagios por covid19 por las vacunas, y puede ser daño el incremento de contagios por cambios en la conducta de las personas vacunadas.
- En el sentido social, es beneficio el implantar decididamente el Escudo Social desarrollado por el Gobierno de España (con sus debilidades, lamentablemente) y es daño el desarrollo de prácticas autoritarias aceptadas por la población. Etc.
- Es necesario ver la pandemia como sindemia; es decir, como el encuentro del nuevo coronavirus con una sociedad enferma (sobreuso de medicamentos, obesidad generalizada, desigualdad socioeconómica, marginación de grupos varios, medicina patriarcal, expropiación de la salud, vulnerabilidad omnipresente, etc).
- Gran parte de los dificultades durante la pandemia se deben a problemas estructurales, básicamente a la escasa inversión en programas y organizaciones que protejan a la infancia y las familias, a la salud y la enseñanza, al desempleo y la vejez, a grupos específicos (personas en situación de dependencia, en las cárceles, etc) y a la población general.
- Por ejemplo, el incremento de la pobreza (especialmente por su impacto en la infancia), con dificultades de todo tipo para acceder a las escasas ayudas previstas; también la privatización y falta de regularización de las residencias sociosanitarias.
- En otro ejemplo, el abandono de la atención primaria y de la atención hospitalaria públicas cuyos problemas se han agudizado con la pandemia y llevado a un incremento de las pólizas de aseguramiento privado.
- Clave en la pandemia, la escasa inversión y desarrollo previo de la salud pública con falta de métodos de vigilancia y una capacidad insuficiente para llevar a cabo las necesarias investigaciones de casos a gran escala.
- La misma sociedad que genera problemas estructurales al aceptar la baja inversión en lo público, genera desasosiego y malestar en personas, familias y comunidades.
- Una economía capitalista, movida por el beneficio empresarial y no por el bienestar común, crea una sociedad insatisfecha, abrumada por el miedo a los inconvenientes de la vida.
- Esta sociedad insatisfecha busca en los medicamentos y terapias psi un alivio vicariante, y en la exigencia de seguridad a toda costa una forma de consuelo ante el devenir vital de trabajos precarios y mal pagados, de vidas sincopadas y desarraigadas, de destino final viviendo y muriendo en los, muchas veces, mal gestionados centros socio-sanitarios.
- El rechazo al sufrimiento, las enfermedades y la muerte lleva a la búsqueda del “riesgo cero”, que se espera conseguir con una prevención omnipotente (“pornoprevención”).
- Cuando fracasa dicha prevención se intenta explicar culpando al enfermo (que fuma o consume otras drogas, se alimenta de comida basura-chatarra, no hace ejercicio físico, vive con ansiedad, tiene un pésimo estilo de vida, etc.) y transformando la enfermedad en justo castigo del pecado.
- Todo ello lo ha favorecido en la pandemia un lenguaje militarizado que impone soluciones simples, con sus metáforas cargadas de arrogancia e ignorancia, como “es una guerra”, “quédate en casa”, “aplanar la curva”, “la vacuna es la solución”, “ahora no es tiempo de discrepar”, etc.
- De ahí el salto a la criminalización de quienes se juzgan culpables, como ha puesto de relieve la pandemia: criminalización de la infancia, presentada como vehículo de contagio, criminalización de inmigrantes como portadores del SARS-CoV-2, criminalización de la juventud por su contagiante bullicio y ocio, criminalización de no-vacunados como culpables de los nuevos contagios y de las mutaciones víricas, etc.
- Criminalización que en su lógica conlleva penalizaciones y uso de la policía (y hasta del ejército), como en Singapur al negar tratamientos a los no vacunados covid19, en Austria a su confinamiento selectivo, en Australia a reclusión en campos de concentración de contagiados y contactos y en casi todos los países a prohibir a los no vacunados covid19 el desplazamiento en transportes públicos, el ingreso en bares y restaurantes, y la participación en eventos varios, e incluso el trabajar (en Italia en general, y en varios países a los profesionales sanitarios no vacunados).
