Y añado un fenómeno que me ha sorprendido este año. cada vez
más encuentro R0. Estos son médicos que no han hecho aún el examen MIR pero
que, por la presunta falta de médicos, son contratados en el servicio público
nada más terminar la carrera.
Este año, por ejemplo, he trabajado con una R0 que no tenía
ninguna obligación de supervisión y que era sumamente atrevida en sus
decisiones... y que cobraba sueldo de adjunto, mientras que otro compañero, R4,
cobraba una miseria en comparación... y tiene una teórica obligación de
supervisión.
No sé qué decir, el despropósito es llamativo, en mi opinión.
Y una última cosa que me parece relevante y se dice en el caso: los pacientes y
la sociedad no tienen una idea clara de todo esto que ocurre...
Las guardias de 24h serían rápidamente eliminables, pero
muchos médicos no quieren (miedo a cobrar menos...).
Una intensivista cuenta cómo cuando le llaman después de
todas esas horas trabajando es porque alguien "se muere". Obviamente
no está uno fresco para trabajar en esas condiciones... aunque confieso que
cuando me despiertan por una situación grave, me activo con mucha más rapidez y
casi que lo agradezco... porque es habitual que me avisen varias veces en las
guardias por cuestiones muy menores. Eso abriría otro melón... o muchos otros.
De los psicofármacos, dos "casos" recientes:
1/ a una residente del área le han pillado inyectándose
morfina en el centro de salud…,
2/ una compañera me llamó antes de ayer para pedirme ayuda
porque quiere desintoxicarse de benzodiacepinas y necesita ayuda. Empezó a
tomarlas cuando tuvo un problema personal y necesitaba dormir algo la noche
antes de las guardias... le dio mala conciencia darse de baja por los
compañeros... fue aumentando la dosis y ahora no hay forma de salir. Tremendo.
En mi caso, uno más de tortura siendo resistente en la puerta
de unas urgencias de un hospital de capital de provincia pequeña, que no por
eso, menos tortura. He decir que siempre me he sentido afortunada en cierta
forma de haber sido una persona adulta con experiencia vital durante esa etapa
tan nefasta de nuestra formación, lo que me permitió hacerme respetar más que
la media, aunque suene terrible, pienso que fue el factor edad, el que más
influyó en no haber sufrido faltas de respeto continuadas, humillaciones ni
maltratos verbales varios.
Mi temple, como me dice mi tutora y cierta dosis de arrojo
para confrontar con los adjuntos más viles también me ayudó bastante. sin
embargo, esa edad que en la distancia la veo como un factor de protección, en
aquellos momentos lo sentía como una desventaja, porque no podía comprender
como a los 35 años tenía que tragar tantos sapos y culebras, comerme tantos
marrones no buscados, y sufrir lo que no había sufrido en ningún trabajo desde
que inicié mi actividad laboral a los 16 años. Hasta el punto derivó la cosa
que en tercer año de residencia desarrollé un terror nocturno que me perseguía
en cada saliente de guardia cuando por fin dormía en mi cama, y que tenía a mi
marido más que acojonado.
La pesadilla consistía siempre y de forma constante en un
perro que me perseguía y me comía, solo cambiaba a veces el tipo de perro, pero
la angustia era la misma y el terror era tan grande que me despertaba gritando
y llorando y tardaba en calmarme al menos 15 minutos. Lo consulté con neuro y
con psiquiatría, lo hablé con nuestra coordinadora docente, sugerí dejar de
hacer guardias pero todo en vano, yo podía con todo, yo que era una mujer hecha
y derecha. Años después y en la consulta de una psicóloga a la que estoy yendo
desde hace un tiempo, me dijo que el perro era la representación en mi
subconsciente de " lo que me comía", de las circunstancias tan
brutales que te devoran, de las situaciones que nos comemos y digerimos sin
masticar como si nada, de lo que el común de los ciudadanos desconoce de lo que
es el aprendizaje de ser médica en este sistema nuestro.
En el cuarto año de residencia en el contexto de la pandemia,
y aprovechando la petición de ayuda de la urgencia de un hospital comarcal, me
fui junto con dos amigas de la residencia a ayudar. No fue algo del todo
altruista, os soy sincera, sino una forma de escapar de todo aquello. Los 4
meses que allí estuve y a pesar del agobio de la situación por el virus
desconocido, nunca volví a tener esa pesadilla, porque nunca me sentí sola ni
desprotegida.
