“Cuéntanos cómo pasó”
Ana y Lara entran en tromba, al
volver el jueves 10 de abril del colegio, y buscan a su tía Isabel, que está
dando la merienda a su hijo, Luis.
“Tía, tía, nos tienes que contar
lo de la pandemia”, dice Ana.
“Sí, sí, pero que podamos tomar
notas y contarlo como historia viva verdadera, que es lo que nos han pedido
para después de Semana Santa, que contemos también lo que recordemos nosotras”,
añade Lara.
“Vale, vale, encantada, ya sabéis
que yo trabajo de pediatra y en aquella época estaba embarazada de vuestra
primo Luis, cuando empezó todo, y di a luz en el periodo más duro, en pleno
confinamiento”, contesta Isabel.
“¿Cómo lo hacemos? Nosotras
creemos que lo mejor es que primero contemos lo que recordamos, luego tú añades
lo que sabes y luego buscamos lo que falte, ¿te parece?”
“De acuerdo. Pero como si yo no
os hubiera contado nunca nada, que sea un trabajo original, de ahora. Me
resumís lo que vayáis encontrando, que yo ahora estoy muy al día porque he
participado en ese Seminario en Torremocha del Jarama [3] del
que os he hablado”.
La metodología
Ana y Lara dedicaron unos días a
“explorar” la pandemia covid19 que empezó a comienzos de 2020, y les resultó
fácil hacerse una idea de lo que se comentó en los medios de comunicación, la
“opinión publicada”. Les resultó casi imposible formarse una opinión
“científica”, sabiendo que había miles de documentos de revistas médicas,
libros y publicaciones “grises”, pero lograron aproximarse con los nuevos
“sintetizadores” de la inteligencia artificial. Les fue todavía más difícil
encontrar “la disidencia”, la actividad y publicaciones alternativas, la
crítica y la rebelión (sus profesores les han insistido siempre en que es muy
importante tener una imagen global). En lo personal, les fue muy fácil recordar
aquellos días porque habían tomado cientos de fotografías, como método contra
el aburrimiento del encierro y del cierre del colegio.
Por ello prepararon una primera
versión basada en sus recuerdos y en la opinión publicada tanto de los medios
de comunicación como de documentos científicos y políticos. Y se lo presentaron
a la tía Isabel advirtiéndole de que era “una síntesis coja, una simple tesis,
le falta la antítesis” (con el léxico marxista que les había enseñado su madre,
representante sindical).
“Ningún problema, yo participé
desde marzo de 2020 en un Seminario virtual, con más de 300 profesionales de la
sanidad, “Del Estado de Alarma al Estado de Solidaridad” [4],
luego en un encuentro presencial en Zaragoza sobre la pandemia, en noviembre de
2021 [5], y
ahora, el mes pasado, en este de Torremocha del que os he hablado”.
Tras una tarde de buen tiempo en
el jardín, lograron ordenar lo que sabían entre las tres, buscaron lo que
faltaba para el relato y prepararon la presentación que Ana y Lara tenían que
tener lista para la vuelta de las vacaciones de Semana Santa. Lo organizaron en
tres actos, el primero lo leería Ana, el segundo las dos al tiempo, y el
tercero lo presentaría Lara. Los textos los corrigió Isabel para darles un
“tono académico”.
Dejaron para el debate el
conocimiento vivencial, sus recuerdos de aquellos meses y años.
Primer acto. Antes de la
pandemia, una sociedad enferma
El “mundo occidental” va de
crisis en crisis financiera sistémica, de “burbujas” y terremotos económicos
por el abuso capitalista, que se salvan con bienes públicos, siendo la crisis
de 2007-8 la más reciente, una crisis que se resolvió con “recortes” y de mala
manera en España, una crisis que afectó profundamente al débil Estado de
Bienestar (sostenido en los países “occidentales” a costa del colonial Estado
de Malestar del resto del mundo), que dejó claro que “los bancos mandan”, pues
por salvarlos se hundieron los servicios públicos, sobre todo la enseñanza, la
sanidad y la “dependencia”.
La pobreza se mantuvo como
problema estructural, afectando al 20% de la población que se sentía
“abandonada y ninguneada”, sólo los de ATD Cuarto Mundo parecían ser capaces de
aprender algo al respecto.
