sábado, 24 de julio de 2021

Un poco de historia sobre la expropiación de la salud de las mujeres. ¿Cómo ha sido posible tal expolio?, por Mercedes Pérez-Fernández y Juan Gérvas

La expropiación de la salud de las mujeres es ejemplo de una medicina sin límites que pretende convertirse en central, incluso cuando no hay enfermedad. Lo logra:

1. Transformando a las mujeres en enfermas con normas y definiciones arbitrarias que llevan a intervenciones innecesarias (sometidas a procedimientos dañinos como los “parches” en la menopausia). 
2.- Desacreditando saberes ancestrales para convertirlas en incapaces de utilizar sus propias habilidades y conocimientos para enfrentarse a los procesos del puro vivir y enfermar (por ejemplo, ante los partos fisiológicos) y 
3.- Generando una permanente insatisfacción en las mujeres, obsesionadas con la búsqueda de la salud perfecta a través de una prevención constante (por ejemplo, con la “revisión ginecológica anual”) que pretende enmascarar las situaciones políticas que llevan a mala salud. 

Revisamos la historia de la expropiación de la salud de las mujeres en torno a tres cuestiones:

¿Cómo es posible que las abuelas hayan pasado de poderosas  a temerosas?
¿Cómo es posible que las mujeres no tengan colectivamente un conocimiento directo del parto?
¿Cómo es posible que las mujeres hablen de “mi ginecólogo” como si éste fuera alguien de la familia?


El problema 
La actividad médica es generalmente beneficiosa pero con frecuencia se acompaña de efectos adversos que pueden ser graves. Lo ideal es que los beneficios superen en mucho a los daños, pero no siempre es así. A veces, las actividades médicas provocan daños que superan en mucho a los beneficios, y con frecuencia ello se debe a un hábito autoritario que encastilla a los médicos en torres de arrogancia sobre cimientos de ignorancia (1).

El hábito médico autoritario, la relación de poder del síndrome de Hubris (desmesura, imprudencia y arrogancia), se gesta desde los años de estudiante en las facultades de medicina, así como en la residencia de especialización y durante la progresión en el trabajo clínico. Es parte de un currículo oculto que se transmite sutilmente, sin hacerse explícito en general.

La arrogancia médica preventiva es asertiva, presuntuosa y soberbia. Es agresivamente asertiva en el sentido de prescribir y ordenar cambios, medicamentos y/o intervenciones sin dudas ni matices. Es, además, presuntuosa, en el sentido de no dudar de su eficacia, de su valor acerca de beneficios sin daños. Y es soberbia, arremetiendo contra los que cuestionan el valor de sus recomendaciones (2).

No se trata de un caso aislado de arrogancia médica, como la del cirujano británico de trasplantes que cauterizaba las iniciales de su nombre en los hígados de los pacientes a los que intervenía, sino de malas prácticas generalizadas y mantenidas sin dudar.

 

El problema de la medicalización de la sociedad 
Escribió Iván Illich en 1975: “Un sistema de asistencia a la salud basado en médicos y otros profesionales, que ha rebasado límites tolerables, resulta patógeno por tres motivos: inevitablemente produce daños clínicos superiores a sus posibles beneficios, tiene que enmascarar las condiciones políticas que minan la salud de la sociedad y tiende a expropiar el poder del individuo para curarse a sí mismo y para modelar el ambiente” (3).  

Los ámbitos de daño médico son: 1/ el clínico, producida por intervenciones innecesarias o excesivas a los pacientes, 2/ el cultural, por la expropiación de las capacidades y creencias  de individuos, familias y comunidades en relación a la salud, la enfermedad, el dolor y la muerte y 3/ el social, al transformar la sociedad hasta convertirla en mórbida animando a la población a consumir más y más medicina y medicamentos.

La creciente expropiación de la salud incrementa los miedos a la enfermedad y al sufrimiento y "ceba" el círculo de dependencia de los médicos. Es una forma de infantilización que hace tolerables y normales algunos consejos de salud pública ridículos, del estilo de "Estamos en verano, camine por la sombra". Como niños, dependemos de otros en lugar de caminar por nosotros mismos y ayudando a los demás. Además, como niños nos contentamos con el consejo y no exigimos responsabilidades; en el ejemplo, una geografía urbana que incluya suficientes árboles y espacios que permitan caminar en verano sin que ello nos exima de nuestras propias responsabilidades.

