martes, 25 de marzo de 2025

Pandemia covid19. Como personas y como profesionales de la sanidad. ¿Qué hemos aprendido de los esfuerzos, la resistencia y la lucha por salir adelante de quienes viven en pobreza y exclusión? Por “Colectivo SIAP”

La pandemia covid19 sacudió al mundo y sacó lo mejor y lo peor de cada sociedad. Contra lo que se dijo, el virus no afectó a todos por igual pues fue mucho mayor su impacto en la población ya de por sí marginada.

En el curso del debate virtual, a largo de un mes, previo al encuentro presencial en Torremocha del Jarama (Madrid) los días 7 y 8 marzo del 2025, del Seminario de Innovación en Atención Primaria sobre «La respuesta a la pandemia covid19. Ciencia, ética y sociedad»[1], hubo una ponencia de Daniel García[2] sobre «La covid vista (y vivida) desde los márgenes: aprendizajes necesarios».

En dicha ponencia, constaba una pregunta sobre “Como profesionales, ¿qué podemos aprender de los esfuerzos, la resistencia y la lucha por salir delante de quienes viven en pobreza y exclusión?”.

Esta es la síntesis de las respuestas en dicho debate virtual (por correo electrónico) al “¿qué hemos aprendido?”.



  • Que el virus SARS-CoV-2, no fue igual para todos pues lo clave de los determinantes sociales es que impactan en general y siempre, también en la pandemia, y lo fundamental de tales determinantes es contar con ingresos y alojamiento dignos, y que al final lo que cuenta es la clase social, lo que “determina”, por ejemplo, si eres trabajador “esencial” y está “justificado” que corras riesgos (tanto de contagiarte como de vacunarte con vacunas experimentales sin “consentimiento informado”), el desplazarte en transporte público, el acceso a la tecnología de comunicación y su potencia, la alimentación y el hacinamiento en la vivienda.
  • Que la pandemia y la respuesta a la misma exacerbaron las desigualdades estructurales, afectando de manera desproporcionada a los sectores más vulnerados, a las comunas y barrios de menores ingresos, a trabajadores informales, personas mayores pobres, etc. “Mientras el gobierno enfocó su respuesta en la expansión hospitalaria, descuidó la atención primaria y su interrelación con la comunidad, lo que afectó el control de contagios en los sectores más precarizados”.
  • Que lo fundamental es controlar el miedo y rechazar el egoísmo y la insolidaridad en la respuesta a la pandemia promovida por los que nos gobiernan, con sus políticas neoliberales (“el rico más rico, el pobre más pobre”, la “corrupción impune”, etc)) y sus ejemplos (“recordad a nivel nacional como se colaron muchos poderosos para ponerse la dosis de vacuna que no les correspondía”).
  • Que el miedo y los miedos son parte de la vida, y que el miedo es una cuestión clave en caso de enfermedad, en que la fragilidad vital nos hace perder seguridad, por ello conviene saber ayudar frente al miedo (sin pretender erradicarlo) tanto a pacientes y población como a profesionales, incluyendo uno mismo.
  • Que la capacidad del poder es muy grande. Que los científicos y profesionales parecen estar en venta. Que los “expertos” son de quita y pon. Que los periodistas y los medios de comunicación normalmente son más vendidos que los que reciben a los representantes de la farmamafia (que van de políticos de alto rango, con sus ocultos contratos de vacunas, a los “key opinion leaders” de las sociedades científicas médicas).
  • Que tiene más racionalidad cualquier habitante por su conocimiento experiencial que cualquier político pendiente del poder de los poderosos, y por ello hay que dar voz y escuchar a las organizaciones de base.
  • Que es importante valorar la desobediencia de quienes viven en los márgenes. Quien quizá puede decir que “sí”, pero luego hacer “no”. Quien no entiende bien los juegos de arriba que lo dominan, pero que juega con sus propias cartas, desconfíando de la bondad del policía, del médico y del asistente social. Hay una difícil, dura, y muchísimas veces violenta y opresiva vida en los márgenes, pero también esa vida es de portentosa y creativa libertad. La gente más “ilustrada” (catedráticos, profesores, profesionales con carrera, funcionarios y similares) es la gente más previsible a la hora de encajar en un perfil de opinión, en una servidumbre voluntaria[3], en una violencia simbólica[4] y en unas prácticas específicas “bien vistas”.
  • Que quienes habitan los márgenes son expertos en fracasos, pero esos fracasos no son solo suyos sino colectivos y, precisamente por ello, necesitamos que nos ayuden a entenderlos para revertirlos sin repetir los mismos errores y las mismas dinámicas de exclusión y marginalización.