- Las penalizaciones buscan el acatamiento de medidas autoritarias simples que pueden derivar en normas dictatoriales justificadas siempre “por la salud”, con un paternalismo salubrista que pretende vidas ejemplares ignorando que “todos los caminos de la virtud conducen al nazismo”.
- Se precisan respuestas científicas en el sentido propio del término, bien lejos de la simplicidad de la “dictadura de los expertos” que ha focalizado en la pura biología los complejos problemas de la sindemia.
- Ni siquiera ha habido transparencia acerca de los debates de tales expertos, ni de su trabajo con los políticos, pero tampoco ha habido escucha de otras áreas científicas, como la sociología y la antropología, ni de campos más generales, como la filosofía y la pedagogía.
- Además, es imprescindible sumar las experiencias y saberes de quienes sufren la pandemia en carne viva, desde la infancia a la ancianidad, desde los marginados a los desempleados, desde los adolescentes en casas de acogida a las personas sin techo, desde los profesionales clínicos sanitarios a los “trabajadores esenciales” (limpieza, cuidados, etc) pues sus conocimientos añaden perspectivas que ayudan en la toma de decisiones “heroicas” (como hemos señalado, de sentido común, con tranquilidad).
- Queda, además, toda la tarea de evaluación para identificar aciertos y errores, pedir perdón si ha habido daños evitables, repararlos en lo posible y tomar decisiones que mejoren las respuestas ante próximas pandemias.
- Habría que evitar la simplificación de protocolos ingenuos y cambiantes, a veces carentes de fundamento científico y en general aplicados con un rigor excesivo que lleva a ignorar las peculiaridades de personas, familias y comunidades y con ello ponen en peligro la seguridad del paciente.
- Al respecto, existen centros de salud de atención primaria con capacidad auto-organizativa de forma que adaptaron/adaptan los protocolos y normas a las necesidades de sus pacientes y comunidades, y convendría emplear su ejemplo para benchmarking (modelo de buenas prácticas).
- Respecto a las vacunas covid19 se pusieron excesivas esperanzas en su impacto para lograr “volver a la nueva normalidad”.
- En la práctica, las cosas no están resultando sencillas, tanto por problemas en los ensayos clínicos de las vacunas, especialmente respecto a la transparencia y el acceso a los datos brutos, como por los efectos adversos y sobre todo por la pérdida de inmunidad al cabo de pocos meses. Ello ha hecho imperativo el añadir una dosis de recuerdo y provocado debates enconados acerca de la efectividad vacunal, con la consiguiente reticencia a la vacunación y a la re-vacunación.
- En la Universidad los problemas se centraron especialmente en torno a la docencia, con una estructura que no estaba preparada para la actividad virtual, y con unas prácticas perdidas por más que sean esenciales en Medicina. En cierta forma la Universidad no ha propiciado debates, dentro y fuera de su estructura, acerca de asuntos científicos y sociales de la pandemia. Por ello no es extraño la falta de Proyectos de Fin de Grado sobre dichas cuestiones. Es urgente la necesidad de cambio tanto en forma como en fondo en lo que respecta a la formación académica en general y especialmente a la formación universitaria.
La pandemia ha supuesto el encuentro de un nuevo virus, el SARS-CoV-2, con una sociedad enferma, en el sentido de desigual e infeliz.
Así, ante la pandemia, las respuestas
políticas y de salud pública están agudizando las contradicciones sociales,
especialmente al declarar anatema la discrepancia y el debate. Las respuestas
simples a problemas complejos eluden los matices (que generan riqueza mental y
libertad) y facilitan la difusión de ideas totalitarias de final incierto.
Es hora de generar dinámicas que permitan la
participación popular y profesional para cambiar una sociedad que acepta sumisa
graves daños, presentes y futuros, en la pandemia y en general (crisis
climática, violencias estructurales, etc).
NOTAS
Está demostrado que en las reuniones científicas y profesionales las mujeres participan menos en los debates, aunque haya igualdad de sexos entre ponentes (aquí, aquí). Al parecer, si es varón el primero que hace preguntas o comentarios en un debate todavía baja más la participación femenina. Por eso hace años que analizamos la participación por género en los Seminarios de Innovación en Atención Primaria (SIAP), en los que no se demuestra tal brecha.
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