El "producto final" es una sociedad temerosa de la enfermedad y de la muerte, ansiosa con los resultados de los exámenes sanitarios rutinarios, y dependiente de los médicos para lograr un mínimo de estabilidad vital. De hecho, en muchos casos es una sociedad drogada con medicamentos generalmente innecesarios como la mayoría de los anti-hipertensivos, para el “colesterol” (estatinas y otros), somníferos, tranquilizantes, "protectores" del estómago, vitamina D, analgésicos (Nolotil®, Enantyum®, tramadol y parches de fentolamina incluidos), tiroxina, para la osteoporosis, anti-depresivos y otros. Nada como la presencia en muchos bolsos femeninos del “AmíPlín” en sus muchas marcas comerciales (Lexatín® y similares), “por si acaso”. Las pacientes devienen en el combustible del sistema sanitario (4).

 

¿Cómo es posible que las abuelas hayan pasado de poderosas  a temerosas? 
Las abuelas han pasado de sabias, poderosas, respetadas e independientes, a temerosas, perdidas en los vericuetos tecnológicos, sin ni siquiera autoridad para definir la salud de los nietos, empastilladas, dependientes y enclaustradas-solas (5).

Nada más doloroso que las imágenes de los asilos (residencias de ancianos) en general y especialmente en la pandemia covid19, que reflejan esta pérdida de poder de las ancianas hasta ser recluidas en morideros, donde efectivamente murieron en medio del abandono general y sanitario. En su informe, Amnistía Internacional denunció cinco violaciones de derechos humanos (a la salud, a la vida, a la no discriminación, a la vida privada y familiar y a una muerte digna) y advirtió del riesgo de que se repitieran (6).

Las abuelas han sido fundamentales para las familias y la sociedad, y de ellas ha dependido mucha salud y hasta la supervivencia de los núcleos poblacionales, desde la Prehistoria a tiempos recientes. En parte, por su simple presencia dando estabilidad por la autoridad de sus conocimientos y de sus relaciones sociales, en parte por su aportación a la alimentación, con los productos vegetales recolectados primero y cultivados después, y en parte por sus conocimientos respecto a los “remedios naturales” y a la atención al parto.

Este último componente, médico y científico, fue propio de la mujer durante milenios y se empezó a temer por el desarrollo medieval y renacentista de los gremios y de las universidades que generó el monopolio masculino del conocimiento científico y clínico. Se combatió fieramente con la quema de brujas (“mujeres sabias”) que afectó especialmente a curanderas y parteras durante casi doscientos años, en los siglos XV, XVI y XVII (7, 8). El otro camino fue el de la transferencia de conocimiento empírico, del que es buena muestra la “bruja de Shropshire” o “tía Hutton”, que pasó a un médico el secreto de la digital para la insuficiencia cardíaca y al menos fue citada apropiadamente (9). Las abuelas cedieron su poder sanador, herencia de miles de años de estudio de ensayo-error-acierto, y en el siglo XXI apenas quedan reductos en algunos ambientes rurales marginados y en las poblaciones originarias en lugares remotos. Cabe el contraste del conocimiento empírico de plantas medicinales de las brujas que se quemaban vivas con la fórmula de Newton (científico y físico, ya en los siglos XVII y XVIII) para lograr la inmortalidad, la eterna juventud y la transformación de metales en oro con la piedra filosofal.

Desde el Renacimiento (siglos XV y XVI), por influencia del desarrollo científico, comercial e industrial, la sociedad occidental prefirió la cantidad a la calidad, el contar sobre el sentir, la medicina técnica a la medicina sanadora. En ese sentido la medicina se sumó al festín de la cantidad que cosifica y expropia la salud y que logra que seamos solo aquello que se puede medir fácilmente, pura biometría. Pero lo clave en la salud y en la vida suele ser justo lo que se mide difícilmente, o lo que directamente no se puede medir.

El círculo se cerró a finales del siglo XIX y principios del XX, con la imposición del parto en el hospital y la consideración del mismo como “siempre peligroso”. Se implantó un modelo medicalizado de atención al parto, con la violencia obstétrica como práctica rutinaria, que dio por resultado primero el incremento brutal de la mortalidad por consecuencia de las intervenciones médicas, como el uso del cloroformo. El lema de la “prevención/profilaxis” sirvió de justificación para el uso rutinario de la anestesia, los forceps, la episiotomía, la maniobra de Kristeller, la cesárea y otras intervenciones médicas que justificaron el hospital como lugar seguro para nacer (10).