Creció la importancia del sector
privado en educación y salud, y se incrementó la desigualdad social siendo cada
vez mayor la distancia entre pobres y ricos, y la separación en dos “sociedades
inmiscibles” en que el origen, la familia (“el código genético”), es clave. Se
salvaron algunos barrios, como “El Gancho”, en Zaragoza, y algunas experiencias
comunitarias como “Encuentro y solidaridad”.
El desarrollo tecnológico no se
acompañó de desarrollo ético y de ahí, por ejemplo, el abandono del campo de
los cuidados, bien expresado en el negocio de las “residencias” de ancianos
(generalmente mujeres, ancianas recluidas en instituciones hoteleras, no
sanitarias) y discapacitados, convertidos los seres humanos en una especie de
mercancia al servicio de las plusvalías. Con la tecnología creció el
individualismo y el narcisismo, que se fomentó como forma de debilitar el
asociacionismo y de incrementar el sector “seguridad”, llegando a ser más
importante tal falsa seguridad que la prudente libertad.
La democracia nunca fue fuerte ni
en España ni en el mundo pues vivimos en una sociedad capitalista, de propiedad
privada de los bienes, y ya sabemos que “capitalismo y democracia” es un
oxímoron. El gobierno de los más ricos, plutocracia, deja apenas un suspiro que
llamamos democracia y su débil respiración permite la corrupción impune, que
incrementa la desigualdad social. En España, además, persiste la huella del
franquismo caciquil en forma de gran distancia jerárquica y estilo político
autoritario en una sociedad muy desigual.
El sector sanitario sufrió una
hipertrofia preventiva que es profundamente inequitativa, reflejo del constante
sesgo de clase de gobernantes, políticos y salubristas, también expresado por
la importancia de lo “bio” (con imprudente ignorancia de todo lo social), el
hospitalocentrismo y el abandono de la atención primaria.
La creciente palabrería sobre la prevención llevó a la confusión acerca
de la misma tanto desde el punto de vista individual como poblacional. La
cultura de “evitación de riesgos” en la vida y en la medicina provocó un cambio
conceptual en el papel de la la atención médica. Se hizo excesivo hincapié en los “factores de
riesgo” situados “muy atrás” en la cadena causal y se les transformó en
causales, cuando no son ni necesarios ni suficientes. Políticos, profesionales
y periodistas olvidaron la paradoja de la prevención de Rose (aquí), que pide que la prevención a nivel
individual se lleve a cabo con “extrema cautela".
La consecuencia final fue el
incremento de la cobertura poblacional con pólizas de aseguradoras privadas y
el sobreuso de la atencion en urgencias hospitalarias públicas.
La salud se convirtió en un
preciado bien por sí misma, instaurándose la “biopolítica”, el control de
individuos y poblaciones a través de normas culturales y sociales en torno a
una salud ideal imposible.
La medicina transformaba toda
adversidad en enfermedad y ofrecía un medicamento para cada mal, bajo la apariencia de una “Medicina Basada en
la Evidencia” (Pruebas), así que lo “normal” era estar en tratamiento con medicamentos
(incluyendo “vacunas para todo”), en especial psicofármacos y analgésicos
(incluyendo los opiáceos), y más al envejecer. Era una sociedad “empastillada”
con un edadismo creciente (la infantilización y el rechazo de la ancianidad)
que en la práctica ponía por delante de la salud los intereses industriales.
En la organización sanitaria se
debilitaba lo público con el mantenimiento de una estructura obsoleta (las
mutualidades de funcionarios civiles y militares), la infrafinanciación, la
burocracia, la penetración de las industrias y el nombramiento de gestores
afines al partido gobernante.