A pesar de la supervisión decreciente, los R4 son residentes
que requieren cierto grado de supervisión y a mí me parece una temeridad que se
queden solos. Aquí por lo menos siempre tienen disponible en general un
adjunto, y si sale a un domicilio, éste también lo hace aunque el centro se
quede sin médico. Aquí tuvimos un caso de una parada cardio-respiratoria
durante la pandemia donde limitaban el número de personas dentro de las
ambulancias, con lo cual ese día en el "punto de atención continuada"
en cuestión hubo una salida y el residente no podía ir en la ambulancia, con
tan mala suerte que se quedó solo con un celador, presentándose un paciente con
dolor torácico que entró en parada casi al momento, sin enfermera y sin
adjunto, el pobre residente hizo lo que pudo, pero el paciente murió.
Si bien he conocido a pocos residentes que tomarán
benzodiacepinas o antidepresivos, lo que sí he visto y observado son
comportamientos que no sé si encajarían en la definición de disruptivos o
autodestructivos, como son las fiestas de resis, que también se podrían llamar
orgías literalmente. Era habitual en mis años de residente y parece que en mi
unidad docente eso ha ido en aumento, las fiestas a todo dar de grupos de
residentes de distintas especialidades.
Fiestas que daban lugar a accidentes graves ..cómo
precipitaciones, a retiradas del carnet de conducir por ir bebido al volante
cuando te dirigías a tu guardia de puerta, o comportamientos de violencia
verbal hacia compañeros y pacientes, porque llegas a la guardia de
reenganchada.
En fin...siempre he pensado que eso no formaba parte de
divertirse para desconectar. Por otro lado y con respecto al tema del suicidio
más frecuente en mujeres médicas que en mujeres en general y en varones
médicos, me ha llamado la atención bastante, teniendo en cuenta que el suicidio
es mayoritariamente masculino (unas 3 veces sobre el de las mujeres).
Hace unos años tuve un caso de una médica que se suicidó en
un hotel muy conocido, se preparó un cóctel con múltiples fármacos, y se los
tomó acostada en la cama de la habitación vestida con ropa elegante y
maquillada. Lo que es habitual en el suicidio planificado, que se hagan
rituales de este tipo, ponerse la mejor ropa por ej. En fin...leyendo las
experiencias vividas y la sobrecarga en los cuidados que tenemos las mujeres,
sentir que no te da la vida para vivir, puede explicar esas cifras ..quizá. El
suicidó es un acto muy complejo y multifactorial donde intervienen múltiples
variables. Más que causas muchas veces se habla de desencadenantes. Una
autopsia psicológica quizás pueda ayudar a conocer los motivos o razones.
En fin, gracias por este hilo que me ha parecido terapéutico.
Os leo y he tenido una sensación extraña. Creía que siempre
había sido muy consciente de lo que suponían esas guardias y no solo las
guardias: toda la estructura vertical y militar donde las dudas y preguntas
expresadas brillaban por su ausencia entre los adjuntos y muchos residentes
(algunas se convertían en las carceleras aventajadas del lugar), por no hablar
de la ausencia de comunicación de emociones en situaciones límite y el nulo
acompañamiento a los que acompañan: niños fallecidos en guardias y no solo de
UCIP (Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos), niños críticos en la Unidad
Neonatal...con pediatras que seguían trabajando sin un triste grupo de apoyo
donde poder volver a ser humano y llorar y gritar el miedo, el peso de la
responsabilidad, las condiciones laborales inaceptables...
Así leído es como el plan para la deshumanización, para...la
enfermedad mental...
Algunas resistimos porque a pesar de que parecía que no
servía de nada escribíamos, pedíamos reuniones, expresábamos siempre que
podíamos que todo aquello NO ERA NORMAL, de múltiples maneras, con diferentes
interlocutores.
Resistimos porque para algunos, algunas nos convertimos en
una especie de proscritas a las que no valía la pena ni combatir. Y las
proscritas unidas tienen más fuerza de lo que creemos. Algunos nos han llamado
de todo: sindicalistas (como insulto) me viene ahora a la cabeza, insolidarias
(hicimos una huelga creo que éramos R4 a nivel de todo el estado español),
irresponsables, no consecuentes ( porque hicimos huelga de guardia pero
seguíamos yendo a trabajar de mañanas para poder mantenerla en el tiempo. El
dinero hacía falta... Muchas cosas...Y no solo algunos adjuntos...
Una de las cosas que más me llamó la atención fue la
actitud de algunas R altas echándonos una bronca brutal a los R1 por
quejarnos, "vuestro papel es rellenar volantes", fue impresionante. Y
entonces pensé que cuando te agreden como se agrede sistemáticamente en la
residencia de manera normalizada, heredada e impune tienes dos opciones: una es
luchar como puedas, poco o mucho, pero no normalizar ni repetir patrón según
vas adquiriendo "galones" y otra que yo creo que es terrible pero se
entiende fácil es mimetizarse con el medio, negar el daño que te infligen
porque o vienes educada así o lo que sea y normalizar la agresión recibida muy
rápido y empezar a agredir a "los siguientes que vienen detrás"
quiero pensar que sin conciencia de la responsabilidad o igual sí. Quienes así
se comportaba no chirriaban. Apenas chocaban. Eran aceptadas dependiendo en qué
medios y se perpetuaba terriblemente una historia de violencia. Yo así lo
sentía.