Las parteras casi desaparecieron y la enfermería desarrolló y mantuvo el trabajo de matrona, sometido al poder de, generalmente, varones ginecólogos y obstetras. No obstante, siempre se vio con miedo el poder femenino de matronas (y maestras). Así, ya en pleno siglo XX, durante y después del golpe de Estado de los generales fascistas en España, las matronas fueron especialmente represaliadas pues su conocimiento y formación las convertía en sospechosas de provocar abortos y de difundir prácticas anticonceptivas (11). Las madres y abuelas desaparecieron de la escena del parto; también las amigas, familiares y vecinas.

 

¿Cómo es posible que las mujeres no tengan colectivamente un conocimiento directo del parto? ¿Cómo es posible que sólo hayan visto partos en las películas? 
La medicalización del parto conlleva violencia obstétrica. Pero es que, además, el parto de rutina en el hospital trae como consecuencia la pérdida de la experiencia colectiva femenina del parto, algo que parece normal pero que no lo es. Sostiene Jesusa Ricoy Olariaga que las mujeres han perdido la experiencia propiamente femenina de vivir y participar en los partos de familiares, amigas y vecinas. “Un rasgo común de cualquier maltrato o abuso de poder es el aislamiento de la víctima. En el caso de las mujeres en su parto, la primera gran separación fue de su entorno matriarcal. Al introducir el parto en el hospital se las desconectaba del grupo de mujeres cercanas que conocían el parto y asistían, desde su experiencia o aprendizaje en todo tipo de tareas. Las mujeres jóvenes aprendían ayudando a lo que es un parto, la pérdida de un bebé y la lactancia conllevan, el parto estaba integrado socialmente de manera orgánica y natural” (12). El parto era “femenino”, del dominio de las mujeres, a domicilio y en vecindad, de forma que toda mujer solía haber asistido a partos de familiares, amigas y vecinas antes de ser ella misma la protagonista. En las películas se transmite ideología, en general la predominante en la cultura estadounidense. Por ello, el parto es en el hospital, las mujeres están tumbadas e inmovilizadas, hay tecnología por doquier en la sala de partos, los ginecólogos suelen ser varones resolutivos que dan respuesta a complicaciones de vida o muerte, las mujeres parturientas parecen discapacitadas…y, si algo se sale del guión, es presentado como “salvaje”, sea el parto en casa atendido por matrona o la participación autónoma de la parturienta. Casi nunca se reflejan en las películas los partos más habituales, sanos, fisiológicos y normales, sin complicaciones, y todavía es más raro ver un parto “de película” sin presencia de ginecólogo y asistido únicamente por matrona.

Durante siglos, la fiebre puerperal fue la causa principal de mortalidad materna (hasta el 70% de la misma). Al comienzo del siglo XVIII, respecto a la mortalidad total, en mujeres de 20 a 34 años que tenían hijos, el 40-45% de la mortalidad se debía a complicaciones del parto. En general, en la población, una de cada catorce mujeres moría por consecuencia del parto.

Por ello, desde finales del siglo XVII fueron impactantes las normas y prácticas de las matronas suecas para atender partos a domicilios. En síntesis: lavarse las manos, seguir normas de higiene y formarlas para atender a los partos fue tan revolucionario y efectivo contra la mortalidad infecciosa como el desarrollo de sistemas de suministro y tratamiento de agua, las mejoras en las viviendas y la nutrición y la introducción de las vacunas (a finales del siglo XVIII y sobre todo en los siglos XIX y XX) (13).

 

¿Cómo es posible que las mujeres hablen de “mi ginecólogo”, como si éste fuera alguien de la familia? 
La salud de las mujeres no depende de ninguna especialidad concreta, y menos de la ginecología. Nadie tiene que “revisar” ni bajos ni altos de ninguna mujer para acreditar su salud y lozanía física y mental. De hecho, la revisión ginecológica anual es un procedimiento más de la medicalización y de la expropiación de la salud. ¿Por qué tener un ginecólogo si las revisiones ginecológicas anuales son innecesarias y dañinas? (14, 15, 16).