Existía una Ley de Autonomía de
Paciente, pero sólo en el Boletín Oficial pues en la práctica los pacientes
perdían la mayoría de sus derechos al pisar una institución sanitaria. En
cierta forma, los profesionales sanitarios eran formados para ser “obedientes”
y cumplir una especie de papel social de “policías de bata blanca” y
cooperadores necesarios en la visión cientifista y tecnológica que cree que el
desarrollo todo lo puede (lo que no impedía la difusión de un creciente
“catastrofismo”),
También existía la “resistencia y
rebeldía”, individual y organizada, como acreditan en la ciencia personas como
John Ioannidis y Tom Jefferson en el extranjero y Juan Erviti y Joan Ramon
Laporte en lo nacional, en lo profesional sanitario organizaciones como la REAP
(Red Española de Atención Primaria), NoGracias, el FoCAP (Fòrum Català
d’Atenció Primària), Osalde (rama vasca de la Federación de Asociaciones de
Defensa de la Salud Pública, FADSP), los SIAP (Seminarios de Innovación en
Atención Primaria, SIAP), etc, y en lo social ATD Cuarto Mundo (pobreza y
marginación), Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), etc.
Segundo acto. Un nuevo virus y
una pandemia
En 2019 apareció en el mundo un
nuevo virus, un coronavirus, el SARS-CoV-2 (SARS por síndrome respiratorio
agudo severo) descubierto por primera vez en Wuhan, China, en relación con
cuadros graves de neumonía en el curso de la enfermedad covid19. Se sigue
ignorando si su origen es “natural” (mutación espontánea) o “artificial”
(creado en laboratorio) pero crecen las pruebas en favor de lo segundo.
Tras un primer tiempo de negación del problema se produjo una reacción política con:
- El desarrollo e implantación de una dictadura sanitaria centralizada que intentó el “aislamiento” del virus mediante el férreo confinamiento de la población, rompiendo todas las costuras éticas de utilidad, proporcionalidad, equidad y dignidad.
- El “cierre de fronteras” en el mundo entero (con limitaciones a la libertad de movimiento, controles de temperatura, etc.).
- La fumigación de las calles, y en general recomendaciones mantenidas en el tiempo sobre contagio por superficies, no por vía aérea (la esperable dado que se trataba de un virus respiratorio más).
- La implantación de “toques de queda”.
- El cierre de las escuelas (con la implantación de una “educación a distancia”, imposible en muchos casos) y, cuando se reabrieron, el seguimiento de protocolos absurdos y cambiantes.
- Los problemas de alimentación al cesar las comidas en las escuelas, y la respuesta neoliberal de proveer comida “basura”.
- Los pronósticos apocalípticos según modelos matemáticos de instituciones dadas a crear pánico (ya, años antes, también con la “gripe aviar”).
- El no saber “no hacer” cuando no se sabe qué hacer, y el llevar al paroxismo el “principio de precaución”.
- El uso obligatorio de mascarillas hasta en la playa.
- El aislamiento y encierro de ancianos y discapacitados en sus casas y residencias, en algunos casos con restricciones para derivación a hospitales públicos (y en otro muy especial, Murcia, la demostración de que se podía haber hecho bien).
- La muerte y ritos funerarios en casi-soledad (se “robó” tanto la muerte como el nacimiento).
- El cierre de parques infantiles.
- La creación de mitos controladores de la población como el de los “niños hipercontagiadores”, “quédate en casa”, “nueva normalidad”, “saldremos mejores”, “estrategia de erradicación”, “España puede”, “no mates a tus abuelos” y demás.
- La represión del contacto físico, de los abrazos y ¡hasta de la actividad sexual presencial!
- La “demonización” de quienes dudaban y/o desobedecían, que, por ejemplo, llevo a extremos como el aislamiento en soledad en un clase vacía del niño no vacunado y/o sin mascarilla.
- El uso de la creación del miedo para evitar la rebelión (miedo a enfermar, miedo a morir, miedo a contagiar, miedo a ser “etiquetado” como “anti”, miedo al Otro, etc.).
- La implantación de un pensamiento científico “único” controlado por los “verificadores” con rigor inquisitorial y la atribución de la discrepancia a una cierta ideología “retrógada” con lo que se impedía el libre debate científico.
- El uso de un vocabulario y autoritarismo “de guerra”.
- La sobresimplificación de los mensajes que aniñaban y se repetían como mantras (la simpleza pandémica, política, técnica y en los medios de comunicación, con ausencia de matices y mensajes a no discutir, tipo el “aplanar la curva”) y de las respuestas que igualaban (una especie de “respuesta universal” sin adaptación a realidades evidentes).