  • Que “frente a la falta de apoyo estatal, surgieron iniciativas comunitarias como ollas comunes, redes de solidaridad e intercambio de bienes esenciales, que fueron clave para la subsistencia de muchas familias”, pues los sectores históricamente excluidos cuentan con saberes y estrategias colectivas que pueden ser fortalecidas para generar alternativas de desarrollo basadas en la cooperación y la dignidad, en lugar de la dependencia del mercado y de las lógicas asistencialistas, lo que también resalta la importancia de fortalecer la participación social en la toma de decisiones sobre salud y políticas públicas.
  • Que hay capacidad social de sobrevivir a las crisis, que hay autogestión y a la vez colaboración mutua, que hay redes de apoyo vecinales y comunitarias que pueden funcionar autónomamente en situaciones muy adversas, por lo que es fundamental fomentar en general la participación ciudadana y en lo concreto el establecimiento y mantenimiento de redes vecinales y el asociacionismo en general y también en en lo laboral, el sindicalismo.
  • Que es clave seguir creando grupos, comunidades pequeñas que funcionen con lógicas ajenas “al mercado”, que lleven a cambios personales, relacionales y micro sociales; que para construir sociedad es preciso recuperar la calle y la interacción, abrirnos a la diferencia y a la belleza que encontramos en quienes son distintos de nosotros, en el arte y en la naturaleza, en cosmovisiones, espiritualidad y simbología.
  • Que deberíamos apoyar y fomentar la solidaridad de la justicia social para lo cual es necesario un sistema justo de impuestos y una democracia fuerte que redistribuya la riqueza. Los sistemas públicos socio-sanitarios, educativos y demás son esenciales para el desarrollo armónico de la sociedad y de las personas.
  • Que la estructura social es débil, y en cualquier momento se desarrolla una "policía de los balcones" que lleva a agresiones y delaciones, por lo conviene cuidar en extremo la situación para que se mantenga la estructura social de solidaridad.
  • Que la pandemia no fue una “guerra”, pero se utilizaron los símiles bélicos para justificar una autoritarismo dañino. El lenguaje bélico fue parte de la ofensiva gubernamental de deshumanizarnos, para que aceptaramos brutalidades sin ciencia ni conciencia como el enclaustramiento de la infancia-adolescencia y el morir en solitario de la ancianidad[5].
  • Que hay que fomentar la "desobediencia debida"[6], el incumplimiento razonado y ético de acuerdos, instrucciones, normas, reglamentos, protocolos y demás elementos autoritarios que vayan contra la salud pública y/o incrementen el rigor de la Ley de Cuidados Inversos[7].
  • Que es fundamental el compromiso vital de profesionales de la sanidad con sus pacientes, familias y comunidades pues el ejercicio profesional implica el "aquí estoy, ayer, hoy y mañana" ya que no se trata de dar respuestas sin más, sino de mirar a los ojos y ejercer en la clínica con compasión, cortesía, piedad y ternura[8] con los pacientes y sus familiares, con los compañeros, con los superiores y con uno mismo, y ello se traduce en decisiones prácticas como el no-abandono de las consultas directas (presenciales) en despacho y domicilio, especialmente en pacientes crónicos recluidos en domicilio y en pacientes terminales
  • Que lo ideal en gestión y organización sanitaria es una estructura "en peine" (muy horizontal), contra la estructura habitual "en escalera" (de arriba abajo), de forma que hay que promover siempre lo horizontal, para el día a día y para el día de la pandemia.
  • Que la Ley de Autonomía del Paciente se debe respetar y lo mejor es tenerla en cuenta siempre, para que se cumpla también en la pandemia, y similares; en lo concreto, que es clave “el consentimiento informado” respecto a la vacunación.
  • Que se pueden encontrar sinergias, aliados y gente desobediente en lugares que uno no esperaba. Y viceversa: uno puede verse solo cuando se creía fácilmente acompañado por "gente rebelde".
  • Que es posible ensanchar el margen político de nuestro puesto de trabajo sanitario. Por ejemplo, con datos de clase social de la historia clínica, elaborando informes clínicos con connotaciones políticas (por ejemplo, aludir a las responsabilidades políticas del deterioro en la salud de un paciente con oxigenoterapia a domicilio derivado de los cortes de luz, etc), pasar datos a asociaciones locales para que los usen políticamente, presentarlos como equipo de salud en el ayuntamiento, proponer que los colegios profesionales se posicionen frente a determinados problemas que se observan en la consulta, etc.
  • Que a veces hay efectos beneficiosos inesperados; por ejemplo, chavales que vivían en la calle sobre todo magrebíes (adolescentes y menores de edad) "contentos" por haber dado positivo al contagio por el virus porque los alojaban en hoteles con cama, agua caliente y tres comidas al día (“nunca he estado así” le decían a su educador o profesora de referencia), contaban también que los que vivían en Madrid en casas okupas se juntaban con los que tenían fiebre a ver si también "pillaban" un hotel con pensión completa. También el confinamiento como tiempo compartido “en familia”, pues muchas veces tal tiempo era inexistente en condiciones “normales” previas.