Dicha revisión promete, y si lo consigue es provocando más daños que beneficios,: 1/ el diagnóstico precoz de infecciones por gonorrea y clamidias, 2/ el diagnóstico precoz del cáncer de ovario, 3/ la valoración antes de empezar con métodos anovulatorios y/o las relaciones sexuales, 4/ saber si hay masas en el útero, o cáncer en pelvis o en genitales externos, 5/ hacer un diagnóstico precoz del cáncer de mama, por la revisión física, la ecografía y la mamografía y 6/ el diagnóstico precoz del cáncer de cuello de útero. Por ello no se recomienda la revisión ginecológica anual.

Por ejemplo, “mi ginecólogo” suele aconsejar y enseñar la autoexploración de mamas, un procedimiento que sabemos no disminuye la mortalidad por cáncer de mama, pero incrementa las intervenciones quirúrgicas innecesarias sobre la misma (17, 18).

¿Qué decir de la conversión de la menopausia en enfermedad y de la prescripción de rutina de los “parches” para la menopausia (que llamaban “terapia substitutiva”, como si las mujeres fueran defectuosas por naturaleza)? Con el encomiable objetivo de disminuir la mortalidad por infarto de miocardio pero sin ningún fundamento científico, el tratamiento hormonal logró exactamente lo contrario: el incremento de dicha mortalidad. Adicionalmente provocó una epidemia de millones de cánceres de mama, embolias pulmonares, ictus cerebrales y otras patologías (19, 20). Se pretendía que las mujeres fueran eternamente sanas y femeninas; en las propias palabras del primer proponente: «Todas las mujeres postmenopáusicas están castradas. Pero con el tratamiento hormonal sustitutivo-de reemplazo (THS) los pechos y los genitales no se marchitarán. Será mucho más agradable vivir con ellas pues no se volverán aburridas ni les faltará atractivo» (21).

También suele ser actividad de “mi ginecólogo” la transformación de la osteoporosis en enfermedad, con los consiguientes estudios y tratamientos innecesarios (16). No deja de ser irónico que las fracturas de caderas sean más frecuentes a los ochenta años, cuando las mujeres ya han dejado de ser  “atractivas” para esa ginecología sin límites.

Como último ejemplo, el del síndrome de ovario poliquístico, cuya frecuencia llega a cuadriplicarse al cambiar los criterios de definición. Los nuevos criterios de Rotterdam amplían enormemente el número de mujeres afectadas por tal patología, sin que tal cambio conlleve mejoras en quienes realmente lo padecen. Así, en Australia se ha estimado que la prevalencia se dobla entre las mujeres de 27 a 34 años, pues pasa del 9 a 18%. En el Reino Unido se calcula que puede cuadriplicarse la prevalencia, del 5 al 20% (22, 23).

 

Conclusión 
La expropiación de la salud de las mujeres en el siglo XXI es el final de un proceso iniciado primero contra las “brujas” (mujeres sabias), para limitar su poder basado en el empirismo, después contra las matronas hasta convertir todos los partos en hospitalarios, y, finalmente, contra el conjunto femenino con la promesa de juventud eterna que bien reflejan las actividads de “mi ginecólogo”. Con todo ello se pretende enmascarar las situaciones políticas que llevan a mala salud.

Así, como consta en un editorial en NoGracias sobre la "viagra rosa" (la medicalización de la sexualidad femenina): «Con frecuencia “un deseo poco activo” es debido a que la mujer está en realidad agotada por el trabajo, preocupada por la inestabilidad laboral, cansada de una sexualidad insatisfactoria, dolorida por el machismo social y de pareja, harta de los estereotipos sexuales que reprimen la variedad y la espontaneidad en las relaciones, angustiada por la situación económica, triste porque cuida familiares enfermos o resignada a la sobrecarga que genera la insolidaridad doméstica. Ninguno de estos factores han sido considerados en los ensayos clínicos que reducen la sexualidad humana a un asunto meramente fisiológico» (24).

