Durante los casi 7 años transcurridos desde nuestra primera conversación telefónica, nunca coincidimos en el espacio y el tiempo. A lo largo de estos años, fui conociendo a Javier mediante muchas horas al teléfono, decenas y decenas de correos electrónicos y algunas reuniones-discusiones-conversaciones en directo por zoom.
En el ámbito profesional, Javier era una persona excepcional. No tengo ninguna duda de que también lo era en el ámbito personal. Trabajador infatigable con un conocimiento profundísimo de nuestra actual administración-gestión sanitaria y de sus antecedentes inmediatos y remotos. Su bagaje intelectual como experto conocedor de nuestra sanidad pública era extraordinario. De él aprendí siempre, antes y después de conocerle. Especialmente, durante el tiempo en el que trabajamos en un proyecto por él liderado y en el que nos embarcó a unos cuantos (aquí). Doy fe de su tenacidad impulsora y de la pasión que transmitía por llevar a buen puerto este proyecto, una pasión sin aspavientos, radicalmente racional. Todo parecía ir bien hasta ese fatídico martes 12 del pasado mes de julio. De la inicial incredulidad y conmoción pasé a un posterior sentimiento de pérdida, casi de orfandad. Javier quería, como muchos queremos, un Sistema Nacional de Salud universal, de la mejor calidad e igual para todos. Lejos del discurso complaciente de los políticos, Javier estaba convencido, como muchos de nosotros, de que el progresivo deterioro del Sistema, más que reducir las diferencias sociales y territoriales en salud, está contribuyendo a aumentarlas. En 2021, más del 23% de los españoles contaban con un seguro médico privado. A fecha de hoy, en alguna comunidad autónoma como la madrileña, el porcentaje supera el 41%. Refleja esto la clara desafección y desentendimiento de una parte de la sociedad, aquella con mayor nivel de renta, influencia política y mediática. Con esta desafección es prácticamente imposible la presión social necesaria para mover a los políticos. Peor aún, al socaire de este desentendimiento, los políticos blindan el statu quo actual que empuja al Sistema hacia su empobrecimiento financiero y organizativo y hacia la pérdida de su razón de ser: ofrecer buena práctica médica, buenos cuidados, solidaridad, equidad y cohesión social. El eslabón más débil del Sistema, la Atención Primaria, ya se ha roto. A continuación le toca al resto del Sistema. Necesitamos muchos Javieres para darle la vuelta a esta situación.
Hola Juan,
ResponderEliminarYo, como tú, he conocido a Javier Rey a través de sus escritos y de amigos comunes y siempre he tenido una gran opinión de su trayectoria personal y profesional.
Un abrazo
Amando
Muchas gracias por tus palabras, Juan. Creo que has capturado perfectamente sus preocupaciones y su trabajo. Un abrazo de toda la familia.
ResponderEliminarNo podré asistir a este acto porque me encontraré fuera de Madrid, pero me apena profundamente la muerte de Javier, con el que trabajé cuando yo estaba en la Coordinadora de Estudiantes, como representante de la facultad de medicina de la Complutense, con mis compañeros de entonces, Lola Ruiz, y también con JM Freire y Ramón Gálvez.
ResponderEliminarHa pasado mucho tiempo de eso, y como puede comprobar, estoy en las antípodas del espectro político en el que estaba entonces, pero eso no impide reconocer el enorme amor a la buena medicina que tenía Javier, amor que comparto y que es mi leitmotiv cotidiano.
Por favor transmita a su familia y amigos mis condolencias más profundas. Fdo: Juan Luis Steegmann