- La ocultación del desarrollo de la inmunidad natural, que se lograba incluso en los frecuentes casos de infección asintomática.
- El mesianismo ciego con las vacunas.
- La descalificación ante quienes sabían que las vacunas no evitaban ni el contagio personal ni la transmisión del virus.
- El fomento de la vacunación covid19 a toda la población (infancia incluida) con campañas ridículas (“¿cenarás en Nochebuena con quien no esté vacunado”?, “inmunidad de rebaño cuando alcancemos el 70% de la población”, “eficaces y seguras”) y discriminación de no-vacunados con propuestas de hasta negarles el acceso a la atención médica y la pérdida de la patria potestad en caso de no vacunar a los hijos, hasta el extremo de los pasaportes covid para actividades sociales (incluso las extraescolares de infancia-adolescencia) y de la estrategia del presidente de Francia, Emmanuel Macron de "a los no vacunados tengo muchas ganas de joderlos. Y eso continuaremos haciendo, hasta el final”. Se evitó, también, la información para considerar el “consentimiento informado”.
- La segregación en las escuelas de quienes no estaban vacunados covid19 y/o no utilizaban mascarillas.
- El uso irracional de medicamentos y pruebas (sirvan de ejemplo la azitromicina y la hidroxicloroquina, la radiología de tórax y las PCR, reacción en cadena de polimerasa).
- La aceptación acrítica por profesionales de protocolos absurdos e irracionales (“es el protocolo de cada día, hay que cumplirlo”), protocolos que solían llegar en formato que dificultaba controlar los cambios y por ello a veces exigían largas reuniones de interpretación.
- El “diluvio” de datos sin rigor epidemiológico, pura confusión sin información ni conocimiento, con carencias y modificaciones, por ejemplo de afectación, mortalidad incluida, según ocupación, clase social, sexo, grupos de edad, etc.
- La ignorancia de la participación popular.
- La descalificación y ostracismo ante la duda, con el establecimiento de un coro ensordecedor y unánime, incapaz de razonar, que rechazaba la simple posibilidad de pensar, razonar y discrepar.
- La servidumbre voluntaria de la población y los profesionales (con algunas excepciones notables).
- La “lucha contra la muerte”, sin aceptar que algunas muertes eran inevitables.
- La ignorancia de las consecuencias del encierro en la violencia de género, las prisiones, la prostitución, las personas sin hogar, etc.
- La implantación de normas y protocolos que incrementaron la violencia obstétrica, llevada al extremo de negar el acompañamiento en el parto, hacer cesáreas innecesarias y separar a los bebés recién nacidos de sus madres, incluso en contra de las recomendaciones en pandemia de la Organización Mundial de la Salud, OMS, y de las sociedades científicas, incluyendo también la imprudente vacunación covid19 de las embarazadas.
- La renuncia a la promoción de actividades al aire libre.
- La nula “desprescripción” de medicamentos que incrementaban la probabilidad de neumonía, y en general el abandono de “la seguridad del paciente”.
- La aceptación profesional y social de las “ocurrencias” de políticos, salubristas y “expertos” por más que fueran contra el bien común, la ciencia y la ética, como la fractura en primaria de la atención clínica basada en la longitudinalidad y la presencialidad y, en general, el anteponer la lealtad a la institución frente a la lealtad a pacientes, familias y comunidades [6].
- La ignorancia de la sindemia (que no pandemia puesto que no sólo se refiere al nuevo virus y la covid19 sino al conjunto de problemas bio-psico-sociales que se suman).
- La colusión de intereses no declarados públicamente, corrupción, de industrias varias (farmacológicas, tecnológicas y otras) con los de políticos, salubristas y sociedades sanitarias científicas que llevaron a una deslealtad general respecto al “contrato social”.
- La implantación con política “de hierro” de la atención sanitaria virtual, también en toda atención de los servicios públicos, creando verdaderos “fosos” digitales inequitativos.
- El desprecio a recursos sanitarios como las farmacias comunitarias.
- El desarrollo de políticas sanitarias “todo azimut” (indiscriminadas) en lugar de concentrar las acciones en los sectores más débiles y frágiles.