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Mercedes Pérez-Fernández, Especialista en Medicina Interna, médico general jubilada, Equipo CESCA, Madrid, España. Miembro de NoGracias. Correo-e: mpf1945@gmail.com

Juan Gérvas, Doctor en Medicina, médico general jubilado, Equipo CESCA, Madrid, España. Miembro de NoGracias. Correo-e: jjgervas@gmail.com

 

Bibliografía

1.- Torres de arrogancia sobre cimientos de ignorancia. (aquí)

2.- La arrogancia de la medicina preventiva. (aquí)

3.-Némesis médica. La expropiación de la salud. (aquí)

4.- El proceso médico que expropia la salud. [Versión actualizada de “La expropiación de la salud”, libro a publicar en septiembre 2021 por Ediciones Fantasma, Málaga]

5.- Las abuelas. De la Prehistoria al Siglo XXI. De poderosas a temerosas. (aquí)

6.- Residencias en tiempos de covid. (aquí)

7.- Saberes y poderes. (aquí)

8.- Brujas, creadoras de ciencia y comunidad. (aquí)

9.- La bruja de Shropshire. (aquí)

10.- Se buscan 2.500 mujeres españolas para un parto en casa. (aquí)

11.- El olvidado papel de las matronas en la Guerra Civil española. (aquí)

12. - Mujeres de películas, partos de ciencia ficción. (aquí)

13.- El parto, mortalidad materna y encarnizamiento médico. (aquí)

14.- Screening Pelvic Examinations: Right, Wrong, or Rite? (aquí)

15.- “Mi ginecólogo”. Pero, ¿por qué tener un ginecólogo, si la revisión anual es inútil? (aquí)

16.- Lo que una mujer no necesita. (aquí)

17.-  Autoexamen o examen clínico regular para la detección precoz del cáncer de mama. (aquí)

18.- Auto-exploración de mamas. Ni para tí, ni para tus pacientes, ni para tus estudiantes. (aquí)

19.- De “eternamente femenina” a “eternamente sana”. (aquí)

20.- Hormone replacement therapy, cancer, controversies, and women’s health: historical, epidemiological, biological, clinical, and advocacy perspectives. (aquí)

21.- The cruel irony of trying to be “feminine for ever”. (aquí)

22.- Driven by good intentions: why widening the diagnostic criteria for polycystic ovary syndrome may be harming women. (aquí)

23.- Síndrome de ovario poliquístico: las mujeres como carne de cañón. (aquí)

24.- La medicalización de la sexualidad femenina. (aquí)


 


 

8 comentarios:

  1. Pregunto a los firmantes de este texto si creen que el método científico debe ser la base para la construcción y organización de los saberes en Salud y ciencias relacionadas.

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  2. Gracias por la confianza, Federico.
    El método científico propiamente dicho no debería ser la base para la construcción y organización de los saberes en salud y ciencias relacionadas.
    La Medicina, como las otras ciencias de la salud, no es una ciencia. Es un arte que precisa muchas veces del fundamento científico.
    Si el método científico fuera la base, la Medicina sería monstruosa pues la ciencia tiene por objetivo el conocimiento, no el alivio/evitación del sufrimiento.
    En el caso de la expropiación de la salud de las mujeres se logra introducir justo la idea de que la ciencia y sus métodos son lo clave, y el resultado es el que vivimos, lo que se ve de abuso y de daño. La base de las ciencias de la salud tiene que ser la empatía y la comprensión con las personas y su vivir.
    Es cierto que la ciencia y la técnica forman parte fundamental del saber médico, pero ante el paciente conviene que el médico sea sobre todo sanador en el sentido de ser testigo de su sufrimiento y de ofrecer alternativas apropiadas a la situación concreta del enfermo, tanto de curación como de cuidados.
    https://www.actasanitaria.com/es-posible-la-critica-a-la-medicina-sin-miedo-a-crear-bulos-si/
    "Si, como quieren muchos educadores, cada médico fuera un investigador científico, el cuidado de cada paciente representaría para ellos un experimento. Pero el científico es, por definición, un observador imparcial: jamás desearía perturbar las condiciones del experimento, porque no quiere, de ninguna manera, enturbiar los resultados. En esas condiciones, lo que al paciente le pase no es de su principal incumbencia; después de todo, la finalidad principal es adquirir mayor conocimiento, no aliviar el sufrimiento del enfermo". https://www.letraslibres.com/mexico/que-la-medicina-no-es-ciencia
    Saludos de Mercedes y Juan

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    1. Gracias por lo inmediato, extenso y sincero de la respuesta, Juan. Pero creo preciso distinguir el objetivo del conocimiento sobre el que se apoya dicho objetivo. Para el objetivo es fundamental la ética y resto de ciencias sociales. Pero nada se hace sin los datos que aporta el método científico frío, imparcial.