  • Que otro efecto beneficioso, “colateral”, fue la conciencia que tomamos muchos profesionales de la sanidad sobre la realidad de las viviendas en las que vivía la gente. Conocer a los convivientes cuando teníamos un caso positivo y buscábamos contactos nos hizo ver cuánta gente vivía en una pequeña casa, cuantos compartían incluso habitación, cuántas personas internas en cuasi-esclavitud, cuántas "camas calientes", cuantas personas vivían (y se sentían) solas, cuantos tenían trabajos precarios a los no querían faltar, cuántos no podían salir a buscarse la vida y se quedaban sin ningún ingreso...Por ejemplo, en Puente de Vallekas, Madrid, en estos años ha habido un repunte en la implicación comunitaria de profesionales de los centros de salud, quizá motivado por la “sindemia”.
  • Que la pandemia hizo evidente el racismo estructural, porque dentro de la pobreza hay diferencias raciales muy importantes y conviene identificar el racismo, la aporofobia[9] y los dispositivos interseccionales (clase, etnia, migración, sexo, género, etc) para poder combatirlos.
  • Que no podemos olvidarnos de los “grupos ya de entrada más castigados” como prostitutas, encarcelados, trabajadores temporeros en el campo, etc. “Vivíamos confinamientos dentro de la prisión. Se confinaba a quienes vivían confinados. Viví situaciones dantescas, recuerdo que un paciente que sufrió una fractura por una agresión volvió del hospital se le ingresó en la enfermería. Hubo quienes se negaron a llevarle la bandeja de comida "porque del hospital seguro que ha traído el bicho". A veces se le dejaba la bandeja en el pasillo y tenía que salir a buscarla cuando todas las puertas estaban cerradas y no había nadie... Me recordaba a la escena final de 'El secreto de sus ojos'. También recuerdo que en un pabellón deportivo cercano a mi casa empezaron a meter (no sé si con su consentimiento o no ) a personas sin techo de la ciudad. Alguna vez hablé con uno a través de la verja, estando yo en el coche parado en el semáforo. No quería estar allí”
  • Que es prudente el intentar no caer en la polarización profesional y social: ni “la única verdad” ni “la contra-única verdad”. Hay que evitar el encono de vacunistas versus antivacunas; negacionista versus colaboracionista; supraconscientes versus inconscientes; etc.
  • Que la heroicidad consiste en hacer lo que tenemos que hacer, sin más (ni menos), y es importante esta heroicidad civil diaria, en lo cotidiano (cumplir horarios, no perder el tiempo con representantes ni "tomando café", mantener los conocimientos y habilidades, etc.) pero también en situaciones especiales como durante la pandemia.
  • Que el capitalismo es incompatible con la democracia (la plutocracia[10] defenderá la democracia mientras pueda controlarla).
  • Que quien teme a la muerte muere mil veces.
  • Que el principio de precaución[11] no se puede transformar en un principio de destrucción.
  • Que la Medicina Basada en Pruebas (en la Evidencia) sólo es una pátina, apenas una excusa para cuando "interesa", pero en otros casos se abandona sin más, como se hizo en la pandemia, por ejemplo respecto a la utilización de medicamentos en el tratamiento de los pacientes, tipo hidroxicloroquina y demás.
  • Que se precisa formación continuada independiente, de "salud, ciencia crítica y ética", para poder hablar con parresía[12].
  • Que los planes de contingencia para afrontar catástrofes tienen aplicación limitada, por ejemplo en Suecia, pero se ignoraron en los demás países.
  • Que siempre hay quien hace bien las cosas (en lo profesional, vecinal, social e incluso político) y conviene su reconocimiento y estímulo porque muchas veces ello implica hostilidad y "cancelamiento[13]" en su entorno.
  • Que es importante la capacidad ética práctica. Si cada persona meditara sobre la ineludible dignidad y respeto que merecemos todos los seres humanos, independientemente de nuestras posibilidades económicas, nos resultaría aberrante encontrar a alguien sin posibilidad de comer cada día o de dormir en condiciones decentes. Hace falta tomar conciencia.
  • Que es posible mantener la cordura y la ética en situaciones de auténtico dislate general, y no sólo como personal y profesional, sino como grupo (como ejemplo el siapCovid, “Del Estado de Alarma al Estado de Solidaridad”[14] como con de 300 participantes del mundo entero desde marzo de 2020). Que a veces para poder ser critico y para mantener una postura ética, se necesita el grupo, que siempre es más fácil si vamos juntos. Que los profesionales sanitarios tenemos que dejar atrás el ser "llaneros solitarios" y participar en nuestras comunidades y allí donde nos encontremos. Que el asociacionismo proporcionó una palanca para facilitar la "desobediencia debida" y para crear alternativas. Ojalá no se nos olvide.