Pero siempre hay gente maravillosa y fue precioso estar junto
a ellas, adjuntos y residentes en esta lucha que se libraba de supervivencia (además
del mogollón de ir aprendiendo a acompañar, tratar, etc. situaciones clínicamente
no siempre fáciles). Era de alta tensión. De ahí surgieron amigos para toda la
vida. Gente que no se puso de rodillas (y no hace falta gritar para ello, con
no normalizar a nivel íntimo es suficiente) gente a la que no incluían en
proyectos de investigación en su época de formación , gente de la que dijeron
de todo pero que resistió. Resistió y contagió. Porque la rebeldía, la lucha,
la verdad me voy a atrever a decir son tan potentes que hasta el máximo tirano
las reconoce y las envidia. O sea, que se puede resistir con abrazos, amistad,
mucha guerrilla entre horas y risas con toneladas de lágrimas.
Yo no había conocido gente así hasta entrar en el hospital.
Siempre lo digo. Pero encontré gente maravillosa, algunos con los que discutí
mucho y a los que quiero con el corazón.
Acabé la residencia. Me encantaba el parto y la Neonatología.
Trabajé en el hospital en dos tandas un año y medio (entre tanto algo de
Primaria) pero me fui porque decidí que yo dormía en casa por las noches y
porque no estaba dispuesta a estar todo el rato rodeada de semejante energía
militar.
No sé ni cuáles eran las preguntas. Pero la patología de la
normalidad de Fromm lo cuenta muy bien. La gente más sensible sufría brutal y
algunos se medicaban. Quiero pensar que los narcisistas, los cobardes, los
colaboracionistas también sufren. Y sé que algunos también se medicaban. Porque
no es humano lo que ocurría muchas veces. No sé si habrá cambiado. A mí una de
las cosas que más me duelen es cuánto talento, inteligencia, bondad,
sensibilidad hay pisoteadas con un precio demasiado grande para la sociedad
también, pero bueno.
Nos llamaron flojas por negarnos a seguir trabajando tras 24
horas. Nos íbamos a dormir en los salientes. No todo el mundo puede soportar el
horror sin entrar en la rueda que le hace sentir parte del poder. Y si pasa eso
tampoco hay que castigarse, es muy difícil no haber estado en el otro lado
alguna vez. Lo importante es perdonarse y darse cuenta. Y aprender. Creo que
hace daño igual o más el horror ejercido. El agresor se queda también
destrozado o así lo veo yo, lo que pasa que hay que impedir que siga haciendo
daño mientras aprende.
Creía que estaba elaborado pero ahora que acabo de escribir
me doy cuenta que todavía duele, como si fuéramos supervivientes de un estrés
postraumático.
Montañas, amigos, pasiones, abrazos, sexo,
debates...aire, aire, aire...y mucha no Medicina son cruciales en la resistencia.
Y si no se puede estudiar tanto, no se estudia. Pero no se enferma por
expectativas ajenas y condiciones que destrozan seres humanos.
Y si alguna vez hicimos daño aprendemos. Y si alguna vez
enfermamos, aprendemos. Y si no podemos solas, pedimos ayuda.
Aquí estamos.
Conocí las urgencias siendo "alumno interno" por
oposición en un antiguo hospital provincial (de muy antigua hechura): hacíamos
atención a urgencias con funciones que hoy haría un MIR 1-3 siendo estudiantes;
y en verano nos íbamos al hospital con maleta, para una semana seguida de
"guardia": 2 alumnos internos (1 viejo y 1 nuevo) + 1 internista + 1
cirujano en alerta en casa. Eran tiempos "heroicos" y
medievales...años 75-76.
Fui de la primera promoción del MIR "estatal". He
sido testigo y en parte protagonista de tantos cambios: uno de los más
importantes, el esmero en la función tutorial de los adjuntos de la época con
los residentes: para una formación volcada en la clínica, sin perder de vista
los fundamentos teóricos, la formación centrada en la práctica -la clínica y la
ética (y la técnica) de la relación y la alianza asistencial. En mis tiempos de
compromiso con la formación de residentes, compartir la actividad en las guardias
era esencial, y las guardias (en nuestro caso, coincidiendo con los inicios de
la reforma psiquiátrica, que pretendía "desinstitucionalizar" y
focalizar el trabajo en el contexto comunitario y familiar- la atención en
urgencias era cuestión clave : cómo definir los problemas, cómo identificar y
"negociar" el sentido y significado (clínico, y personal, y familiar)
de los síntomas, del padecimiento de la "crisis"... El "esmero
formador" no era generalizado, claro, pero tomar demasiada distancia del
mismo aún podía ser calificado, para quien se escaqueaba, como
"vergonzante" por la mayoría.