- La respuesta solidaria de las redes comunitarias y vecinales y de quienes viven permanentemente en crisis por su situación de pobreza y marginalización.
- etc.
Es decir, se respondió a la
pandemia con un conjunto de medidas improductivas e ineficaces, y a veces con
gran iatrogenia[7].
Una especie de absurdo suicidio social para “salvar al sistema sanitario”
promovido por políticos y salubristas a los que faltó ciencia, conciencia y
coraje que llevó en la práctica clínica a negar las manos que tocan y las
sonrisas que se ven,
El mundo “se volvió loco” en
expresión del más cuerdo de los epidemiólogos y salubristas del mundo, el sueco
Anders Tegnell, que siguió los planes de contingencia previstos y ni cerró
escuelas ni encerró a la población y aprovechó su independencia constitucional
respecto a los políticos para demostrar al cabo de los años el éxito de sus
decisiones[8] que
se sintetiza en algunas frases como[9]: “son los otros países los que experimentan” y
“no es una carrera de velocidad sino de resistencia”, “tenemos que aprender a
convivir con el virus”.
En España, el primer encierro,
desde el 14 de marzo de 2020, duró 42 días y, si bien puede entenderse el pánico
de políticos y salubristas en los primeros momentos, es inentendible la rigidez
que gobernó las vidas durante más de tres años. Tampoco se entiende la
manipulación de la población (a destacar “la policía de los balcones” que
gritaba y hasta arrojaba objetos contra cualquiera que se moviese por la
calle), ni la participación del Ejército para implantar un clima de miedo, ni
la carga moral constante del “por mí, por ti” (“vacúnate por amor”, “me
protejo, te protejo”) que llevó a una solidaridad forzada bien expresada por
“los aplausos a las ocho” (el rito de
aplaudir en balcones y ventanas a los sanitarios que estaban trabajando en los
hospitales; en los hospitales, pues políticos, salubristas, “expertos” y medios
de comunicación ignoraron de mil maneras el papel jugado por la atención
primaria).
En el sector sociosanitario, como
en la misma sociedad, pudimos encontrar lo mejor y lo peor del ser humano.
Desde profesionales que cumplieron con su deber cívico y deontológico a quienes
se aprovecharon de la situación para “ponerse a salvo”. También quienes
promovieron el uso terapéutico del arte, incluyendo la poesía. A recordar
especialmente a quienes murieron en acto de servicio[10], en
mucho por errores de políticos, gestores y salubristas.
Tercer acto. Nada ha cambiado
para mejor
Durante la pandemia nos dijeron
constantemente que valía la pena el sacrifico pues “saldremos mejores”, pero
no, no hemos salido mejores. El daño ha sido profundo, tanto a la sociedad en
general como a lo educativo y sociosanitario en particular, pues se lesionó
mucho a personas y profesionales, un daño que no se ha reparado, ni siquiera
estudiado con afán similar al de la “Comisión de la Verdad y la Reconciliación”
de Sudáfrica. Por consecuencia se han desacreditado las instituciones,
incluyendo a políticos, gestores y profesionales.
Se promovió y logró la
“bipolarización” en ciencia, profesión y sociedad, que persiste, lo que va en
perjuicio del desarrollo personal y social pues para progresar, y vivir, se
precisa la crítica, el diálogo y la “desobediencia”.
Se ha incrementado la diferencia
de clase, los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Algunas soluciones
han sido venenosas, como el Ingreso Mínimo Vital que es en la actualidad un
laberinto casi sin solución racional. La corrupción campó sin control durante
la pandemia, con algunos escándalos descubiertos y la inmensa mayoría impunes.
La democracia se resiente por tal impunidad, y por la plutocracia.
En España se hizo una
complaciente evaluación[11], se
ocultó el fracaso y, como en el resto de países, se pretende el olvido, el
pasar página, el “dadas las circunstancias tampoco se hizo tan mal”[12]. Sin
embargo, España aparece como un país del que huir si hay nueva pandemia[13]. Ni
políticos ni salubristas estuvieron a la altura y ahora pretenden no rendir
cuentas, ni pedir perdón, ni reparar los daños (en lo que se pueda), ni tomar
medidas para que no se repitan los errores[14].