Referencias bibliográficas:

[1] https://seminariossiap.es/siapcovid2025/

[2] Médico de familia y comunidades en el barrio de San Diego, Madrid, miembro del Movimiento ATD Cuarto Mundo

[3]
 Étienne de la Boetie. Discurso de la servidumbre voluntaria. Ed. Tecnos, Madrid, 2010. “Es el pueblo el que se subyuga, el que se degüella, el que pudiendo elegir entre ser siervo o ser libre, abandona su independencia y se unce al yugo; el que consiente su mal o, más bien, lo busca con denuedo” https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Etienne%20de%20La%20Boetie%20-%20Discurso%20sobre%20la%20servidumbre%20voluntaria.pdf

[4]
 La violencia simbólica es un concepto desarrollado por el sociólogo francés Pierre Bourdieu que se refiere a las formas de dominación que no se basan en la fuerza física directa, sino en la imposición de una serie de normas, valores y creencias que legitiman la dominación de ciertos grupos sobre otros. Se manifiesta a través de discursos, símbolos y prácticas culturales que refuerzan las estructuras de poder existentes y perpetúan la desigualdad social

[5]
 Llevando lo bélico a la pandemia https://covid19siap.wordpress.com/llevando-lo-belico-a-la-pandemia/

[6] Incumplir algunas leyes es un imperativo moral. Es la lucha pacífica, como la «satyagraha» (resistencia no violenta) de Mahatma Gandhi, que incluye la desobediencia a leyes injustas como parte de un compromiso ético.

[7] Ley de Cuidados Inversos: "La disponibilidad de una buena atención médica tiende a variar inversamente a las necesidades de la población atendida. Esta ley se cumple más intensamente donde la atención médica está más expuesta a las fuerzas del mercado y menos donde dicha exposición es reducida”.

[8] Ternura clínica https://rafabravo.blog/2025/03/18/ternura-clinica/

[9] La aporofobia es una actitud de rechazo, desprecio o incluso aversión hacia las personas que viven en condiciones de pobreza. Es un fenómeno social que, aunque pueda parecer algo ajeno a la mayoría de la sociedad, está profundamente arraigado en las estructuras sociales, culturales y económicas. De acuerdo con Adela Cortina, quien introdujo este concepto, la aporofobia no es simplemente una cuestión de estigmatización de los pobres, sino una forma de exclusión estructural que puede manifestarse de diversas maneras en la vida diaria.

[10] La plutocracia es el gobierno de los ricos o el control por los ricos de las instituciones del Estado. El caso de Estados Unidos https://elordenmundial.com/que-es-plutocracia-estados-unidos/

[11]
 Utilización racional del principio de precaución en clínica y en salud pública https://evalmedicamento.weebly.com/varios/utilizacion-racional-del-principio-de-precaucion-en-clinica-y-en-salud-publica-luis-palomo-cobos

[12]
 La parresía es una manera de «hablar con franqueza». El término está tomado del griego παρρησία que significa literalmente «decirlo todo» y, por extensión, «hablar libremente», «hablar atrevidamente» o «atrevimiento»

[13]
 La cultura de la cancelación hace referencia al acto de “cancelar” a una persona, invalidar sus opiniones y prácticamente su existencia de todas las áreas sociales y, todo ello, a raíz de la publicación de un comentario o del apoyo a una postura concreta en un tema determinado, generalmente a través de las redes sociales.

[14] https://covid19siap.wordpress.com/


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