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  3. Maravilloso texto. Justamente hace casi dos meses, y en parto domiciliario, nació nuestro hijo. Con mi pareja hace rato que venimos observando estas cosas que señalan en el artículo sobre la violencia obstétrica, lo que nos llevó a preocuparnos en encontrar una alternativa. Por suerte nos conectamos con un grupo acá en La Plata (Argentina), que se dedican especialmente a eso. Es un grupo coordinado por un médico obstetra, con varios otros profesionales (Médicos y médicas pediatras, emergentólogos, etc) y con varias parteras. Es tremendo que hasta hay que ser discretos con el plan y la idea de tener el parto en la casa, porque a diestra y siniestra recibís comentarios de preocupación y desaprobación. Cuando finalmente fué el momento del parto, y realmente todo salió excelente (Nuestro hijo hoy está 10 puntos), y empezamos a contar más la experiencia a la gente cercana, ahí empezamos a escuchar de prácticamente todas las mujeres conocidas, las historias nefastas de violencia que casi sin excepción tuvieron en sus partos hospitalarios. Muchas les comentaban a mi pareja: "ahhh yo quisiera tener un parto como el tuyo".
    Gracias por lo que hacen y lo que escriben. Abrazo desde Argentina.

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  4. Gracias por la atención, MatiasPerrone, por su relato y por su benevolencia con nuestras publicaciones.
    Sobre el parto en casa puede leer
    "Parto planificado en domicilio atendido por matrona"
    http://saludineroap.blogspot.com/2018/04/parto-planificado-en-domicilio-atendido_18.html
    No deje de echar un ojo a las dos últimas referencias en ese texto sobre el "free birthing", el parto libre, al que suele llevar la violencia obstétrica, y que ha aumentado durante la pandemia covid19 en que la violencia obstétrica se superó a sí misma.
    Sobre violencia obstétrica, tenemos varios textos, por ejemplo:
    "Violencia obstétrica: violencia de género y violación de derechos humanos"
    https://www.actasanitaria.com/violencia-obstetrica-violencia-de-genero-y-violacion-de-derechos-humanos/
    "Violencia obstétrica: la maniobra de Kristeller carece de ciencia y ética"
    http://equipocesca.org/violencia-obstetrica-la-maniobra-de-kristeller-carece-de-ciencia-y-etica/
    Un saludo Mercedes Pérez-Fernández y Juan Gérvas

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  5. Impresionante artículo, no comparto todos los postulados, pero creo que acierta muchísimo. Por cierto que cuando busco en internet la plataforma NoGracias, aparece nogracias.org, que claramente es la buena porque la pre-vista del buscador me muestra un poco de su contenido crítico, pero no funciona la página cuando intento abrirla. En cambio otra página nogracias.eu que nos habla de lo genial que es el sistema sanitario aparece sin problemas... ¿casualidad? !Animo con este blog y gracias por vuestros artículos!

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    1. Gracias por la valoración positiva, Emilio.
      Respecto a la página de NoGracias, estamos teniendo problemas técnicos, especialmente los fines de semana.
      Funciona correctamente justo en este momento (19,45 h en España, del martes 27 de julio de 2021).
      Un saludo Juan Gérvas

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  6. Reiterar el consenso en que la ciencia debe estar al servicio de la Medicina en todos sus campos y actuaciones. No al revés, sometidas su vocación, visión y misión al cielo sabe qué "ciencia", al servicio de qué intereses, de qué negocios. Humanización, saber crítico, autonomía de las personas y perfeccionamiento constante del ejercicio médico vs. robotización de todo y de todos para gloria del Consumo.
    Al respecto, quizás le resulte de utilidad al Sr. MatiasPerrone, y a otros visitadores de este formidable blog potencialmente interesados, el enlace al siguiente libro recientemente publicado, que me honra epilogar.
    https://icariaeditorial.com/novedades/4710-gestacion-nacimiento-y-crianza-desde-el-sur-9788418826146.html
    Gracias.
    Marino Rodrigo

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