Falta la difusión de las
narraciones y relatos de quienes sufrieron en la base las consecuencias de las
decisiones políticas y de salud pública, desde comunidades a personas; por
ejemplo, de “trabajadores esenciales”, de víctimas como familiares de “muerte
sin amor”, etc.
En sanidad seguimos con el
enfoque predominante biológico y tecnológico y la imposición de la atención
virtual. Los determinantes sociales (las “condiciones del vivir”) y el
comunitarismo vuelven a ser teorías que adornan el discurso pero no se pretende
cambiar la atención sanitaria ni dentro de la consulta, ni en la cama del
hospital, ni en el domicilio del paciente, ni en urgencias. Tenemos pendiente
la aceptación y declaración de efectos adversos de las vacunas covid19, y el
reconocimiento del sufrimiento del “covid persistente”.
Se han atribuido millones de
muertes evitadas por las vacunas, pese a su ineficacia en los ensayos clínicos.
La vacunación no detuvo la pandemia, contra lo que han difundido medios de
comunicación y “expertos”, ni comparando países ni comparando individuos (si se
corrige por el efecto de “sano vacunado”), y el proceso de aprobación y de
introducción en el mercado de las vacunas ha demostrado la insuficiencia de las
agencias reguladoras de medicamentos.
Ni siquiera se han resuelto
problemas estructurales como la debilidad de una salud pública ensimismada con
los “factores de riesgo”, de una atención primaria anémica y de un escuálido
sector “sociosanitario”, pues habría que inyectar miles de millones y cambiar
de raíz para atraer y retener a los mejores profesionales.
Tampoco se ha resuelto el
problema de la ancianidad, del hacinamiento en “residencias” que son negocios,
no instituciones sanitarias, que acogen básicamente a ancianas “esperando la
muerte” con exceso de medicamentos.
Así mismo, queda pendiente,
eternamente pendiente, la cuestión de la “dependencia” (“el cuarto pilar del
Estado de Bienestar”), y la pobreza que persiste y se hereda en todas sus
formas (no funciona el ascensor social).
Siguen en el olvido los
mecanismos de apoyo y fomento de asociaciones y redes comunitarias, la
participación popular, pues el poder no se fía del saber popular y prefiere
mantener un marco punitivo y la Ley Mordaza, “por si acaso”.
En educación el sector público se
debilita a todos los niveles, desde pre-escolar a la universidad, y no se ve en
el horizonte una reforma de la enseñanza que se proponga fomentar el
pensamiento crítico y la libertad de expresión.
Hemos aprendido que la población
tienen mecanismos de organización y resistencia que pueden llegar a asombrar,
en el sentido de que hay mejor capacidad de organización popular de base que
poder político y gestor. También que la miseria y la pobreza son creaciones
humanas, que podemos eliminar también con el esfuerzo humano.
Palabras para el debate
Ana y Lara, con ayuda de su tía
Isabel, han preparado una lista de palabras y expresiones que desearían que
salieran en el debate. Las han puesto en orden alfabético, para tacharlas según
vayan comentándolas, por la participación espontánea de sus compañeras o a su
propia iniciativa.