Siempre pensé que la formación en urgencias (hospitalarias, y
domiciliarias) es clave en la formación del residente, e inexcusable, en mi
opinión, el considerarlas como momentos críticos, "de oro" para la
formación (como transmisión del saber y del saber hacer, o del "no
saber", o del "no hacer", siempre aprendiendo...).
Disculpad la retahíla personal, pero se me echó encima la
"oleada de memorias no controladas".
Conmigo también rotan los residentes de familia y este tema ha sido siempre una constante. Siempre han compartido conmigo la tortura que supone para ellos las guardias en el hospital (no en el centro de salud). Al llegar se sienten muy solos en su protesta, "sus mayores" ya se han "acostumbrado" y además reciben el mensaje de "no te señales o no contaran contigo" (y ejemplos que dar no les faltan).
En cuanto al consumo para aguantar, si que me lo comentan, sobre todo "el legal", las benzodiacepinas. Sé qué día tienen guardia porque vienen acompañados de la super mochila, y desde que entran veo las carillas, también las veces que van al baño por el mal cuerpo o las desconexiones porque a veces ya no están allí.
El mundo de las guardias de medicina de familia es para mi desconocido, pero recuerdo que cuando yo era residente, un adjunto tenia la costumbre de recibir a los nuevos resis con "el manual del residente" donde entre otras muchas cosas, daba soluciones a estos problemas de las guardias: comprarse una casa y un coche para empezar, y así poco a poco el capitalismo y el consumismo haría que la tortura no fuera tan dolorosa y las quejas fueran desapareciendo. Lo que entonces me parecía totalmente ofensivo, cuando ahora lo comparto con los resis, nos reímos con tristeza de la parte de razón que tenía.
Y aludiendo al tema de soledad y solidaridad, a los resis que ahora se sienten solos, les recuerdo que en el futuro podrán ser adjuntos solidarios.
______________________________________________________
Mercedes Pérez-Fernández, especialista en Medicina Interna. Médico rural jubilada. Equipo CESCA (Madrid) mpf1945@gmail.com
Juan Gérvas Doctor en Medicina. Médico General jubilado. Ex-profesor de Salud Pública. Equipo CESCA (Madrid, España).
jjgervas@gmail.com www.equipocesca.org https://t.me/gervassalud
Nota:
Se publicó en Diario 16 un texto más amplio titulado "La soledad de la residente médica en las guardias en urgencias. Carta de una residente (relato de no-ficción) y cinco testimonios (crudos y de la realidad)" (aquí)
El actual sistema sanitario, en mi opinión, tiene similitud con la ley de cuidados inversos: privilegia al menos cualificado. Delegar abusivamente en los residentes (eterna mano de obra barata, no cambia...), la "energía militar" que señala la compañera de pediatría (que no pocas veces encubre la incompetencia de quienes la ejercen), o esos comportamientos disruptivos o autodestructivos (frustración). Como un barco, cuando está mucho tiempo a la deriva tiende a naufragar. Es imperativo encontrar rumbo y destino. Y como en tantas otras situaciones (la última trágica tras la DANA), parece que no hay nadie al volante.
ResponderEliminarComo decía al principio, y a pesar de una pandemia no lo hemos aprendido, en los cargos de relevancia es inexcusable personal cualificado. No militantes inútiles desalmados.
Soy pediatra neonatólogo recientemente jubilado. He sido estudiante de medicina rotatorio (ignorado por muchos y cuidado por otros muchos), residente de pediatría de un gran hospital y, finalmente, adjunto en un hospital de capital de provincia, donde he sido tutor de residentes muchos años.
ResponderEliminarDurante mi época de residente de primer año, los adjuntos, en general, te asistían si los requerías, cosa que hacíamos poco (parecía que estaba mal visto avisarles), y solíamos consultar con los residentes más veteranos.
Ya de adjunto, tenía claro que la persona responsable del paciente que el/la residente visitaba era yo, así que les decía que no dudaran en avisarme, que lo prefería así. Les insistía porque sabía que para muchas residentes estaba mal visto avisar al adjunto.
Hay personas que cambian de etapa y se olvidan de lo que vivieron en esa etapa. Cuando eran estudiantes, se quejaban de que los residentes no les hacían caso. Ya de residentes, ignoraban a los estudiantes y se quejaban de las broncas de los adjuntos. Una vez adjuntas, ignoraban más a las estudiantes y abroncaban sin piedad a las residentes cuando las despertaban por la noche. Nunca he entendido por qué.