Listado de palabras y
expresiones:
·
Alegría
·
Amor
·
Aporofobia
·
Apoyo
·
Arte
·
Asociaciones de pacientes, vecinales, de base y
otras
·
Autoritarismo
·
Belleza
·
Bien común
·
Biopolítica
·
Brecha-foso digital
·
Burocratización
·
Capitalismo
·
Ciencia crítica
·
Clase social
·
Cobardía (“no ver”, “no comentar”, “no
discrepar”)
·
Colonialismo
·
Compromiso
·
Comunidad
·
Compasión
·
Complejidad
·
Conciencia
·
Conocimiento expirencial
·
Conspiranoico
·
Coraje
·
Corrupción
·
Covid persistente
·
Cruce de saberes
·
Cuidar
·
Cultura de perdón y reparación
·
Daño
·
Democracia
·
Desánimo
·
Desobediencia
·
Dictatura de la salud
·
Dignidad
·
Duda vacunal
·
Edadismo
·
Efecto arrastre
·
Efectos adversos
·
Enfermedad profesional
·
Entusiasmo
·
Equidad
·
Equipo
·
Error
·
Escucha
·
Esperanza
·
Espiritualidad
·
Estigma
·
Ética de la ignorancia
·
“Estar y acompañar, sin más; dar crédito y
testimonio del sufrimiento”
·
Exceso de mortalidad
·
“La infancia y adolescencia no es sólo el
futuro, es sobre todo el presente”
·
Humor
·
Ignorancia
·
Incertidumbre
· Causas de la causa (“si doy lismona al pobre soy
caritativo, si pregunto porqué es pobre soy comunista”)
·
Libertad
·
Longitudinalidad
·
“Los perros con más derechos que infancia,
adolescencia y ancianidad”
·
Malismo
·
Medicalización
·
Miedo
·
Muerte
·
Narración
·
Naturaleza
·
Necropolítica
·
Negacionismo
·
Neoliberalismo
·
“No hacer”
·
Obediencia
·
Parresía
·
Paternalismo
·
Parto en casa
·
Pensamiento crítico
·
Pobreza
·
Poesía
·
Populismo epidemiológico
·
Presencialidad
·
Prevención
·
Protocolos
·
Prudencia
·
Psicología política (masas, líderes y
movimientos sociales)
·
Rabia
·
Rebeldía
·
Rendimiento de cuentas
·
Respeto
·
Salud mental
·
Seguridad
·
Servidumbre voluntaria
·
Soledad
·
Solidaridad
·
Ternura
·
Tocar, tacto
·
Tiranía sanitaria
·
Valentía
·
Valores
·
Violencia obstétrica
·
Violencia de género
·
Violencia simbólica
·
Vulnerabilidad
Conclusión
Nos quieren controlar, nos
quieren amedrentados, débiles, egoístas, empastillados, enfermos, ignorantes,
insolidarios y obedientes
Por ello, para evitarlo,
necesitamos analizar a fondo la respuesta a la pandemia.
Necesitamos poner en palabras,
narrar, lo que sucedió en los años pandémicos.
Necesitamos entender historias y
escuchar con amor el dolor que no cesa en las heridas abiertas de pacientes,
familiares y profesionales.
Lo precisamos para volver a poder
caminar y vivir con “normalidad”.
Referencias bibliográficas:
[1] Síntesis del conocimiento colectivo generado en el SIAP (Seminario de Innovación en Atención Primaria) sobre «La respuesta a la pandemia covid19. Ciencia, ética y sociedad», cuyas ponencias están todas en https://seminariossiap.es/siapcovid2025/material/ El debate virtual comenzó el 7 de febrero, y en encuentro presencial tuvo lugar los días 6 (en Buitrago de Lozoya), 7 y 8 de marzo de 2025, en Torremocha de Jarama (Madrid). Hubo un total de 26 ponencias (más una de "arte") con 34 ponentes (el 53% mujeres). Hubo un total de 110 inscripciones, incluyendo asistentes, ponentes y organizadores (mujeres el 56%). En el debate virtual hubo un total de 432 intervenciones (de mujeres el 53%). La media del presencial fue de 51 personas (mujeres el 55%). Hubo 180 intervenciones presenciales (de mujeres el 53%).
[2] Madrigal es un pueblo que conserva
impresionante arquitectura y donde nació
la reina Isabel la Católica de Castilla y murió Fray Luis de León,
judioconverso, profesor de la Universidad de Salamanca que al incorporarse a su
cátedra, tras años de cárcel por acusación y juicio de la Inquisición, comenzó
con el mítico “Decíamos ayer…”.
[3] La respuesta a la pandemia covid19. Ciencia,
ética y sociedad https://seminariossiap.es/siapcovid2025/
[4] #siapcovid19 https://equipocesca.org/covid19-del-estado-de-alarma-al-estado-de-solidaridad-siap-extraordinario/ https://covid19siap.wordpress.com/
[5] Seminario covid virtual-presencial Zaragoza
noviembre de 2021 https://equipocesca.org/wp-content/uploads/2021/09/siap-2021-covid-Zaragoza-Programa-Difusi%C3%B3n.pdf
[6] En términos académicos triunfó la
irracionalidad técnica (todo para la organización) con menosprecio de la
irracionalidad romántica (todo para el paciente); es decir, con renuncia al
deber parrésico de discrepar con coraje y valentía. En la práctica los “años
sindémicos” (2020-23) conllevaron una especie de psicosis colectiva de
irracionalidad técnica en que se sacrificó todo “por la vida”, incluso las
razones que justifican el vivir (por consecuencia, el incremento del suicidio,
entre otras cosas). Es la servidumbre voluntaria, el “miedo a la libertad”,
también la violencia simbólica “que lleva contento al cordero al matadero”, la
construcción artificial de un mundo imaginario en que la autoridad es
salvadora.
[7] ¿Capitán a posteriori respecto a la pandemia
covid19? Al comienzo (febrero-marzo-abril de 2020) ya se sabía lo que había que
hacer (y no se hizo) https://ahoramqnunca.blogspot.com/2025/03/pandemia-covid19-al-comienzo-febrero.html
[8] The covid lessons from Sweden: Don't lock
down https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/ecaf.12611
[9] The Sweden “experiment”? It wasn't Sweden
that opted for a vast experiment called lockdown https://ahoramqnunca.blogspot.com/2025/03/the-sweden-experiment-it-wasnt-sweden.html
[10] 28 de marzo. Jamás desaparece lo que jamás se
olvida https://saludineroap.blogspot.com/2025/03/28-de-marzo-in-memoriam-jamas.html
[11] Hervada X, Pérez-Romero C, Rodríguez Artalejo
F, Urbanos R. Evaluación del desempeño del SNS español frente a la pandemia de
Covid-19. Lecciones de y para una pandemia. Madrid, 2023 https://www.easp.es/project/evaluacion-del-desempeno-del-sns-espanol-frente-a-la-pandemia-covid-19/
[12] El confinamiento: de la obediencia al olvido https://mondiplo.com/el-confinamiento-de-la-obediencia-al-olvido
[13] ¿Dónde pasar la próxima? https://mondiplo.com/donde-pasar-la-proxima
[14] La pandemia covid19 a los cinco años, ¿por
qué tienen que pedir perdón políticos y salubristas? https://saludineroap.blogspot.com/2025/03/la-pandemia-covid19-los-cinco-anos-por.html
"Necesitamos poner en palabras, narrar, lo que sucedió en los años pandémicos".
ResponderEliminarAhí van algunas palabras de lo que sucedió:
En Abril del 2020 Castilla-La Mancha registró la Razón de Mortalidad estandarizada más alta de toda España (1). El TSJCM tasó las muertes sospechosas de Covid-19 en un 170% más que las oficiales (2).
Alcanzó la mayor tasa de letalidad (6 %) de la pandemia en mayores de 60 años (3)
El discurso de la resignada inevitabilidad de la catástrofe es en realidad una coartada para la impunidad de los gestores públicos.
Y recomendar un interesante libro (y clarificador) de Jaime Ignacio del Burgo: "COVID-19, lo sabían todo y no hicieron nada". 2024.
Gracias por tu coraje Juan. Un saludo
1- https://momo.isciii.es/panel_momo/#section-mapas
2- https://www.elconfidencial.com/espana/2020-04-06/justicia-castilla-lamancha-muertes-sospechosas-coronavirus_2536823/
3-https://www.sanidad.gob.es/profesionales/saludPublica/ccayes/alertasActual/nCov/documentos/Actualizacion_606_COVID-19.pdf
No, si por palabras no va a quedar.
ResponderEliminarComo estamos en plazo (el trabajo a presentar es para después de Semana Santa), yo propondría añadir al listado de palabras y expresiones a debatir el término “normalidad”. Así, entre comillas, tal como cierra el texto de la entrada, con el mismo sentido ambiguo.
Lo haría, proponerlo, si no fuera porque antes de debatir habría que definir “normalidad”. Y no solo definir, también consensuar: ¿qué entendemos por tala?, ¿a qué normalidad diferente a la normalidad actual (muy similar ya, por cierto, a la anterior) apunta el texto? Porque normalidades hay muchas, algunas necesarias, otras contingentes…. No quedaría mucho tiempo para el debate del resto del listado.
¿Quizás ayude el “léxico marxista” referido?